LA COTIDIANA
OSCURIDAD EN “TRILCE” DE CESAR
VALLEJO
Y “RESIDENCIA EN LA TIERRA” DE PABLO
NERUDA.
Por. Saúl Gómez Mantilla
La
primera impresión que produce a un lector los libros Trilce de Cesar Vallejo y Residencia
en la Tierra de Pablo Neruda es de desconcierto, de quedarse con el libro
en las manos cavilando, tratando de asimilar, de aprehender lo que el poeta ha
querido decir. La lectura de estos dos
libros es un proceso lento, que requiere entrega, un desdoblarse para
apropiarse de los poemas que aparecen oscuros, cubiertos por un manto que
apenas deja entrever algunas sombras, movimientos bruscos, aleteos y
gemidos.
En
el año de 1922 Cesar Vallejo publica Trilce,
libro que produce el silencio de la crítica, ya que ésta no tenía elementos
para abordarlo; ante este silencio afirma Vallejo: “El libro ha caído en el mayor vacío. Soy responsable de él. Asumo toda la responsabilidad de su estética”[1]. Ahora, cómo quedarían parados los lectores
con semejante libro, recibiendo golpes a cada poema, hundiéndose en la tierra, terminando con el cuerpo adolorido y los ojos
quemados, ya que con Vallejo, “Se
trata, eso si, de palparle las vísceras a una soledad, de padecer un
padecimiento, de llegar al centro de un idioma concebido y realizado como testimonio
de un castigo”[2].
Once
años después Pablo Neruda inundaría Latinoamérica con Residencia en la Tierra, libro que difícilmente consiguió quien lo
editara, ya que fue considerado “oscuro” para la época, puesto que: “tiene que hablar del río que durando se
destruye, de lo perdido, de lo abandonado, del llanto, de cosas rotas, de
bestias podridas, de lo que se desploma de las hojas; tiene que hablar de todas
esas muertes”[3].
Adentrémonos
sin el paracaídas de Vicente Huidobro a estas dos poéticas, a estas soledades
que juntas se sientan a gemir, que se lamen las heridas y contemplan con
compasión a sus inocentes y desdichados lectores.
LA COTIDIANA OSCURIDAD DE TRILCE.
Lo
cotidiano se muestra como un caminar, un viaje doloroso entre pétalos
cenicientos, una angustia por las cosas que mueren alrededor, por el vapor de
la lluvia al volver a las nubes, por el monótono malestar de las
cerraduras. En Trilce lo cotidiano se
expresa con los recuerdos de Vallejo de su pueblo natal, evocando a sus
hermanos, a su vida en el campo. La
provincia no abandona a Vallejo, pero no la provincia enmohecida cultural y
socialmente de Lima, sino lo autóctono, su origen, su esencia, “En este segundo sentido, nunca en su vida
Vallejo ha dejado de ser un provinciano.
No era un cosmopolita; se llevo su Perú a cualquier exilio”[4].
III
(...)
Aguedita, Nativa, Miguel,
cuidado con ir por ahí,
(...)
hacia el silencioso corral, y
por donde
las gallinas que se están
acostando todavía,
se han espantado tanto[5].
Pero
esta cotidianidad se va trasformando en un doloroso pasar del tiempo, y este se
ve subvertido, se ve traspasado por las palabras, por un nuevo orden gramatical
y sintáctico, “los poemas ponen en
evidencia la crisis del sujeto y el intento de encontrar una sintaxis adecuada
y un lenguaje poético que corresponda a esta crisis”[6];
las acciones de hoy suman
ausencia para mañana, ya en el futuro nos duele el hoy, sin éste haber llegado;
la mujer que limpiará el padecimiento no lo ha lavado, pero se espera que ella
llegue a limpiar, a lavar las ropas, para lucir limpio, renovado al nuevo día.
VI
El
traje que vestí mañana
no lo ha lavado mi lavandera:
lo lavaba en sus venas
otilinas,
(...)
y si supiera que mañana
entrará
a entregarme las ropas
lavadas, mi aquella
lavandera del alma[7].
El
poeta hace de sus encuentros diarios, de su lento mirar, del recoger sus
despojos materia de su poesía, “en vez
de conceptuar tiende a conmover. El
libre fluir de las emociones corre turbador entre saltos, en dinamismo
vertiginoso, sin someterse a relaciones objetivas”[8]. Los once meses que duro Vallejo en
la cárcel no podían pasar inéditos, ese padecimiento se va acumulando y se va
manifestando poéticamente, el encierro y la soledad incrementa su dolor y hace
que los recuerdos vayan llegando, golpeando con rostro de madre, hiriendo con
amor de madre.
XVIII
Oh las cuatro paredes de la celda.
