lunes, 8 de mayo de 2017

ÁRIDOS PAISAJES DE LA MEMORIA

ÁRIDOS PAISAJES DE LA MEMORIA

 Miyer Fernando Pineda



Saúl Gómez Mantilla enseña que el transeúnte es el camino;  lo cotidiano se aprecia desde una orilla inédita; la inocencia es irónica y la infancia ha quedado suspendida (Rostro que no se encuentra). “Si todo recuerdo está perdido toda noche es imposible” “y todo poema”, dice el poeta, y entonces la búsqueda del ser que somos se cobija ante la sombra de Mnemósine. Y Orfeo en el fondo, el poeta destrozado por una versión malsana de las Ménades; ya no son las seguidoras de Dioniso sino las fundadoras de la distopía; en nuestro reino las Ménades han destrozado a Dioniso, y para ellas la poesía o el pensamiento son demasiado peligrosos. A los sobrevivientes nos corresponde llevar el pequeño conteo de los gritos. En la poesía de este libro se resguarda el ser nostálgico; el lector se ve envuelto en la palabra que reverdece como lo hace la hierba en la estación lejana, detenida en el tiempo de la espera,  “desechando lo obsoleto” (Basquiat) porque a pesar de todo, no existe la derrota (…Y el mar), una de tantas lecciones que nos da el olvido.

Dentro de las poéticas que atraviesan las geografías de Colombia, la de Saúl Gómez es especial por el peso y la atención que le presta a los sinuosos cauces de la memoria; la Antología ÁRIDOS PAISAJES DE LA MEMORIA (2017) ausculta esos abismos del dolor y de la ausencia que ha producido la guerra en nuestro reino. Saúl Gómez carga con las palabras de la víctima; es responsable del baúl que resguarda los sueños y la dignidad de los muertos de nuestro país; su poesía nos dice que morimos con ellos y que estamos condenados a vivir muchas muertes porque nuestra respiración es una lección del olvido para resguardar su memoria.

El poeta como viajero inmóvil reflexiona los límites del reino y sus fábulas en las que se filtra el recuerdo; si en otras tradiciones el álamo blanco es un signo de Mnemósine, en el reino fabulado de Saúl Gómez, se trata del cují, de la acacia, en cuya sombra Orfeo despedazado escucha la música del mundo. Es probable que existan más poetas quienes han tenido que ver la muerte a través de los ojos de sus hermanos y amigos, quizás los sueños de estos seres sobrevuelen la poesía de los vivos, quizás su silencio demoledor taladre nuestros pasos, y luego a medida que concluye nuestro viaje, nos señalen junto a ellos un sitio para descansar.




ÁRIDOS PAISAJES DE LA MEMORIA

Santiago Espinosa. 

Existe sin embargo otro peligro, más silencioso pero igualmente alarmante, y es que la escritura no cumpla su función de cultivar una memoria. Que las palabras de los sobrevivientes rueden sin peso por las pantallas, como vidrios o cáscaras rotas. Esto es especialmente alarmante en un país como Colombia, donde tenemos que escuchar a los fantasmas para restituirles su voz en el presente. Saúl Gómez Mantilla, aún en el viaje y la movilidad de sus asuntos, ha querido que la vida, su vida y la vida de los otros, encuentre en las palabras su medida y su significado. Y así es que busca huellas de lo que fue, o del que nunca volvió. Rostros y huidas.  “Sólo lo que es esquivo vale la pena perseguirlo”, nos dice, como quien ha protegido una memoria con morosidad y silencio, como el poeta que a solas, sin esperar nada a cambio, mira crecer su árbol al otro lado las páginas.



ÁRIDOS PAISAJES DE LA MEMORIA

Juan Camilo Lee Penagos

Entre la palabra y la realidad se alza un abismo. A esas honduras caen tantas cosas que, al chocar con el fondo, suenan como una palabra sorda, un poema, como la música del olvido. Y allí también está el cuerpo, como parte sintiente de ese abismo. Los poemas de Saúl pretenden comunicar esa música inaudible, ese olvido del mundo que recorre las venas, que duele en el pasado, que constituye, en últimas, la vida. Saúl apunta a la sencilla exactitud de los momentos íntimos en donde los seres sufren el tiempo: calca con palabras el mapa del dolor, la imposibilidad del recuerdo. Y allí, cuando la destreza del poeta logra definir una silueta, una forma, aparece una niebla densa para recordar que la vida es otra cosa: algo que siempre, siempre duele más. Y luego nos damos cuenta que Saúl ha elegido la transparencia de sus poemas precisamente para convocar esa niebla. Para magnificar la oscuridad de la vida, Saúl crea poemas de palabras casi transparentes: en sus poemas el recuerdo es apenas una silueta que se define contra la inmensidad sofocante del olvido. 


ÁRIDOS PAISAJES DE LA MEMORIA

Fredy Yezzed
Buenos Aires, enero de 2017

Áridos paisajes de la memoria de Saúl Gómez Mantilla es una obra tocada por el dolor y el desamparo, pero también por el amor y la esperanza. De los poetas nacidos en la década del setenta en Colombia es, quizá, el que más se adentra en la oscuridad de su país. La tragedia, lamentablemente, ha tocado a la puerta de su generación y él ha sabido soportarla e interpretarla con paciencia y lucidez. “Venimos desde las vastas praderas a compartir tu sollozo”, le dice al amigo asesinado. Su poesía es un complejo entramado de ausencias y de belleza que no hace otra cosa que sembrar el gran árbol de la reconciliación y la Memoria.