lunes, 20 de marzo de 2017

SIGLO XXI, ESCUELA Y POESÍA.

SIGLO XXI, ESCUELA Y POESÍA.

Por: Saúl Gómez Mantilla


La poesía es uno de los géneros literarios más descuidados en la escuela, ya que la lectura de poemas se limita a los fragmentos que aparecen en los libros escolares, sin tener una cercanía directa, una lectura de un libro de poemas como tal. Leer poesía es algo que causa miedo en el colegio, porque se teme encontrar un lenguaje ajeno a nuestra cotidianidad, a nuestra habla diaria, a palabras extrañas, misteriosas, a imágenes complejas, a una sintaxis ajena; tal vez por eso, se omiten este tipo de lecturas, porque se teme desorientar, generar extrañeza en los niños, niñas y jóvenes. Pero, es el maestro quién más confundido se puede sentir, al intentar interpretar o develar ese lenguaje bello y extraño.  
Esta ausencia de poesía en el aula se debe a que muchos de los maestros no son lectores de este género, dedicándose a transmitir los lugares comunes acerca del poema, definiéndolo como aquel escrito que presenta rima y metro, o afirmando que el autor es un hombre con un alma melancólica, que cuando se inspira, cuando tiene sus momentos de elevación, escribe esos poemas, a esto se suma la idea de los poemas como un arte para minorías elevadas, ajenas a la voz sencilla y humilde de los niños y niñas.
Lo cierto, es que la literatura en general, está más allá de los libros, se leen películas, imágenes, canciones, el entorno, etc.  Su contacto diario es una actividad que nos compete profundamente, porque no se trata de buscar una función social en la literatura, de encontrarle una determinada utilidad, sino de hacernos más sensibles mediante la palabra, de encontrar frases, sentimientos, recuerdos, teorías, pensamientos, que nos hermanan, que hacen del hombre un individuo que a lo largo de la historia busca su esencia a través del arte. Carlos Lomas nos habla de la necesidad de que exista una Educación poética en la escuela, la cual: “debe enseñar los conocimientos, las habilidades y las actitudes que favorecen el aprecio de la poesía”[1], y la literatura, ya que esta aporta elementos para indagar el mundo y la condición humana.
La lectura y escritura de poesía debe plantearse como una actividad que no sea ajena a la vida, que el colegio, y los conocimientos que se imparten allí, no vayan en contravía de nuestros intereses y deseos, ya sean estos económicos, artísticos, políticos, entre otros. La lectura es el motor de nuestras búsquedas artísticas, intelectuales, laborales y demás inquietudes que nos atañen al hablar de los años posteriores al colegio.   Ernesto Sábato, en su ensayo Sobre algunos males de la educación,  afirma con respecto a su etapa escolar: “puedo garantizar que ya olvidé en forma casi total lo que me inyectaron a lo largo de mis estudios primarios y secundarios, como paradójico resultado de querer enseñarnos todo[2].  Si recordamos nuestros años de colegio, tenemos algunas lecturas que todavía llegan a nosotros como ráfagas de sueño, como recuerdos de adolescencia no limitados todavía por el mundo y sus embates.



LA POESÍA, TAN ANTIGUA COMO LA MEMORIA.