Ah las cuatro paredes
albicantes
que sin remedio dan al mismo
número
Criadero de nervios, mala
brecha,
por sus cuatro rincones cómo
arranca
las diarias aherrojadas
extremidades.[9]
Al
ir avanzando en el libro, el sufrimiento se incrementa y Vallejo se va calando
en los actos diarios, aquellos que se realizan por costumbre; estos actos se
transforman en un único acto, fundamental y cotidiano, doloroso y necesario,
que parte el día y los recuerdos.
Vallejo en su búsqueda con el lenguaje, se adentra en sí mismo, se torna
hermético y difuso con sus nostalgias, el lenguaje se confunde con la tristeza
por lo perdido, como él mismo afirma en una entrevista que le hizo Cesar
González Ruano, “Pero, creo,
honradamente, que el poeta tiene un sentido histórico del idioma, que a tientas
busca con justeza su expresión”[10].
XXVIII
He almorzado solo ahora, y no he tenido
madre, ni súplica, ni
sírvete, ni agua,
ni padre que, en el facundo
ofertorio
de los choclos, pregunte para
su tardanza
de imagen, por los broches
mayores del sonido[11].
A
la pérdida se le suma el sentirse excluido, el no hallarse, el sentirse
extraño, ajeno a su trabajo, a la gente que lo rodea, a sus acciones diarias;
se ha llegado al punto de hacerlas sin que signifiquen algo, estas anécdotas
profundizan por su diario acontecer, porque tocan a todas las personas, no
pertenecen sólo al poeta, puesto que “la
universalización de lo anecdótico
personal da a esta esfera un carácter existencialmente concreto”[12].
LVI
Todos los días amanezco a ciegas
a trabajar para vivir; y tomo
el desayuno,
sin probar ni gota de él,
todas las mañanas[13].
Esta
angustia se presenta también al escribir, Vallejo al tratar de narrar se ve
afectado por su lucha con el lenguaje, por buscar una forma propia de
expresión, que sea acorde con sus angustias, “fue
a buscarse en una poesía que estaba al borde del abismo y que lo convertía en
un réprobo”[14],
así, la poesía de Vallejo echa raíces en la tierra como una forma de comunión
con los demás hombres.
XLII
Esperaos.
Ya os voy a narrar
todo. Esperaos sossiegue
este dolor de cabeza. Esperaos.
¿Dónde os habéis dejado
vosotros
que no hacéis falta jamás?”
La
familia y los recuerdos de infancia atraviesan el libro, Vallejo constantemente
hace referencia a su infancia, como una edad de oro, pues es desgarrador
cada recuerdo del poeta, cada palabra que rememora y abre zanjas en el pecho,
enormes grietas por donde fluye todo el dolor por lo que se ha perdido, por lo
que se ha dejado abandonado y no hay posibilidad de recobrarlo. “Lo
que nos suscita Vallejo, el tema Vallejo, es hasta qué punto la historia
estrictamente individual y anodina de un hombre (...) está en capacidad de
servir, nutriéndolo desde adentro, desde sus puros tuétanos, al padecimiento
poético”[15].
LII
Y nos levantaremos cuando se nos dé
la gana, aunque mamá toda
claror
nos despierte con cantora
y linda cólera materna[16].
Vallejo
toma la vocería para hablarle a los hombres, desde su intimidad, desde su mundo
cotidiano y doloroso, trata de a darle a la poesía su propia valía, de que sus
actividades cotidianas lo hermanan con los hombres, pues en su diario singular
se encuentra con las acciones universales, con los sentimientos, pensamientos y
emociones de los demás. Cuando llueve en
Vallejo, sus lectores se empapan; cuando anochece y su amada no está para
consolarlo, para acompañarlo, toda la humanidad se encuentra sola y abandonada.
LXVIII
Estamos a catorce de julio.
Son las cinco de la
tarde. Llueve en toda
una tercera esquina de papel
secante.
Y llueve más abajo ay para
arriba[17].
LA COTIDIANA OSCURIDAD DE RESIDENCIA
EN LA TIERRA
En
pablo Neruda lo cotidiano es palpable, cada día aparece con la lenta procesión
de las cosas que van muriendo, con la angustia de estar en medio de la
desolación, al despojarse de las cosas y los oficios, al alejarse de todo lo
que rodea al hombre, “La angustia de
ver a lo vivo muriéndose incesantemente: los hombres y sus afanes, las
estrellas, las olas, las plantas en su movimiento orgánico, las nubes en su
volteo, el amor, las máquinas, (...), todo lo que se mueve como expresión de
vida, es ya un estar muriendo”[18]. Se presenta en Neruda el conflicto del hombre
con la industria, con los avances tecnológicos, con lo moderno, con lo nuevo,
que va incrementando la soledad, que va alejando al hombre de sus orígenes, de
su pasado.
