PALABRAS
COMO CUERPOS,
La
poesía es hija del horror y la belleza
Por: Saúl Gómez
Mantilla
La
poesía es el uso bello del lenguaje, en ocasiones es un documento que nos habla
del pasado, como sucede con los poemas épicos, con las tradiciones griegas,
nórdicas, hindúes, mayas, que usaron el lenguaje bello para trascender, para
que hoy día supiésemos de ellos, de sus historias y su legado a través del
lenguaje. La poesía es un hecho intimo que nos habla de los otros, que nos
emparenta.
La
memoria es conocimiento y re-conocimiento, es historia nuestra y de otros,
cercana y lejana. La memoria no es la acumulación de información, es la
capacidad de establecer conexiones entre los recuerdos, esa exploración que nos
habla del pasado. La memoria tiene un
ser catalizador que la activa, que tiene la posibilidad de establecer
relaciones, causas y efectos, que puede analizar y decidir qué es suyo, y qué
puede hacer suyo.
En
ocasiones poesía y memoria van en la misma dirección, el poeta, decide tomar el
lenguaje, las palabras, y hacer con ellas el recuento de su pasado, trascender
su dolor existencial para acercarse al dolor del otro, ir más allá de las penas
y el canto ensimismado, para tocar fondo, para estremecer las fibras del dolor,
para hablar de lo no dicho, de lo vetado, del horror.
En
la primera mitad del siglo XX, Anna Ajamatova, poeta rusa, escribe su poema
REQUIEM, que habla de manera fragmentada de los sucesos ocurridos durante la
Unión Soviética, del veto hacía ella y sus amigos artistas, de las injusticia y
asesinatos selectivos de muchos de sus amigos, de la privación de la libertad y
de la supresión de toda dignidad para quien no mirase en la misma dirección del
régimen. Muchos creían que Ajmatova había muerto, no se sabía nada de ella, no
podía publicar sus escritos y mucho menos hablar de lo que pensaba sobre su
época. Al morir Stalin salen a la luz sus poemas, muchos de ellos escritos
décadas antes y publicados por primera vez. Pero cuando se dan las lecturas de
esos poemas, muchas personas los sabían de memoria, los reconstruían, los leían
para sí, como si fuesen oraciones. Esto ocurrió porque sus amigos sentían un
compromiso para con las futuras generaciones, esos bellos poemas que hablaban
de su tiempo, debían ser un regalo para el porvenir, por ello cada persona que
tenía en sus manos un libro manuscrito de Ajamatova y muchos otros autores, no
solo lo leía a escondidas, lo transcribía, para que ese libro, ese documento,
no se perdiese.
Había
un compromiso del poeta para con su tiempo, el de cantar bellamente ese horror,
para que la belleza cubriese el dolor, no para ocultarlo, para protegerlo y que
en tiempos futuros, éste pudiese ser develado. Los lectores tenían un
compromiso, no debían solo contemplar y solazarse con el horror y la belleza, debían
hacérselo llegar a otros que necesitaban de esos poemas para sobrevivir, para
alimentar su espíritu y fortalecerse, para identificarse con el otro y, en
cierta medida, para saber que todo aquello no sería olvidado.
Tiempo
después, en Alemania, en los últimos años del nazismo, Paul Celan, poeta judío
alemán, a través de su poesía empieza a dar cuenta del sufrimiento de su
pueblo, pero no lo hace cantando de forma colectiva, lo hace hablando de su
dolor ante la pérdida de sus padres asesinados en los campos de concentración.
Celan, quien estuvo en un gueto y sufrió por su condición de judío, se llenaba de
valor en su encierro traduciendo una y otra vez los sonetos de William
Shakespeare y compartiéndolos con sus compañeros de tragedia. Celan traducía esos
sonetos por una razón específica, era una forma de rendir homenaje y hacer
memoria por otro poeta, Osip Mandelsan, poeta ruso que el régimen condenó y
asesinó en un gulag en Siberia. Mandelstan traducía una y otra vez los sonetos
de Shakespeare para que la esperanza no muriese. De la misma forma Celan
intentaba salvarse, como en un intento por lograr a la vez salvar a Mandelstan,
terminar su tarea.
En
la poesía de Celan están presentes los cabellos de su madre que nunca llegaron
a ser de plata, estan los amores que fueron truncados, están las tumbas en el
aire, las fosas cavadas mientras sonaba la música de un maestro alemán. Al leer
la poesía de Celan, el holocausto trasciende más allá de un periodo histórico,
ya que ese hecho se convierte en el leiv motiv de su obra, como una forma de
sacar fuera esos recuerdos, de compartir el horror para aliviar la carga de
esos espantosos años.