¿Por qué y cómo surge la poesía? Poema, poética, poetizar, qué son esas palabras a las que tanta importancia se les da. ¿Es nuestra época hija de la poesía? Creo que sí. ¿Puede nuestra vida sustraerse de ella? Creo que no. Así nunca hayamos leído un libro de poesía, o un clásico de la literatura, ignoremos quién es el autor o la época en que fue escrito, la poesía nos atraviesa y afecta nuestras decisiones, porque se nutre del lenguaje, que es un mecanismo de uso diario, cotidiano, que nos permite ser y estar en nuestra comunidad, convivir con el otro y comunicarnos de manera asertiva. Porque nuestra cotidianidad está llena de poesía, de literatura, a diario escuchamos expresiones como: me armé de coraje; mi corazón está en llamas; el tiempo es oro; ella está en la flor de la vida; toqué el cielo con las manos; estoy hecho polvo; llegó sangre nueva. Todas las anteriores y muchas más, son metáforas, lenguaje figurado para expresar sentimientos y sensaciones. Pero, de dónde surge este lenguaje figurado, estas historias extrañas, misteriosas.
Desde tiempos remotos el hombre ha buscado expresarse, para ello inventó el lenguaje, las palabras, les dio nombre a las cosas, a todo aquello que veía.  Pero cuando quería nombrar algo que se desconocía, que no tenía forma o no era tangible, cómo logró hacerle saber a los otros de esas sensaciones, la respuesta fue la poesía: el lenguaje llevado a su estado máximo de belleza y asombro. Ese lenguaje nos sirve para representar a través de historias, conceptos abstractos como el amor, el temor, la felicidad, el dolor, la paz, la libertad, que no tienen un aspecto físico, una forma determinada, ya que como idea, cada persona intenta darle una forma física, representable, que pueda verse y tocarse; pero al hallarse perdido en el intento, la literatura surge para que el concepto sea representado a través del lenguaje.
            Porque la literatura, la poesía, no es información, es asombro y descubrimiento. Desde libros tan antiguos como El Gilgamesh, escrito hace más de cinco mil años, en el que un héroe se enfrenta a dioses y monstruos en su búsqueda de la inmortalidad, lucha contra los hombres escorpión, contra gigantes o un toro que desciende del cielo; Gilgamesh realiza un viaje fantástico para salvar a su amigo  Enkidu, llega hasta donde vive el único hombre sobreviviente del diluvio, Utnapishtim, para que le diga cómo no morir, Gilgamesh consigue una planta que le otorgará nuevamente la juventud, pero la pierde a manos de una serpiente, de allí la creencia que las serpientes al cambiar de piel recobren su juventud. Al final de sus años, Gilgamesh escribe su historia en las murallas de la ciudad de Uruk, actual Irak. Ciudad en la que se han encontrado tablillas de barro que narran esa historia, que finaliza con la escritura de la misma y nos hace preguntar: ¿existió el héroe Gilgamesh?
Más conocida por nosotros son las aventuras de Aquiles en la guerra de Troya, y de Odiseo en su travesía de diez años para regresar a su amada Ítaca. En esas historias, hombres astutos, fuertes y dotados de cualidades especiales, se enfrentan por una bella mujer, Elena, durante diez años de guerra, hasta que la figura de un caballo de madera pone fin a esa espantosa guerra. Uno de sus sobrevivientes, Odiseo, al injuriar al dios Poseidón, debe vagar otros diez años en el mar, perder a toda su tripulación y enfrentarse a ciclopes, sirenas, lestrigones y lotófagos, sobrevivir a Escila y Caribdis, para regresar a lado de su amada Penélope, después de veinte años fuera de su país natal, Ítaca.