SISTEMA SOMBRÍO
De cada uno de estos días
negros como viejos hierros,
y abiertos por el sol como
grandes bueyes rojos,
y apenas sostenidos por el
aire y por los sueños,
y desaparecidos
irremediablemente y de pronto,
nada ha subsistido mis
perturbados orígenes,
y las desiguales medidas que
circulan en mi corazón
allí se fraguan de día y de
noche, solitariamente,
y abarcan desordenadas y
tristes cantidades[19].
En
Neruda no hay una conflicto con el idioma, “sino intensificación de sus visiones y un reajuste técnico que le
permite transferirlas con mayor fidelidad”[20],
Neruda trasiega con el lenguaje, se aísla y lo domina, así, los días se suceden
en un monótono malestar, caen como un balón escaleras abajo, en gradas que no
terminan, que se suceden en la negación, desgarrando al hombre en cada
amanecer; está presente el vacío, el llanto, la pérdida diaria del hombre en si
mismo, en su acontecer que lo desgasta y lo desnaturaliza.
DÉBIL DEL ALBA
El día de los desventurados,
el día pálido se asoma
con un desgarrador olor frío,
con sus fuerzas en gris,
sin cascabeles, goteando el
alba por todas partes:
es un naufragio en el vacío,
con un alrededor de llanto[21].
Lo
cotidiano es un padecer, un dolor que no se intensifica, que está presente y
hace parte ya del hombre, de sus pequeñas miserias, la negación hace parte de
la crisis, de la desolación de lo urbano, “su modernidad se detecta en las relaciones dislocadas por una
angustiosa inadaptación a la precariedad, a la insignificancia, a la
intrascendencia de una vida alineada, acechada por las incertidumbres
fundamentales”[22], el
hombre se encuentra con su desencanto por la vida, por sus conquistas
cotidianas, en la anulación de sus sueños, en la gloria de lo pequeño.
CABALLERO SOLO
El pequeño empleado, después
de mucho,
después del tedio semanal, y
las novelas leídas de noche en cama,
ha definitivamente seducido a
su vecina,
y la lleva a los miserables
cinematógrafos
donde los héroes son potros o
príncipes apasionados,
y acaricia sus piernas llenas
de dulce vello
con sus ardientes y húmedas
manos que huelen a cigarrillo[23].
Neruda
le canta a la época que le toco vivir, a su desengaño, a la tristeza que ve en
sus semejantes, a todas las falencias que encuentra en si mismo; la muerte se
presenta como una cotidiana dolencia, como una enfermedad a la que se
sobrevive, como un estado que está presente en la vida, así, “la vida de todo lo vivo es un estarse
muriendo, la existencia de lo consistente es un estarse deshaciendo”[24].
SOLO LA MUERTE
Hay
cementerios solos,
tumbas llenas de huesos sin
sonidos,
el corazón pasando un túnel
oscuro, oscuro, oscuro,
como un naufragio hacía
adentro nos morimos,
como ahogarnos en el corazón,
como irnos cayendo desde la
piel al alma[25].
El
hombre de Residencia en la Tierra, es
un hombre desarraigado, separado del mundo que habita, “tiendas inhóspitas, oficinas tumbales, peluquerías malolientes, (...),
lugares envilecidos, son todos paradigmas del desamparo, infunden un frío de
muerte”[26],
quiere aislarse de su entorno, abandonar sus costumbres diarias, dejar las
exigencias que la sociedad le impone y dejarse caer en su vacío, en la nada que
lo habita.
WALKING ARAUND
No
quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,
vacilante,
extendido, tiritando de sueño,
hacia
abajo, en las tripas mojadas de la tierra,
absorbiendo
y pensando, comiendo cada día.
No
quiero para mí tantas desgracias.
No
quiero continuar de raíz y de tumba.
De
subterráneo solo, de bodega con muertos,
aterido,
muriéndome de pena[27].
Lo
oscuro va siendo llevado en el tiempo,
el reloj caído en la eternidad, los días, los meses, los años, se van
acumulando y acrecentando el dolor, la desazón y la angustia por la existencia,
“la ausencia de fe sale al primer
plano de la conciencia, y la visión de naufragio universal, de la muerte de
todo movimiento, de la desintegración de todo ser, ya no es tan sólo la
atmósfera venenosa en donde suceden los sueños poéticos de Neruda, sino que
forma parte de lo que ocurre”[28], el poeta se encuentra desterrado en su
propia casa, en la ciudad que conoce; se siente extraño con su familia, con las
cosas que lo acompañan y se van desgastando junto a él, en la silenciosa y
agónica muerte de los relojes.
