domingo, 16 de marzo de 2014

LA COTIDIANA OSCURIDAD EN “TRILCE” DE CESAR VALLEJO Y “RESIDENCIA EN LA TIERRA” DE PABLO NERUDA.

LA COTIDIANA OSCURIDAD EN “TRILCE” DE CESAR VALLEJO
Y “RESIDENCIA EN LA TIERRA” DE PABLO NERUDA.

Por.  Saúl Gómez Mantilla


La primera impresión que produce a un lector los libros Trilce de Cesar Vallejo y Residencia en la Tierra de Pablo Neruda es de desconcierto, de quedarse con el libro en las manos cavilando, tratando de asimilar, de aprehender lo que el poeta ha querido decir.  La lectura de estos dos libros es un proceso lento, que requiere entrega, un desdoblarse para apropiarse de los poemas que aparecen oscuros, cubiertos por un manto que apenas deja entrever algunas sombras, movimientos bruscos, aleteos y gemidos. 

En el año de 1922 Cesar Vallejo publica Trilce, libro que produce el silencio de la crítica, ya que ésta no tenía elementos para abordarlo; ante este silencio afirma Vallejo: “El libro ha caído en el mayor vacío. Soy responsable de él.  Asumo toda la responsabilidad de su estética”[1].  Ahora, cómo quedarían parados los lectores con semejante libro, recibiendo golpes a cada poema, hundiéndose en la tierra,  terminando con el cuerpo adolorido y los ojos quemados, ya que con Vallejo, “Se trata, eso si, de palparle las vísceras a una soledad, de padecer un padecimiento, de llegar al centro de un idioma concebido y realizado como testimonio de un castigo”[2]

Once años después Pablo Neruda inundaría Latinoamérica con Residencia en la Tierra, libro que difícilmente consiguió quien lo editara, ya que fue considerado “oscuro” para la época, puesto que: “tiene que hablar del río que durando se destruye, de lo perdido, de lo abandonado, del llanto, de cosas rotas, de bestias podridas, de lo que se desploma de las hojas; tiene que hablar de todas esas muertes”[3].

Adentrémonos sin el paracaídas de Vicente Huidobro a estas dos poéticas, a estas soledades que juntas se sientan a gemir, que se lamen las heridas y contemplan con compasión a sus inocentes y desdichados lectores.



LA COTIDIANA OSCURIDAD DE TRILCE.

Lo cotidiano se muestra como un caminar, un viaje doloroso entre pétalos cenicientos, una angustia por las cosas que mueren alrededor, por el vapor de la lluvia al volver a las nubes, por el monótono malestar de las cerraduras.  En Trilce lo cotidiano se expresa con los recuerdos de Vallejo de su pueblo natal, evocando a sus hermanos, a su vida en el campo.  La provincia no abandona a Vallejo, pero no la provincia enmohecida cultural y socialmente de Lima, sino lo autóctono, su origen, su esencia, “En este segundo sentido, nunca en su vida Vallejo ha dejado de ser un provinciano.  No era un cosmopolita; se llevo su Perú a cualquier exilio[4].
III

(...)
    Aguedita, Nativa, Miguel,
cuidado con ir por ahí,
(...)
hacia el silencioso corral, y por donde
las gallinas que se están acostando todavía,
se han espantado tanto[5].

Pero esta cotidianidad se va trasformando en un doloroso pasar del tiempo, y este se ve subvertido, se ve traspasado por las palabras, por un nuevo orden gramatical y sintáctico, “los poemas ponen en evidencia la crisis del sujeto y el intento de encontrar una sintaxis adecuada y un lenguaje poético que corresponda a esta crisis[6];  las acciones de hoy suman ausencia para mañana, ya en el futuro nos duele el hoy, sin éste haber llegado; la mujer que limpiará el padecimiento no lo ha lavado, pero se espera que ella llegue a limpiar, a lavar las ropas, para lucir limpio, renovado al nuevo día.

VI

    El traje que vestí mañana
no lo ha lavado mi lavandera:
lo lavaba en sus venas otilinas,
(...)
y si supiera que mañana entrará
a entregarme las ropas lavadas, mi aquella
lavandera del alma[7].

El poeta hace de sus encuentros diarios, de su lento mirar, del recoger sus despojos materia de su poesía, “en vez de conceptuar tiende a conmover.  El libre fluir de las emociones corre turbador entre saltos, en dinamismo vertiginoso, sin someterse a relaciones objetivas”[8]Los once meses que duro Vallejo en la cárcel no podían pasar inéditos, ese padecimiento se va acumulando y se va manifestando poéticamente, el encierro y la soledad incrementa su dolor y hace que los recuerdos vayan llegando, golpeando con rostro de madre, hiriendo con amor de madre.