            Tenemos un universo de deidades de todas las culturas y razas que son proclives a la poesía. Odín, el dios padre de los nórdicos, en su afán por conocerlo todo, se cuelga de cabeza durante nueve días en una rama del fresno Ygdrassil, para concebir las runas, el lenguaje secreto del mundo, un alfabeto con el cual poder nombrar el mundo. Además, entregó uno de sus ojos a la fuente de Mimir para poder beber de las aguas de la sabiduría y conocer el pasado, el presente y el futuro. Con ese lenguaje se escribieron las eddas o sagas nórdicas y es por medio de la poesía que conocemos de Thor, Freya y Loki; quien no era hermano de Thor, sino un gigante que tenía la habilidad del lenguaje para confundir y la posibilidad de transformarse Loki tenía tres hijos: el lobo gigante Fenris, que en el Ragnarok o fin del mundo nórdico, vencerá a Odin; la serpiente de Midgard, quien acabará con la vida de Thor; y la diosa del infierno o Hellheim, Hela quien construye un barco con las uñas de los muertos para llevar los ejércitos de gigantes a la lucha final que acabará con el árbol Ygdrassil, en cuyas raíces están los nueve mundos, incluido el nuestro, Midgard, el hogar de los hombres.
Incluso la poesía, le ha dado forma al horror, a los mayores temores como el infierno, que Dante logró representar de forma magistral en la Divina Comedia, ese descenso por el infierno, un cono invertido como producto de la caía de Luzbel,  los castigos y círculos que describe, permanecen latentes en el imaginario colectivo; sus guardines, como el rey Minos, quien luego de escuchar los pecados de las almas los ubica en un círculo; la ciudad de Dite, hogar de las almas de los herejes; o el último círculo, que está congelado y alberga a los traidores. También creo el ascenso a la montaña del purgatorio y los diferentes castigos que deben sufrir las almas para ganar el cielo, todos esos pasajes subsisten en el habla cotidiana. Así como la jerarquía celestial, los coros de ángeles y de santos que moran en el paraíso, un lugar abstracto que cada persona imagina, son producto de la literatura.
            Todas estas historias y muchas más han llegado a nosotros a través de la poesía, ya que antiguamente se creía que, si un texto debía perdurar en el tiempo, debía ser escrito bellamente. Ya que esta forma lograba que las historias fueran perennes, así como nuestra mitología, el bello legado de los pueblos indígenas de Latinoamérica y su libro emblemático, el Popol Vuh, que da cuenta de la creación del mundo maya, de sus dioses y sus héroes, de los gemelos  Hunahpú e Ixbalanqué, su descenso al mundo oscuro de Xibalba; así como las historias de los muiscas, de Bochica y Bachue, de la creación del salto del Tequendama, de la chicha, el maíz y la yuca que encarnaban el mito de Yurupari. No hay acaso forma más bella de contar una historia, de compartirla a nuestros amigos y familia que a través de la creación literaria.
            Incluso en la biblia, en textos como el libro de Job, el Cantar de los cantares, el Eclesiastés, el Génesis, están impregnados de la belleza del lenguaje, porque esas historias son contadas de una forma hermosa, para que el lector crea en eso que lee, ya que el asombro por la forma de narrar hace que los textos se recuerden y sean citados. Desde el mismo Génesis, la palabra es la fuerza de una idea de mundo, la palabra crea las cosas que existen y se hace carne, en la biblia, dios no tiene una forma, tiene palabras y esas palabras siguen guiando la vida de muchas personas en el mundo, al igual que otros libros sagrados como la Torá, el Coran, el Bhagavad-gītā, entre otros.