EL RELOJ CAÍDO EN EL MAR
Hay
meses seriamente acumulados en una vestidura
que
queremos oler llorando con los ojos cerrados,
y
hay años en un solo ciego signo del agua
depositada
y verde,
hay
la edad que los dedos ni la luz apresaron,
mucho
más estimable que un abanico roto,
mucho
más silenciosa que un pie desenterrado,
hay
la nupcial edad de los días disueltos
en
una triste tumba que los peces recorren[29].
Aún
hoy día, enfrentarse a esos dos libros es un proceso doloroso, que requiere por
parte del lector toda entrega, una total sumisión y un dejarse llevar por
palabras que hieren e imágenes que apuñalan en cada verso; son, sin duda
alguna, dos libros capitales para la poesía hispanoamericana.
BIBLIOGRAFÍA
Amado
Alonso. Poesía y Estilo de Pablo Neruda.
Editorial Gredos. Madrid. 1997.
El Espectador.
Magazín Dominical. La Palabra de Vallejo.
Héctor Rojas Herazo. Marzo 15 de 1992.
El Espectador.
Magazín Dominical. Vallejo: Victima de sus presentimientos. Hans Magnus Enzensberger. Marzo 15 de 1992.
El
Espectador. Magazín Dominical. Sobre
César Vallejo. Fernando Charry Lara.
Marzo 15 de 1992.
El Espectador. Magazín Dominical. El poeta César Vallejo, en Madrid. César González Ruano. Marzo 15 de 1992.
Gutiérrez Girardot
Rafael. César Vallejo y la Muerte de Dios.
Editorial Panamericana. Bogotá. 2000.
Neruda Pablo. Residencia
en la Tierra. Editorial Oveja Negra.
Colombia. 1983.
Vallejo César.
Obra Poética. Colección Archivos. Unesco.
Colombia. 1988.
Yurkievich Saúl. Suma
Crítica. Fondo de Cultura Económica. México. 1997.
[1] Vallejo César. Obra Poética. Colección Archivos. Unesco.
Colombia. 1988. Pg.
163.
[2] El Espectador. Magazín
Dominical. La Palabra de Vallejo.
Hector Rojas Herazo. Marzo 15 de 1992.
Pg 6.
[3] Amado Alonso. Poesía y Estilo de Pablo Neruda. Editorial Gredos. Madrid.
1997. Pg. 73.
[4] Op. Cit. Magazín
Dominical. Vallejo: Victima de sus presentimientos. Hans Magnus Enzensberger. Pg. 11.
[5] Op.
Cit. Vallejo
César. Pg. 172.
[6]
Op. Cit. Vallejo Cesar. La Temática: de Los Heraldos Negros a los
Poemas Póstumos. Pg. 583.
[7] Op. Cit.
Vallejo César. Pg.
175.
[8] Op. Cit.
Magazín Dominical. Sobre César
Vallejo. Fernando Charry Lara. Pg. 7.
[9] Op. Cit.
Vallejo César. Pg.
190.
[10] Op. Cit. Magazín Dominical. César González Ruano. El poeta César Vallejo, en Madrid. Pg.
15.
[11] Op. Cit. Vallejo
César. Pg. 201.
[12] Gutiérrez Girardot Rafael.
César Vallejo y la Muerte de Dios.
Editorial Panamericana. Bogotá. 2000.
Pg. 61.
[13] Op. Cit. Vallejo César. Pg.
238.
[14] Op. Cit. Magazin
Dominical. José Miguel Oviedo. A modo de mensaje. Pg.
16.
[15] Op. Cit. Magazin
Dominical. Héctor Rojas Herazo. La Palabra de Vallejo. Pg. 6.
[16] Vallejo César. Pg.
234.
[17] Vallejo César. Pg.
254.
[18] Op. Cit. Damaso Alonso. Pg.
61.
[19] Neruda Pablo. Residencia en la Tierra. Editorial Oveja Negra. Colombia.
1983. Pg. 40.
[20] Yurkievich Saúl. Suma Critica.
Fondo de Cultura Económica.
México. Pg. 205.
[21] Op. Cit. Neruda
Pablo. Pg. 15
[22] Op. Cit. Yurkievich Saúl. Pg. 221.
[23] Op. Cit. Neruda
Pablo. Pg. 60.
[24] Op. Cit. Amado Alonso.
Pg. 67.
[25] Op. Cit. Neruda
Pablo. Pg. 86.
[26] Op. Cit. Amado Alonso.
Pg. 223.
[27] Op. Cit. Neruda
Pablo. Pg. 98.
[28] Op. Cit. Amado Alonso.
Pg. 71
[29] Op. Cit. Neruda
Pablo. Pg. 147