Como
ellos, muchos poetas han cantado a la memoria ante la amnesia colectiva.
Intentando a través de las palabras denunciar, acercar al otro, al lector, al
compatriota, al vecino, al ser amado, a esos recuerdos que hacen memoria, que
buscan no caer en el olvido cotidiano, no desaparecer ante el afán del día a
día.
En
Colombia, ante el horror del conflicto armado, muchos artistas han decidido
acercarse al dolor de las víctimas, han tomado una posición frente a los
hechos, han decidido contar su parte del conflicto, a la vez que le han cantado
a las víctimas, no solo a quienes han sido asesinados, también a aquellos que
han sobrevivido y llevan el peso de los recuerdos, a quienes de una u otra
forma han sido afectados y son víctimas indirectas de este flagelo.
Lo
curioso en este contexto es que en zonas tan afectadas por el conflicto, como
es Norte de Santander, encontrar artistas que hagan de su obra un
pronunciamiento, un lugar de defensa de la dignidad por encima del ego,
encontrar obras que se acerquen al dolor de los otros, que cuenten la historia
de otros, ajena y oscura, pero a la vez cercana y transparente, no es muy común.
Por ello surge la necesidad de publicar un libro que hable de las víctimas y
que más allá de buscar una catarsis en el lector, muestre como la poesía logra
convertirse en una institución política frente al olvido, como la poesía puede
usar el poder que le transfiere la palabra para contar una historia, en este
caso tres historias, que permanecían ocultas, invisibilidades a nuestra región
y al país y que solo en los aniversarios, en lo secular, eran vagamente
recordadas.
Palabras
como cuerpos, poemas en memoria de Edwin López, Gerson
Gallardo y Tirso Vélez, artistas asesinados por los grupos paramilitares en el
año 2003, busca re-crear el mundo; por medio de la poesía se piensa y se
recuerda, se plantea una mirada crítica ante los hechos y se comparten con una
comunidad, que en este caso, es el país entero. Aquí pasado, presente y futuro
se fusionan, hablamos de un tiempo circular que confluye en unos textos, en
unos poemas que dan cuenta de los hechos, de la vida y del futuro truncado, que
desenmascaran a los victimarios y que repudian el homicidio y sus formas de
terror; Palabras como cuerpos intenta hacer memoria para que esos
hechos no se repitan, ya que al atentar contra una persona se atenta contra la
humanidad entera.
En
este caso, hagamos memoria: cito en extenso la presentación del libro:
Hace 10 años
integrantes del Bloque Catatumbo de las AUC, con apoyo de las Fuerzas Militares
y la Policía Nacional, desaparecieron y asesinaron a los activistas
estudiantiles de la Universidad Francisco de Paula Santander (UFPS) Gerson
Gallardo Niño y Edwin Ariel López Granados, y desplazaron forzadamente además a
otros integrantes de la comunidad académica.
Entre el 3 y 13
de abril de 2003, Gerson Gallardo Niño y Edwin Ariel López Granados fueron
víctimas de desaparición forzada. Dos meses después de su retención, sus
cuerpos sin vida y con señales de tortura fueron encontrados en el kilómetro 18
de la vía que del municipio de Tibú conduce al corregimiento de La Gabarra.
El 4 de junio
del año 2003, paramilitares asesinaron en el centro de Cúcuta al poeta y
político de izquierda Tirso Vélez, sobreviviente del genocidio contra la Unión
Patriótica, partido por el cual obtuvo la embestidura de Alcalde del municipio
de Tibú. Para la fecha del crimen, Tirso era precandidato a la Gobernación de
Norte de Santander por el Polo Democrático.
Estos tres
homicidios se han mantenido en la total impunidad, al igual que ha ocurrido con
la mayoría de los más de 5.200 asesinatos atribuidos a las AUC en el periodo
1999 – 2004 en Cúcuta y su área metropolitana. Según organizaciones defensoras
de derechos humanos, el número de víctimas de las AUC en Norte de Santander
llega a los 16 mil, en sucesos frente a los cuales no se ha obtenido verdad,
justicia y reparación. Peor aún, la historia hoy en día es contada desde los
victimarios, a través de la televisión privada, justificando el accionar de
éstos, en un hecho que, parafraseando a Isabel Obregón, viuda de Tirso Vélez,
“es como si a las víctimas las mataran dos veces”.
