SIGLO XXI, ESCUELA Y POESÍA.
Por: Saúl Gómez Mantilla
La poesía es uno de
los géneros literarios más descuidados en la escuela, ya que la lectura de
poemas se limita a los fragmentos que aparecen en los libros escolares, sin
tener una cercanía directa, una lectura de un libro de poemas como tal. Leer poesía
es algo que causa miedo en el colegio, porque se teme encontrar un lenguaje
ajeno a nuestra cotidianidad, a nuestra habla diaria, a palabras extrañas,
misteriosas, a imágenes complejas, a una sintaxis ajena; tal vez por eso, se
omiten este tipo de lecturas, porque se teme desorientar, generar extrañeza en
los niños, niñas y jóvenes. Pero, es el maestro quién más confundido se puede
sentir, al intentar interpretar o develar ese lenguaje bello y extraño.
Esta ausencia de poesía
en el aula se debe a que muchos de los maestros no son lectores de este género,
dedicándose a transmitir los lugares comunes acerca del poema, definiéndolo
como aquel escrito que presenta rima y metro, o afirmando que el autor es un
hombre con un alma melancólica, que cuando se inspira, cuando tiene sus
momentos de elevación, escribe esos poemas, a esto se suma la idea de los poemas
como un arte para minorías elevadas, ajenas a la voz sencilla y humilde de los
niños y niñas.
Lo cierto, es que la
literatura en general, está más allá de los libros, se leen películas,
imágenes, canciones, el entorno, etc. Su
contacto diario es una actividad que nos compete profundamente, porque no se
trata de buscar una función social en la literatura, de encontrarle una
determinada utilidad, sino de hacernos más sensibles mediante la palabra, de
encontrar frases, sentimientos, recuerdos, teorías, pensamientos, que nos
hermanan, que hacen del hombre un individuo que a lo largo de la historia busca
su esencia a través del arte. Carlos Lomas nos habla de la necesidad de que
exista una Educación poética en la escuela, la cual: “debe
enseñar los conocimientos, las habilidades y las actitudes que favorecen el
aprecio de la poesía”[1], y
la literatura, ya que esta aporta elementos para indagar el mundo y la
condición humana.
La lectura y
escritura de poesía debe plantearse como una actividad que no sea ajena a la
vida, que el colegio, y los conocimientos que se imparten allí, no vayan en
contravía de nuestros intereses y deseos, ya sean estos económicos, artísticos,
políticos, entre otros. La lectura es el motor de nuestras búsquedas
artísticas, intelectuales, laborales y demás inquietudes que nos atañen al
hablar de los años posteriores al colegio.
Ernesto Sábato, en su ensayo Sobre
algunos males de la educación,
afirma con respecto a su etapa escolar: “puedo garantizar que ya olvidé en forma casi total lo que me inyectaron
a lo largo de mis estudios primarios y secundarios, como paradójico resultado
de querer enseñarnos todo”[2]. Si recordamos nuestros años de colegio,
tenemos algunas lecturas que todavía llegan a nosotros como ráfagas de sueño,
como recuerdos de adolescencia no limitados todavía por el mundo y sus embates.
LA POESÍA,
TAN ANTIGUA COMO LA MEMORIA.
¿Por qué y cómo
surge la poesía? Poema, poética, poetizar, qué son esas palabras a las que
tanta importancia se les da. ¿Es nuestra época hija de la poesía? Creo que sí. ¿Puede
nuestra vida sustraerse de ella? Creo que no. Así nunca hayamos leído un libro
de poesía, o un clásico de la literatura, ignoremos quién es el autor o la
época en que fue escrito, la poesía nos atraviesa y afecta nuestras decisiones,
porque se nutre del lenguaje, que es un mecanismo de uso diario, cotidiano, que
nos permite ser y estar en nuestra comunidad, convivir con el otro y
comunicarnos de manera asertiva. Porque nuestra cotidianidad está llena de poesía,
de literatura, a diario escuchamos expresiones como: me armé de coraje; mi corazón está en llamas; el tiempo es oro; ella
está en la flor de la vida; toqué el cielo con las manos; estoy hecho polvo;
llegó sangre nueva. Todas las anteriores y muchas más, son metáforas,
lenguaje figurado para expresar sentimientos y sensaciones. Pero, de dónde
surge este lenguaje figurado, estas historias extrañas, misteriosas.