XVIII

     Oh las cuatro paredes de la celda.
Ah las cuatro paredes albicantes
que sin remedio dan al mismo número

Criadero de nervios, mala brecha,
por sus cuatro rincones cómo arranca
las diarias aherrojadas extremidades.[9]


Al ir avanzando en el libro, el sufrimiento se incrementa y Vallejo se va calando en los actos diarios, aquellos que se realizan por costumbre; estos actos se transforman en un único acto, fundamental y cotidiano, doloroso y necesario, que parte el día y los recuerdos.  Vallejo en su búsqueda con el lenguaje, se adentra en sí mismo, se torna hermético y difuso con sus nostalgias, el lenguaje se confunde con la tristeza por lo perdido, como él mismo afirma en una entrevista que le hizo Cesar González Ruano, “Pero, creo, honradamente, que el poeta tiene un sentido histórico del idioma, que a tientas busca con justeza su expresión”[10].

XXVIII

     He almorzado solo ahora, y no he tenido
madre, ni súplica, ni sírvete, ni agua,
ni padre que, en el facundo ofertorio
de los choclos, pregunte para su tardanza
de imagen, por los broches mayores del sonido[11].


A la pérdida se le suma el sentirse excluido, el no hallarse, el sentirse extraño, ajeno a su trabajo, a la gente que lo rodea, a sus acciones diarias; se ha llegado al punto de hacerlas sin que signifiquen algo, estas anécdotas profundizan por su diario acontecer, porque tocan a todas las personas, no pertenecen sólo al poeta, puesto que “la universalización de lo anecdótico personal da a esta esfera un carácter existencialmente concreto”[12].

LVI
        
    Todos los días amanezco a ciegas
a trabajar para vivir; y tomo el desayuno,
sin probar ni gota de él, todas las mañanas[13].


Esta angustia se presenta también al escribir, Vallejo al tratar de narrar se ve afectado por su lucha con el lenguaje, por buscar una forma propia de expresión, que sea acorde con sus angustias,  “fue a buscarse en una poesía que estaba al borde del abismo y que lo convertía en un réprobo”[14], así, la poesía de Vallejo echa raíces en la tierra como una forma de comunión con los demás hombres.

XLII
        
    Esperaos.  Ya os voy a narrar
todo.  Esperaos sossiegue
este dolor de cabeza.  Esperaos.

¿Dónde os habéis dejado vosotros
que no hacéis falta jamás?”


La familia y los recuerdos de infancia atraviesan el libro, Vallejo constantemente hace referencia a su infancia, como una edad de oro, pues es desgarrador cada recuerdo del poeta, cada palabra que rememora y abre zanjas en el pecho, enormes grietas por donde fluye todo el dolor por lo que se ha perdido, por lo que se ha dejado abandonado y no hay posibilidad de recobrarlo.  “Lo que nos suscita Vallejo, el tema Vallejo, es hasta qué punto la historia estrictamente individual y anodina de un hombre (...) está en capacidad de servir, nutriéndolo desde adentro, desde sus puros tuétanos, al padecimiento poético”[15].

LII

     Y nos levantaremos cuando se nos dé
la gana, aunque mamá toda claror
nos despierte con cantora
y linda cólera materna[16].


Vallejo toma la vocería para hablarle a los hombres, desde su intimidad, desde su mundo cotidiano y doloroso, trata de a darle a la poesía su propia valía, de que sus actividades cotidianas lo hermanan con los hombres, pues en su diario singular se encuentra con las acciones universales, con los sentimientos, pensamientos y emociones de los demás.  Cuando llueve en Vallejo, sus lectores se empapan; cuando anochece y su amada no está para consolarlo, para acompañarlo, toda la humanidad se encuentra sola y abandonada.

LXVIII

     Estamos a catorce de julio.
Son las cinco de la tarde.  Llueve en toda
una tercera esquina de papel secante.
Y llueve más abajo ay para arriba[17].



LA COTIDIANA OSCURIDAD DE RESIDENCIA EN LA TIERRA

En pablo Neruda lo cotidiano es palpable, cada día aparece con la lenta procesión de las cosas que van muriendo, con la angustia de estar en medio de la desolación, al despojarse de las cosas y los oficios, al alejarse de todo lo que rodea al hombre, “La angustia de ver a lo vivo muriéndose incesantemente: los hombres y sus afanes, las estrellas, las olas, las plantas en su movimiento orgánico, las nubes en su volteo, el amor, las máquinas, (...), todo lo que se mueve como expresión de vida, es ya un estar muriendo”[18].  Se presenta en Neruda el conflicto del hombre con la industria, con los avances tecnológicos, con lo moderno, con lo nuevo, que va incrementando la soledad, que va alejando al hombre de sus orígenes, de su pasado.