A
través de la poesía se pretende que la memoria individual, la mirada del poeta,
trascienda y se convierta en una memoria colectiva que ayude a construir esa
memoria histórica, no una verdad, sino las muchas verdades que confluyen en
cada mirada, en cada recuerdo y reflexión que es convertido en poema. Porque
esos recuerdos vienen de un contexto social determinado, de una comunidad y
grupo de personas que comparten un espacio y un tiempo. Palabras como cuerpos
busca organizar, mediante la poesía, esos otros relatos, que desde lo íntimo
llegan a lo colectivo, que reconocen, escuchan, compilan y sacan a la luz
aquello que no se había dicho, por miedo o porque había sido guardado como un
dolor propio, permanecía oculto, pero que ahora es nuestro, que ahora nos
compromete.
Freddy
Ñañez en su poema LA PUNTERIA DE LOS HIJOS DE DIOS cuestiona el orden divino, para contar y
reflexionar sobre ese 4 de junio de 2003, de esa tarde en que Tirso Vélez caminaba con su esposa en pleno centro de la
ciudad y una bala dio en el blanco. En el poema el cuestionamiento también es
al hombre, a lo vacuo de las oraciones, al pecado del no obrar, del no
reaccionar. Todo el poema nos pone en un contexto social, que se construye por
las creencias que son puestas en duda ante la inminencia de los hechos, ante lo
absurdo de la religión y el mundo actual.
LA PUNTERÍA DE
LOS HIJOS DE DIOS
¿Qué
sucede, no cabe
DIOS
en su nombre?
Palabra
efímera
de
larguísima huella
Bautizado
así por el mutismo de una flor
Sonando
como el tack del martillo
apenas
nombrado en el vacilante soplo de aire
(el
aire negro que es pólvora añeja)
D-i-o-s
que dura lo que dura
una
bala en ponerse vieja
¿No cabe en su propia herida
TAMPOCO?
Cuando
el hijo se le vuelve bala
y
no queda nada de ambos…
más que el aire
roto contra el suelo
¿Quién
silba la brisa… quién todavía?
¿Qué
sucede luego?
Simple:
el monosílabo se acorta
queda la voz pero escasamente. Sin
palabra.
Y
entonces he aquí que no cabe el hombre en su
DIOS
tampoco como la bala no entra ya
en su
larguísima herida
dios
sin huella
sin
balas
Medio
herido
INSOMNE
Tan
inexacto en todo… Tan inexacto siempre
En
cambio entre el gatillo de tus hijos y el
abdomen
de Tirso ¡Cuánta puntería…
(D-I-O-S)
Cuánta precisión!
Cae
Tirso Vélez a manos de un sujeto, de un asesino, que encomendándose a Dios da
en el blanco, que es infalible y nos sume en la perdida no solo de un amigo,
también de un futuro, de uno sueños. El poema nos cuestiona en nuestro actuar
diario y nos impele a cubrir ese cuerpo, a detener esa bala, a sanar esa
herida.
Norwell
Calderón en el poema AQUELLOS QUE DESVISTE EL MAR, reconstruye ese último día
de muchas víctimas, nos muestra la cotidiana ingenuidad del asesinado que
contrasta con el mal de quienes juegan con nuestras vidas, establece un
paralelo entre la intimidad del hogar, las acciones sencillas que serán
significativas en los recuerdos de los otros, nuestros seres queridos, porque
serán la última vez que nos vieron despertar, tomar un café, y salir donde la
muerte impaciente esperaba.
AQUELLOS QUE
DESVISTE EL MAR
Te
fugas del sueño
mudo
ahogado
como
aquellos
que
desviste el mar
carne
dulce
blanda
y pálida
Despiertas
abandonado
otra vez
sobre
la cama en desorden
Entre
los gritos del barrio
y
el crepitar de murmullos secos
el
día se acomoda
la
luz vuelve a torturar sus colores
Con
cólera bebes el agua impura
en
el cuenco de la humillación
en
las manos donde la eternidad aún forma
las
figuras que persiguieron tu niñez
de
ojos abiertos bajo las sabanas
Ellos
ya te buscan
No
lo sabes
El
espejo esquivará tu mirada
La
barbera morderá tu cuello
Vienen
por ti
En
otra casa desayuna la muchacha
que
te llorará más tarde
y
tu
bebes
café
Ellos
recorren la avenida ventosa
Tu
caminas un instante
que
comenzó hace años
abres
la puerta
y
no ves a tus hermanas
—Rezan
con un alfiler
que quema y cura
debajo de
la lengua—
Cierras
la puerta
caminas
Miras
distraído y eres visto
por
los animales del cielo
que
rugen tormentas
y
presagian un dibujo que aún no has visto
En
el cruce de las avenidas
el
viento te acorrala
se
acerca con ellos
en
contravía
entre
la gente
que
apretuja un secreto en cada puño
que
se aparta
que
se aterra seis veces
que
te mira caer
con
asombro con lastima con miedo
No
sabes morir
y
sin saberlo
has
visto caer el casquillo de tu última mañana.