Desde tiempos
remotos el hombre ha buscado expresarse, para ello inventó el lenguaje, las palabras,
les dio nombre a las cosas, a todo aquello que veía. Pero cuando quería nombrar algo que se
desconocía, que no tenía forma o no era tangible, cómo logró hacerle saber a
los otros de esas sensaciones, la respuesta fue la poesía: el lenguaje llevado
a su estado máximo de belleza y asombro. Ese lenguaje nos sirve para
representar a través de historias, conceptos abstractos como el amor, el temor,
la felicidad, el dolor, la paz, la libertad, que no tienen un aspecto físico,
una forma determinada, ya que como idea, cada persona intenta darle una forma
física, representable, que pueda verse y tocarse; pero al hallarse perdido en
el intento, la literatura surge para que el concepto sea representado a través
del lenguaje.
Porque
la literatura, la poesía, no es información, es asombro y descubrimiento. Desde
libros tan antiguos como El Gilgamesh, escrito hace más de cinco mil años, en
el que un héroe se enfrenta a dioses y monstruos en su búsqueda de la
inmortalidad, lucha contra los hombres escorpión, contra gigantes o un toro que
desciende del cielo; Gilgamesh realiza un viaje fantástico para salvar a su
amigo Enkidu, llega hasta donde vive el
único hombre sobreviviente del diluvio, Utnapishtim, para que le diga cómo no
morir, Gilgamesh consigue una planta que le otorgará nuevamente la juventud,
pero la pierde a manos de una serpiente, de allí la creencia que las serpientes
al cambiar de piel recobren su juventud. Al final de sus años, Gilgamesh
escribe su historia en las murallas de la ciudad de Uruk, actual Irak. Ciudad
en la que se han encontrado tablillas de barro que narran esa historia, que
finaliza con la escritura de la misma y nos hace preguntar: ¿existió el héroe
Gilgamesh?
Más conocida por
nosotros son las aventuras de Aquiles en la guerra de Troya, y de Odiseo en su
travesía de diez años para regresar a su amada Ítaca. En esas historias,
hombres astutos, fuertes y dotados de cualidades especiales, se enfrentan por
una bella mujer, Elena, durante diez años de guerra, hasta que la figura de un
caballo de madera pone fin a esa espantosa guerra. Uno de sus sobrevivientes,
Odiseo, al injuriar al dios Poseidón, debe vagar otros diez años en el mar,
perder a toda su tripulación y enfrentarse a ciclopes, sirenas, lestrigones y lotófagos,
sobrevivir a Escila y Caribdis, para regresar a lado de su amada Penélope,
después de veinte años fuera de su país natal, Ítaca.
Tenemos
un universo de deidades de todas las culturas y razas que son proclives a la
poesía. Odín, el dios padre de los nórdicos, en su afán por conocerlo todo, se
cuelga de cabeza durante nueve días en una rama del fresno Ygdrassil, para
concebir las runas, el lenguaje secreto del mundo, un alfabeto con el cual
poder nombrar el mundo. Además, entregó uno de sus ojos a la fuente de Mimir
para poder beber de las aguas de la sabiduría y conocer el pasado, el presente
y el futuro. Con ese lenguaje se escribieron las eddas o sagas nórdicas y es
por medio de la poesía que conocemos de Thor, Freya y Loki; quien no era
hermano de Thor, sino un gigante que tenía la habilidad del lenguaje para
confundir y la posibilidad de transformarse Loki tenía tres hijos: el lobo
gigante Fenris, que en el Ragnarok o fin del mundo nórdico, vencerá a Odin; la
serpiente de Midgard, quien acabará con la vida de Thor; y la diosa del
infierno o Hellheim, Hela quien construye un barco con las uñas de los muertos
para llevar los ejércitos de gigantes a la lucha final que acabará con el árbol
Ygdrassil, en cuyas raíces están los nueve mundos, incluido el nuestro,
Midgard, el hogar de los hombres.