SIGLO XXI, COLEGIO Y POESÍA.

            Y qué tiene que ver todo esto con un niño o niña, joven o adolescente, en el siglo XXI, en una ciudad capital, llena de oportunidades y fracasos. Solo para recordar, cuando suben al transporte público, alguien canta o rapea, cuenta una historia, narra su vida, no hay allí una búsqueda con el lenguaje, con la literatura. Incluso en la televisión, en programas cargados de lugares comunes e historias de superación de las que conocemos el final apenas ha iniciado, donde niños de origen humilde cantan y son aclamados y brotan lágrimas al sensibilizarnos con esas historias. Algo de belleza habita en esta ciudad de concreto y humo, existe una necesidad por eternizar un momento, porque las palabras den cuenta de un instante para recordarlo siempre.
            Considero que las nuevas generaciones son románticas, no por cantarle al amor, sino por luchar por sus sueños, por levantarse ante las adversidades, por manifestarse y oponerse a lo que consideran una injusticia, por hacer que su voz se escuche, como los gritos de los jóvenes en contra de los corridas de toros, la búsqueda de la equidad laboral y social de las mujeres, el respeto a las decisiones de nuestra identidad sexual, de las diversas formas de amar, como las dicta el corazón; son expresiones románticas, dignas de ser cantadas, de ser transformadas en eso que llamamos literatura.
            Porque la poesía y la vida no son dos cosas distintas, aunque parezcan lejanas, y ajenas en su lenguaje cotidiano. Porque cuando no podemos expresar un sentimiento, cuando sentimos que las palabras se quedan cortas para nombrar algo, allí es fundamental la poesía, se hace necesaria, pero ella no llega de manera gratuita, hay que ser digno de ella, se requiere preparación, entrega. Si se quiere ser escritor, artista, se debe estudiar, conocer el arte, la historia, se debe leer antes de escribir, se debe corregir antes de publicar, para que las palabras digan lo que queremos decir, y no lo que la sociedad nos impone a través de los medios de comunicación. Como nuestros Nairos, Falcaos, Marianas, Katherines, quienes se entrenaron y se entrenan para lograr sus triunfos, detrás de las cámaras hay disciplina, hay pasión por alcanzar los sueños, hay esfuerzo, dedicación, un trabajo diario. Así lo exige la poesía, porque todos nuestros sueños requieren tiempo, entrega, para ser dignos de ellos, sino serán esquivos y buscaran a otros soñadores, más entregados y sedientos.
            La experiencia literaria, el leer y escribir poesía, es una actividad que se debe explorar más en el colegio, ya que la niñez y la adolescencia son las etapas más indicada para acercarse a los poemas, sea con juegos de palabras, adivinanzas o descripciones; en la etapa escolar los sentidos están prestos y dispuestos a una entrega, a una posibilidad de expandir la vida, es el espacio de la sensibilidad, del enamoramiento, del despertar al mundo a la espera de una experiencia que marque la vida, que transforme al hombre o la mujer y haga de él y ella, un ser sensible, movidos más por necesidades espirituales que por intereses económicos. Leer y escribir poesía es una forma de abrirnos a un sin número de experiencias que en apariencia pueden permanecer ocultas. La educación poética abre a un diálogo con el tiempo, que nos muestra diversos estilos de vida, formas de entender y de relacionarnos con el mundo.


LEER Y ESCRIBIR POEMAS.