Aquellos
que desviste el mar, son una gran cantidad de seres, de historias que narradas
parecen una sola. La poesía parte de un
recuerdo individual, pero ese recuerdo es cercano a muchos que ven en ella el
último día del padre, del hermano, del amigo. La poesía revive, re-crea y carga
de significado aquellas acciones que se han convertido en únicas, que han sido
interpretadas como presagios, que nos cuestionan por no percibir en ellas las
señales de la despedida.
Javier
Cortés, en el poema INTERROGATORIO EN EL CUARTO DE HIELO, ficcionaliza el
cautiverio, y crea un diálogo hueco entre el victimario y la víctima, en el que
las respuestas del retenido, de Edwin López y Gerson Gallardo en este caso, dan
cuenta de un estado de impotencia, más no de sumisión, ya que la libertad se
encuentra en las palabras, en la inteligencia que es negada en esas
condiciones, en la sospechosa inteligencia a la que tanto temen los
victimarios, ya que no hay argumentos que justifiquen el horror, solo acciones bárbaras
ante la pobreza de un discurso.
Interrogatorio en el cuarto de hielo
Vos
preguntas a dónde ir
si
la marisma hunde la sabiduría
si
este odio que se traga todas las miradas,
enquistando
el silencio hasta la desaparición,
conecta
tan imposiblemente todos los teatros del hombre.
Vos
preguntas con tu mirada turbia,
con
las armas preparadas,
con
esta suerte de actitud que representa
todas
las posibilidades negadas
por
si acaso la respuesta es un enfrentamiento.
Y
en tu pregunta se van tras los árboles,
hundiéndose
sin más remedio en el olvido,
la
sonrisa y el quehacer de una esperanza sin crecer.
Vos
preguntas qué hacer con esta rabia que puede más que el miedo
y
sin embargo tan atada, tan sin manos, tan sin voz.
En
este interrogatorio, en el que las preguntas se infieren, en el que las
respuestas serán una condena, en el que las palabras son escape y a la vez
caída, ya que al igual que el cuerpo las
palabras se encuentran atadas, sujetadas a una sola interpretación, la
esperada por el asesino, quien también inmoviliza la mente mediante la muerte,
quien a través de la tortura va matando toda esperanza, va menguando la
voluntad, dejando el silencio como testigo de la vida que cae.
Para
Saúl Gómez, las victimas merecen llevar su nombre, que trasciende de un
individuo a una colectiva que se representa en ese nombre. En PEQUEÑO CONTEO DE
LOS GRITOS, hace un recuento de los amigos muertos, muchos de ellos asesinados
entre 1998 y 2003. En el poema se hace una pequeña referencia a las causas del
deceso, las víctimas son nombradas para dar cuenta de sus acciones últimas y de
sus sueños truncados. Uno a uno estos seres dan testimonio de su vida y dan
paso al otro, como una procesión de ausencias que reclaman su sitio en el
cotidiano vivir, en el cotidiano recordar.
PEQUEÑO CONTEO
DE LOS GRITOS
A Fabio lo
mataron saliendo de su casa un 18 de diciembre. Roberto no soportó su juego y
se hundió en sus miedos. James en lo profundo de una fosa recibe el abrazo de
su hermano. Luis viajó y no dejó noticias de su impenetrable paradero. A Mireya
el tedio de sus pulmones la arrojaron fuera del escenario. Alexander quedó en
la autopista de Villa del Rosario esperando con ansia la fecha de su grado.
Javier espera tendido en medio de una emboscada. Arturo no pensó que el miedo
de sus vecinos pesara tanto. Tirso vio a su esposa envolver su cuerpo. Gerson
dibujaba sobre los árboles pensando en sus abuelos. Edwin reía y sentía al
bailar como se le iba el cuerpo.
Los
demás como débiles sombras se alejan lastimeramente.
Todos ellos me
reciben en sueños, toman mis libros y desordenan mi ropa. Todos ellos reclaman
mi silencio, penan por mi olvido y esperan un encuentro que no se mida en lágrimas.