Incluso la poesía,
le ha dado forma al horror, a los mayores temores como el infierno, que Dante
logró representar de forma magistral en la Divina Comedia, ese descenso por el
infierno, un cono invertido como producto de la caía de Luzbel, los castigos y círculos que describe,
permanecen latentes en el imaginario colectivo; sus guardines, como el rey
Minos, quien luego de escuchar los pecados de las almas los ubica en un
círculo; la ciudad de Dite, hogar de las almas de los herejes; o el último
círculo, que está congelado y alberga a los traidores. También creo el ascenso
a la montaña del purgatorio y los diferentes castigos que deben sufrir las
almas para ganar el cielo, todos esos pasajes subsisten en el habla cotidiana.
Así como la jerarquía celestial, los coros de ángeles y de santos que moran en
el paraíso, un lugar abstracto que cada persona imagina, son producto de la
literatura.
Todas
estas historias y muchas más han llegado a nosotros a través de la poesía, ya
que antiguamente se creía que, si un texto debía perdurar en el tiempo, debía
ser escrito bellamente. Ya que esta forma lograba que las historias fueran
perennes, así como nuestra mitología, el bello legado de los pueblos indígenas
de Latinoamérica y su libro emblemático, el Popol Vuh, que da cuenta de la
creación del mundo maya, de sus dioses y sus héroes, de los gemelos Hunahpú e Ixbalanqué, su descenso al mundo
oscuro de Xibalba; así como las historias de los muiscas, de Bochica y Bachue,
de la creación del salto del Tequendama, de la chicha, el maíz y la yuca que
encarnaban el mito de Yurupari. No hay acaso forma más bella de contar una
historia, de compartirla a nuestros amigos y familia que a través de la
creación literaria.
Incluso
en la biblia, en textos como el libro de Job, el Cantar de los cantares, el
Eclesiastés, el Génesis, están impregnados de la belleza del lenguaje, porque
esas historias son contadas de una forma hermosa, para que el lector crea en
eso que lee, ya que el asombro por la forma de narrar hace que los textos se
recuerden y sean citados. Desde el mismo Génesis, la palabra es la fuerza de
una idea de mundo, la palabra crea las cosas que existen y se hace carne, en la
biblia, dios no tiene una forma, tiene palabras y esas palabras siguen guiando
la vida de muchas personas en el mundo, al igual que otros libros sagrados como
la Torá, el Coran, el Bhagavad-gītā, entre otros.
SIGLO
XXI, COLEGIO Y POESÍA.
Y
qué tiene que ver todo esto con un niño o niña, joven o adolescente, en el
siglo XXI, en una ciudad capital, llena de oportunidades y fracasos. Solo para
recordar, cuando suben al transporte público, alguien canta o rapea, cuenta una
historia, narra su vida, no hay allí una búsqueda con el lenguaje, con la literatura.
Incluso en la televisión, en programas cargados de lugares comunes e historias
de superación de las que conocemos el final apenas ha iniciado, donde niños de
origen humilde cantan y son aclamados y brotan lágrimas al sensibilizarnos con
esas historias. Algo de belleza habita en esta ciudad de concreto y humo,
existe una necesidad por eternizar un momento, porque las palabras den cuenta
de un instante para recordarlo siempre.
Considero
que las nuevas generaciones son románticas, no por cantarle al amor, sino por
luchar por sus sueños, por levantarse ante las adversidades, por manifestarse y
oponerse a lo que consideran una injusticia, por hacer que su voz se escuche,
como los gritos de los jóvenes en contra de los corridas de toros, la búsqueda
de la equidad laboral y social de las mujeres, el respeto a las decisiones de
nuestra identidad sexual, de las diversas formas de amar, como las dicta el
corazón; son expresiones románticas, dignas de ser cantadas, de ser
transformadas en eso que llamamos literatura.