SISTEMA SOMBRÍO

De cada uno de estos días negros como viejos hierros,
y abiertos por el sol como grandes bueyes rojos,
y apenas sostenidos por el aire y por los sueños,
y desaparecidos irremediablemente y de pronto,
nada ha subsistido mis perturbados orígenes,
y las desiguales medidas que circulan en mi corazón
allí se fraguan de día y de noche, solitariamente,
y abarcan desordenadas y tristes cantidades[19].


En Neruda no hay una conflicto con el idioma, “sino intensificación de sus visiones y un reajuste técnico que le permite transferirlas con mayor fidelidad”[20], Neruda trasiega con el lenguaje, se aísla y lo domina, así, los días se suceden en un monótono malestar, caen como un balón escaleras abajo, en gradas que no terminan, que se suceden en la negación, desgarrando al hombre en cada amanecer; está presente el vacío, el llanto, la pérdida diaria del hombre en si mismo, en su acontecer que lo desgasta y lo desnaturaliza. 

DÉBIL DEL ALBA

El día de los desventurados, el día pálido se asoma
con un desgarrador olor frío, con sus fuerzas en gris,
sin cascabeles, goteando el alba por todas partes:
es un naufragio en el vacío, con un alrededor de llanto[21].


Lo cotidiano es un padecer, un dolor que no se intensifica, que está presente y hace parte ya del hombre, de sus pequeñas miserias, la negación hace parte de la crisis, de la desolación de lo urbano, “su modernidad se detecta en las relaciones dislocadas por una angustiosa inadaptación a la precariedad, a la insignificancia, a la intrascendencia de una vida alineada, acechada por las incertidumbres fundamentales”[22], el hombre se encuentra con su desencanto por la vida, por sus conquistas cotidianas, en la anulación de sus sueños, en la gloria de lo pequeño.

CABALLERO SOLO

El pequeño empleado, después de mucho,
después del tedio semanal, y las novelas leídas de noche en cama,
ha definitivamente seducido a su vecina,
y la lleva a los miserables cinematógrafos
donde los héroes son potros o príncipes apasionados,
y acaricia sus piernas llenas de dulce vello
con sus ardientes y húmedas manos que huelen a cigarrillo[23].


Neruda le canta a la época que le toco vivir, a su desengaño, a la tristeza que ve en sus semejantes, a todas las falencias que encuentra en si mismo; la muerte se presenta como una cotidiana dolencia, como una enfermedad a la que se sobrevive, como un estado que está presente en la vida, así, “la vida de todo lo vivo es un estarse muriendo, la existencia de lo consistente es un estarse deshaciendo”[24].

SOLO LA MUERTE

                       Hay cementerios solos,
tumbas llenas de huesos sin sonidos,
el corazón pasando un túnel
oscuro, oscuro, oscuro,
como un naufragio hacía adentro nos morimos,
como ahogarnos en el corazón,
como irnos cayendo desde la piel al alma[25].


El hombre de Residencia en la Tierra, es un hombre desarraigado, separado del mundo que habita, “tiendas inhóspitas, oficinas tumbales, peluquerías malolientes, (...), lugares envilecidos, son todos paradigmas del desamparo, infunden un frío de muerte”[26], quiere aislarse de su entorno, abandonar sus costumbres diarias, dejar las exigencias que la sociedad le impone y dejarse caer en su vacío, en la nada que lo habita.

WALKING ARAUND

No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,
vacilante, extendido, tiritando de sueño,
hacia abajo, en las tripas mojadas de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada día.

No quiero para mí tantas desgracias.
No quiero continuar de raíz y de tumba.
De subterráneo solo, de bodega con muertos,
aterido, muriéndome de pena[27].


Lo oscuro va siendo llevado en el tiempo,  el reloj caído en la eternidad, los días, los meses, los años, se van acumulando y acrecentando el dolor, la desazón y la angustia por la existencia, “la ausencia de fe sale al primer plano de la conciencia, y la visión de naufragio universal, de la muerte de todo movimiento, de la desintegración de todo ser, ya no es tan sólo la atmósfera venenosa en donde suceden los sueños poéticos de Neruda, sino que forma parte de lo que ocurre”[28],  el poeta se encuentra desterrado en su propia casa, en la ciudad que conoce; se siente extraño con su familia, con las cosas que lo acompañan y se van desgastando junto a él, en la silenciosa y agónica muerte de los relojes.