A partir de la lectura de poemas, de un libro como obra central, los estudiantes se ubican en un tiempo y un espacio, analizan las diversas formas de nombrar un suceso o una emoción, reflexionan, dan su opinión y posición al sentir o expresar algo similar; de modo que la poesía les permite ser en medio del mundo, les permite vivir situaciones extremas, tiernas, difíciles, etc., a través de la escritura pueden generar autocriticas y propiciar el diálogo con los compañeros estableciendo relaciones entre la lectura, la escritura y la vida cotidiana.
            En los poemas y otros textos se reflexiona sobre las relaciones humanas, las diversas formas de ver y de entender el mundo, que se relacionan con la cotidiana diversidad que se vive en el colegio, el barrio y la ciudad, de modo que las lecturas posibiliten ver la diferencia étnica, cultural y social como una riqueza que permite ampliar la idea del ser humano que forja su identidad a partir de la diferencia y del comprender al otro.
            Por ello es fundamental el conocimiento de las herramientas que posibilitan la poesía, la creación literaria y que permitan un ejercicio lector más crítico, que permita analizar la forma y el contenido de un poema o de un texto literario. Conociendo las formas, los estudiantes pueden crear con mayor seguridad, ya que el proceso de escritura surge de la imaginación sustentada en el dominio de los elementos de la escritura creativa. Estas herramientas dan mayor seguridad a la hora de enfrentarse a la hoja en blanco y de asumir los diversos ejercicios de escritura que se exploran durante el taller.
            Teniendo al lenguaje como herramienta fundamental de la creación literaria, se explorarán los elementos gramaticales, las figuras literarias, que permitan la comunicación y la belleza a través de la palabras, de modo que el habla cotidiana se nutra de las lecturas y del léxico aportado en los textos leídos, para dar cuenta del mundo y de la imaginación, que puede ser desbordada en la medida que se cuente con el bagaje lexical que permita nombrar aquello que se quiere; y no sea el lenguaje una limitación, sino una fortaleza que se ejercita en el día a día, a través de las relaciones con los demás.
            Para los jóvenes es tan importante el formato en el que es publicado el poema escrito, como el poema en sí, por ello se pueden plantear diversidad de publicaciones, como fanzines, en origami, en gran formato o como libros plegados. En este caso, el objeto que contiene el poema se convierte en un detonante, allí debe haber algo escrito, son necesarias las palabras, las texturas, los colores, para que el objeto libro sea más llamativo.   Aquí la poesía y la plástica se unen para que la creación sea más dinámica y a la vez entretenida, para que la escritura sea pensada para un formato.
Desde el ámbito ciudadano, la poesía y la literatura permite relacionarnos con otras personas, a través de sentimientos, historias y personajes que tienen vivencias particulares que permiten reflexionar sobre temas como la tolerancia, el respeto, la libertad, sin caer en moralejas o enseñanzas fáciles. La profundidad que ofrece la literatura sobre los temas humanos y sobre el hombre inmerso en una sociedad, permite vernos como partes de un todo, que interactúan con otros en busca de lazos de convivencia sana, en dónde el ser justo y correcto sea una búsqueda, sin dejar a un lado el trabajo con el lenguaje para crear textos bellos en su contenido y forma.
            La lectura y escritura de literatura, los ejercicios de creación en los que sus autores piensan y por medio de las palabras actúan en un entorno específico, permite reflexionar sobre los actos y las palabras que allí aparecen, de modo que los lectores se convierten en espectadores de un sentimiento, una emoción, un recuerdo, del que pueden opinar, dando su punto de vista sostenido por argumentos y afirmaciones sobre lo que considera correcto o no, permite la generación de criterio y de confianza y crítica en torno a la sociedad en que vivimos y la forma como nos relacionamos en ella. Los y las estudiantes pueden a través de la lectura y la escritura entender al otro, vivir situaciones difíciles y reflexionar sobre las mismas, a partir de las diferentes formas de ver el mundo y de re-pensar las relaciones sociales.
Incluso, la lectura y la escritura permiten estar en diversas posiciones, la del autor, del espectador y del protagonista o narrador de una historia. De modo que los y las estudiantes pueden ser y estar en diversas posiciones e interactuar a partir de ellas, asumiendo y entendiendo la posición del otro, concibiendo la diferencia como punto fundamental de la sociedad y de las relaciones humanas.
            Y en el siglo XXI, partiendo de las diversas formas de leer un texto y concibiendo al mundo como un gran libro que leemos a diario, se puede explorar la poesía y la creación literaria desde la imagen y los sonidos, desde las texturas y los sabores, de modo que el ejercicio de leer y de crear no está supeditado al lápiz y al papel, sino que se nutre de la tecnología y las formas cómo creamos historias, sean escritas o no, entendiendo la comunicación como un texto que se lee y a las personas y cosas que nos rodean como sujetos y objetos que son susceptibles de ser leídos y escritos.
Leer y escribir poesía en el mundo actual es una forma de acercarse a otros tiempos y otras culturas, para observar, mediante la palabra, cómo las personas, en este caso los poetas, experimentan el mundo, su cotidianidad y su sensibilidad a través de la poesía misma.  El ejercicio de leer y escribir poemas también es un ejercicio de reflexión sobre la creación misma y sobre el yo, porque a través del lenguaje se reflexionan sobre el acto poético, sobre la creación, el autor y su lector, es traer a cuenta una tradición que no tiene lengua ni cronología específica, es un intento por vivir acorde con nuestra época y sus exigencias a través de la palabra, también, tomando las famosas palabras de Octavio Paz, al leer y escribir poesía en la escuela se intenta “transformar la vida en poesía más que hacer poesía con la vida”.


  


[1] Lomas Carlos, Miret Inés.  La educación poética. Textos de didáctica de la lengua y la literatura. # 21. Año 9. Barcelona. 1999. Pg. 10.
[2] Sábato Ernesto.  Apologías y Rechazos. Sobre algunos males de la educación.  Seix Barral. España. 2003. Pg. 79.