Porque
la poesía y la vida no son dos cosas distintas, aunque parezcan lejanas, y ajenas
en su lenguaje cotidiano. Porque cuando no podemos expresar un sentimiento,
cuando sentimos que las palabras se quedan cortas para nombrar algo, allí es
fundamental la poesía, se hace necesaria, pero ella no llega de manera
gratuita, hay que ser digno de ella, se requiere preparación, entrega. Si se
quiere ser escritor, artista, se debe estudiar, conocer el arte, la historia,
se debe leer antes de escribir, se debe corregir antes de publicar, para que
las palabras digan lo que queremos decir, y no lo que la sociedad nos impone a
través de los medios de comunicación. Como nuestros Nairos, Falcaos, Marianas,
Katherines, quienes se entrenaron y se entrenan para lograr sus triunfos,
detrás de las cámaras hay disciplina, hay pasión por alcanzar los sueños, hay
esfuerzo, dedicación, un trabajo diario. Así lo exige la poesía, porque todos
nuestros sueños requieren tiempo, entrega, para ser dignos de ellos, sino serán
esquivos y buscaran a otros soñadores, más entregados y sedientos.
La experiencia literaria, el leer y
escribir poesía, es una actividad que se debe explorar más en el colegio, ya
que la niñez y la adolescencia son las etapas más indicada para acercarse a los
poemas, sea con juegos de palabras, adivinanzas o descripciones; en la etapa
escolar los sentidos están prestos y dispuestos a una entrega, a una
posibilidad de expandir la vida, es el espacio de la sensibilidad, del
enamoramiento, del despertar al mundo a la espera de una experiencia que marque
la vida, que transforme al hombre o la mujer y haga de él y ella, un ser
sensible, movidos más por necesidades espirituales que por intereses
económicos. Leer y escribir poesía es una forma de abrirnos a un sin número de
experiencias que en apariencia pueden permanecer ocultas. La educación poética
abre a un diálogo con el tiempo, que nos muestra diversos estilos de vida,
formas de entender y de relacionarnos con el mundo.
LEER Y ESCRIBIR POEMAS.
A partir de la lectura de poemas,
de un libro como obra central, los estudiantes se ubican en un tiempo y un
espacio, analizan las diversas formas de nombrar un suceso o una emoción, reflexionan,
dan su opinión y posición al sentir o expresar algo similar; de modo que la
poesía les permite ser en medio del mundo, les permite vivir situaciones
extremas, tiernas, difíciles, etc., a través de la escritura pueden generar
autocriticas y propiciar el diálogo con los compañeros estableciendo relaciones
entre la lectura, la escritura y la vida cotidiana.
En
los poemas y otros textos se reflexiona sobre las relaciones humanas, las
diversas formas de ver y de entender el mundo, que se relacionan con la
cotidiana diversidad que se vive en el colegio, el barrio y la ciudad, de modo
que las lecturas posibiliten ver la diferencia étnica, cultural y social como
una riqueza que permite ampliar la idea del ser humano que forja su identidad a
partir de la diferencia y del comprender al otro.
Por
ello es fundamental el conocimiento
de las herramientas que posibilitan la poesía, la creación literaria y que
permitan un ejercicio lector más crítico, que permita analizar la forma y el
contenido de un poema o de un texto literario. Conociendo las formas, los
estudiantes pueden crear con mayor seguridad, ya que el proceso de escritura
surge de la imaginación sustentada en el dominio de los elementos de la
escritura creativa. Estas herramientas dan mayor seguridad a la hora de
enfrentarse a la hoja en blanco y de asumir los diversos ejercicios de
escritura que se exploran durante el taller.
Teniendo
al lenguaje como herramienta fundamental de la creación literaria, se explorarán
los elementos gramaticales, las figuras literarias, que permitan la
comunicación y la belleza a través de la palabras, de modo que el habla
cotidiana se nutra de las lecturas y del léxico aportado en los textos leídos,
para dar cuenta del mundo y de la imaginación, que puede ser desbordada en la
medida que se cuente con el bagaje lexical que permita nombrar aquello que se
quiere; y no sea el lenguaje una limitación, sino una fortaleza que se ejercita
en el día a día, a través de las relaciones con los demás.