Todas
estas presencias aparecen para dar cuenta de sí, para evitar el olvido, para
vivir en los recuerdos del poeta, quien los convierte en los recuerdos de sus
lectores, porque cada lector tiene un Fabio, un Roberto, una Mireya, un Tirso,
un Gerson, un Edwin, que lo exhorta a no olvidar, que lo invita a hacer del
recuerdo un compromiso diario, que esté por encima del miedo y las
obligaciones.
Cómo
retratar a quienes se sienten ajenos al conflicto, a quienes son culpables por
omisión, por evasión, por cerrar los ojos ante la barbarie, Johanna Rozo, nos
muestra a esa espectadora del conflicto, a quien ha sido adormecida por los
medios de comunicación y se siente ajena al dolor de las víctimas, puede
compartirlo pero no interiorizarlo, no lo hace suyo, como una forma de evitar
ser tocada, de ser una víctima indirecta.
REFLEXIONES
Hablo
por todos los
muertos
que no podrán
ver
a su asesino a los ojos
para
reclamarle a gritos
la
vida arrebatada.
Hablo
por los que huyen
y
no volverán atrás
porque
el camino guarda todavía
demasiados
miedos.
Hablo
por mí, la cobarde,
la
cómoda y resignada
televidente.
Estas
reflexiones mediante la poesía le dan voz a aquellos que no creen hacer parte
del conflicto y los cuestiona, a través de la palabra y de las acciones
cotidianas condena esa supuesta comodidad, ese no hacer que en cierta medida
es un apoyo para quienes ostentan el poder, ya que ellos se alimentan de la
pasividad de muchos colombianos, quienes por no tomar partido, terminan sin
desearlo, legitimando el orden de las cosas, no generando un cambio, no
generando acciones que frenen, desde su cotidianidad, el horror que viven
otros.
Para
terminar, citaré un poema dedicado a una víctima, escrito por alguien que luego
sería otra víctima en este conflicto. Tirso Vélez, en ese entonces militante de
la Unión Patriótica, al enterarse del asesinato de su compañero de partido José
Antequera escribe un poema con la esperanza de que este asesinato sea el
último, que se acaben los crímenes, que lo sueños no sean truncados por las
balas y que ese sueño llamado Colombia no siga siendo manchado de sangre y
lágrimas.
EPITAFIO PARA JOSÉ ANTEQUERA
El que su vida cambió
por un día de lluvia
porque su pueblo moría
de sol
Ali Primera
Que seas el último
dolor que se nos queda
como un hueso atravesado
en la garganta.
Que seas el último
cóndor luchador
que da sus plumas
para vestir la Patria.
Que seas el último
clarín que irrumpe
y en mil silencios
la noche despedaza.
Esta
especie de cadena, de eterno retorno, deja un sabor amargo en los lectores
porque la esperanza cae abaleada entre el miedo y la indignación de todo un
país. Pareciese que esta forma de terror, planeada y ejecutada con la venia del
estado, busca mantener el status quo, la desigualdad, evitando que otras formas
de ver la vida y de soñar un país puedan ser visibilizadas y expuestas. En este
caso la poesía es un refugio, una forma de llorar y de desahogar la rabia ante
la impotencia del crimen.
La
poesía tiene el deber, la responsabilidad de darle voz a quienes se les ha
negado, la poesía en tiempos de penuria, debe dar cuenta de ello, debe por
medio del dolor dar esperanza, debe hacer memoria, hacer aparecer, así sea en
el papel, a tantos desaparecidos, debe reconstruir el cuerpo mutilado. La
palabra tiene un compromiso con el hombre, tiene que hacer retornar los
recuerdos, debe avivar la llama de la memoria, hacer que ese fuego que hoy nos
congrega no se extinga. De esta manera, la poesía hace parte del coro histórico
del que muchos colombianos hacen parte, ya que cada víctima es un símbolo de
grandeza y dignidad, cada cuerpo asesinado es un pasado vivo.
Palabras
como cuerpos, busca hacer un reconocimiento a través de
la poesía, de tres poetas de Norte de Santander, busca contar la historia de
tres hombres que fueron callados y a quienes no se les permitió cumplir sus
sueños. El libro pretende subvertir los conceptos de verdad que se han manejado
ante los hechos, busca poner en debate las causas por las cuáles fueron
asesinados, busca re-construir sus últimos días, busca desenmascarar a los
victimarios, a todos aquellos que participaron del crimen, que fueron cómplices
del horror.
Ante
la pregunta: ¿por qué diez años después?, no tememos ratificar nuestra única
respuesta, porque teníamos miedo. Porque dejamos que otros contaran nuestra
historia, pero ahora no vamos a callar.
Muchas
gracias por escuchar esta historia, que en cierta medida, es la historia de
todos.