EL RELOJ CAÍDO EN EL MAR
        
Hay meses seriamente acumulados en una vestidura
que queremos oler llorando con los ojos cerrados,
y hay años en un solo ciego signo del agua
depositada y verde,
hay la edad que los dedos ni la luz apresaron,
mucho más estimable que un abanico roto,
mucho más silenciosa que un pie desenterrado,
hay la nupcial edad de los días disueltos
en una triste tumba que los peces recorren[29].


Aún hoy día, enfrentarse a esos dos libros es un proceso doloroso, que requiere por parte del lector toda entrega, una total sumisión y un dejarse llevar por palabras que hieren e imágenes que apuñalan en cada verso; son, sin duda alguna, dos libros capitales para la poesía hispanoamericana.


BIBLIOGRAFÍA

Amado Alonso.  Poesía y Estilo de Pablo Neruda.  Editorial Gredos.  Madrid.  1997.

El Espectador. Magazín Dominical. La Palabra de Vallejo. Héctor Rojas Herazo. Marzo 15 de 1992. 

El Espectador. Magazín Dominical.  Vallejo: Victima de sus presentimientos. Hans Magnus Enzensberger. Marzo 15 de 1992. 

El Espectador.  Magazín Dominical. Sobre César Vallejo. Fernando Charry Lara.  Marzo 15 de 1992. 

El Espectador.  Magazín Dominical. El poeta César Vallejo, en Madrid. César González Ruano.  Marzo 15 de 1992. 

Gutiérrez Girardot Rafael. César Vallejo y la Muerte de Dios. Editorial Panamericana.  Bogotá.  2000. 

Neruda  Pablo. Residencia en la Tierra. Editorial Oveja Negra.  Colombia.  1983.

Vallejo César. Obra Poética. Colección Archivos. Unesco. Colombia.  1988.

Yurkievich  Saúl. Suma Crítica. Fondo de Cultura Económica. México. 1997.



[1] Vallejo César.  Obra Poética.  Colección Archivos.  Unesco.  Colombia.  1988.  Pg.  163.
[2] El Espectador.  Magazín Dominical.  La Palabra de Vallejo.  Hector Rojas Herazo. Marzo 15 de 1992.  Pg  6.
[3] Amado Alonso.  Poesía y Estilo de Pablo Neruda.  Editorial Gredos.  Madrid.  1997.  Pg.  73. 
[4] Op.  Cit. Magazín Dominical.  Vallejo: Victima de sus presentimientos. Hans Magnus Enzensberger. Pg. 11.
[5] Op.  Cit.  Vallejo  César. Pg.  172.
[6]  Op.  Cit.  Vallejo Cesar.  La Temática: de Los Heraldos Negros a los Poemas Póstumos.  Pg.  583.
[7]  Op.  Cit.  Vallejo  César.   Pg.  175.
[8]  Op.  Cit.  Magazín Dominical.  Sobre César Vallejo.  Fernando Charry Lara.  Pg.  7.
[9]  Op.  Cit.  Vallejo  César.  Pg.  190.
[10] Op.  Cit.  Magazín Dominical.  César González Ruano.  El poeta César Vallejo, en Madrid.  Pg.  15.
[11] Op.  Cit.  Vallejo  César.  Pg.  201.
[12] Gutiérrez  Girardot  Rafael.  César Vallejo y la Muerte de Dios.  Editorial Panamericana.  Bogotá.  2000.  Pg.  61.
[13] Op.  Cit.  Vallejo César.  Pg.  238.
[14] Op. Cit.  Magazin Dominical.  José Miguel Oviedo.  A modo de mensaje.  Pg.  16.
[15] Op. Cit.  Magazin Dominical.  Héctor Rojas Herazo.  La Palabra de Vallejo.  Pg.  6.
[16] Vallejo  César.  Pg.  234.
[17] Vallejo  César.  Pg.  254.
[18] Op.  Cit.  Damaso Alonso.  Pg.  61.
[19] Neruda  Pablo.  Residencia en la Tierra.  Editorial Oveja Negra.  Colombia.  1983.  Pg.  40.
[20] Yurkievich  Saúl.  Suma Critica.  Fondo de Cultura Económica.  México.  Pg.  205.
[21] Op.  Cit.  Neruda  Pablo.  Pg.  15
[22] Op.  Cit.  Yurkievich Saúl.  Pg.  221.
[23] Op.  Cit.  Neruda  Pablo.  Pg.  60.
[24] Op.  Cit.  Amado Alonso.  Pg.  67.
[25] Op.  Cit.  Neruda  Pablo.  Pg.  86.
[26] Op.  Cit.  Amado Alonso.  Pg.  223.
[27] Op.  Cit.  Neruda  Pablo.  Pg.  98.
[28] Op.  Cit.  Amado Alonso.  Pg.  71
[29] Op.  Cit.  Neruda  Pablo.  Pg.  147