Para
los jóvenes es tan importante el formato en el que es publicado el poema
escrito, como el poema en sí, por ello se pueden plantear diversidad de
publicaciones, como fanzines, en origami, en gran formato o como libros
plegados. En este caso, el objeto que contiene el poema se convierte en un
detonante, allí debe haber algo escrito, son necesarias las palabras, las
texturas, los colores, para que el objeto libro sea más llamativo. Aquí la
poesía y la plástica se unen para que la creación sea más dinámica y a la vez
entretenida, para que la escritura sea pensada para un formato.
Desde el ámbito ciudadano,
la poesía y la literatura permite relacionarnos con otras personas, a través de
sentimientos, historias y personajes que tienen vivencias particulares que
permiten reflexionar sobre temas como la tolerancia, el respeto, la libertad,
sin caer en moralejas o enseñanzas fáciles. La profundidad que ofrece la
literatura sobre los temas humanos y sobre el hombre inmerso en una sociedad,
permite vernos como partes de un todo, que interactúan con otros en busca de
lazos de convivencia sana, en dónde el ser justo y correcto sea una búsqueda,
sin dejar a un lado el trabajo con el lenguaje para crear textos bellos en su
contenido y forma.
La lectura y escritura de
literatura, los ejercicios de creación en los que sus autores piensan y por
medio de las palabras actúan en un entorno específico, permite reflexionar
sobre los actos y las palabras que allí aparecen, de modo que los lectores se
convierten en espectadores de un sentimiento, una emoción, un recuerdo, del que
pueden opinar, dando su punto de vista sostenido por argumentos y afirmaciones
sobre lo que considera correcto o no, permite la generación de criterio y de
confianza y crítica en torno a la sociedad en que vivimos y la forma como nos
relacionamos en ella. Los y las estudiantes pueden a través de la lectura y la
escritura entender al otro, vivir situaciones difíciles y reflexionar sobre las
mismas, a partir de las diferentes formas de ver el mundo y de re-pensar las
relaciones sociales.
Incluso, la lectura y la escritura permiten estar en diversas posiciones, la del
autor, del espectador y del protagonista o narrador de una historia. De modo
que los y las estudiantes pueden ser y estar en diversas posiciones e
interactuar a partir de ellas, asumiendo y entendiendo la posición del otro,
concibiendo la diferencia como punto fundamental de la sociedad y de las
relaciones humanas.
Y
en el siglo XXI, partiendo de las diversas formas de leer un texto y concibiendo al mundo
como un gran libro que leemos a diario, se puede explorar la poesía y la
creación literaria desde la imagen y los sonidos, desde las texturas y los
sabores, de modo que el ejercicio de leer y de crear no está supeditado al
lápiz y al papel, sino que se nutre de la tecnología y las formas cómo creamos
historias, sean escritas o no, entendiendo la comunicación como un texto que se
lee y a las personas y cosas que nos rodean como sujetos y objetos que son
susceptibles de ser leídos y escritos.
Leer y escribir poesía en el mundo actual es una forma de acercarse a otros tiempos y otras
culturas, para observar, mediante la palabra, cómo las personas, en este caso
los poetas, experimentan el mundo, su cotidianidad y su sensibilidad a través
de la poesía misma. El ejercicio de leer
y escribir poemas también es un ejercicio de reflexión sobre la creación misma
y sobre el yo, porque a través del lenguaje se reflexionan sobre el acto poético,
sobre la creación, el autor y su lector, es traer a cuenta una tradición que no
tiene lengua ni cronología específica, es un intento por vivir acorde con
nuestra época y sus exigencias a través de la palabra, también, tomando las
famosas palabras de Octavio Paz, al leer y escribir poesía en la escuela se
intenta “transformar la vida en poesía más que hacer poesía con la vida”.