ÁRIDOS
PAISAJES DE LA MEMORIA
Miyer Fernando Pineda
Saúl Gómez Mantilla enseña que el transeúnte es el
camino; lo cotidiano se aprecia desde
una orilla inédita; la inocencia es irónica y la infancia ha quedado suspendida
(Rostro que no se encuentra). “Si todo recuerdo está perdido toda noche es
imposible” “y todo poema”, dice el poeta, y entonces la búsqueda del ser que
somos se cobija ante la sombra de Mnemósine. Y Orfeo en el fondo, el poeta
destrozado por una versión malsana de las Ménades; ya no son las seguidoras de
Dioniso sino las fundadoras de la distopía; en nuestro reino las Ménades han
destrozado a Dioniso, y para ellas la poesía o el pensamiento son demasiado
peligrosos. A los sobrevivientes nos corresponde llevar el pequeño conteo de
los gritos. En la poesía de este libro se resguarda el ser nostálgico; el
lector se ve envuelto en la palabra que reverdece como lo hace la hierba en la
estación lejana, detenida en el tiempo de la espera, “desechando lo obsoleto” (Basquiat) porque a
pesar de todo, no existe la derrota (…Y el mar), una de tantas lecciones que
nos da el olvido.
Dentro de las poéticas que atraviesan las geografías
de Colombia, la de Saúl Gómez es especial por el peso y la atención que le
presta a los sinuosos cauces de la memoria; la Antología ÁRIDOS PAISAJES DE LA MEMORIA (2017) ausculta esos
abismos del dolor y de la ausencia que ha producido la guerra en nuestro reino.
Saúl Gómez carga con las palabras de la víctima; es responsable del baúl que
resguarda los sueños y la dignidad de los muertos de nuestro país; su poesía
nos dice que morimos con ellos y que estamos condenados a vivir muchas muertes
porque nuestra respiración es una lección del olvido para resguardar su
memoria.
El poeta como viajero inmóvil reflexiona los límites
del reino y sus fábulas en las que se filtra el recuerdo; si en otras
tradiciones el álamo blanco es un signo de Mnemósine, en el reino fabulado de
Saúl Gómez, se trata del cují, de la acacia, en cuya sombra Orfeo despedazado
escucha la música del mundo. Es probable que existan más poetas quienes han
tenido que ver la muerte a través de los ojos de sus hermanos y amigos, quizás
los sueños de estos seres sobrevuelen la poesía de los vivos, quizás su
silencio demoledor taladre nuestros pasos, y luego a medida que concluye
nuestro viaje, nos señalen junto a ellos un sitio para descansar.
ÁRIDOS PAISAJES DE LA MEMORIA
Santiago Espinosa.
Existe
sin embargo otro peligro, más silencioso pero igualmente alarmante, y es que la
escritura no cumpla su función de cultivar una memoria. Que las palabras de los
sobrevivientes rueden sin peso por las pantallas, como vidrios o cáscaras
rotas. Esto es especialmente alarmante en un país como Colombia, donde tenemos
que escuchar a los fantasmas para restituirles su voz en el presente. Saúl
Gómez Mantilla, aún en el viaje y la movilidad de sus asuntos, ha querido que
la vida, su vida y la vida de los otros, encuentre en las palabras su medida y
su significado. Y así es que busca huellas de lo que fue, o del que nunca
volvió. Rostros y huidas. “Sólo lo que
es esquivo vale la pena perseguirlo”, nos dice, como quien ha protegido una
memoria con morosidad y silencio, como el poeta que a solas, sin esperar nada a
cambio, mira crecer su árbol al otro lado las páginas.
ÁRIDOS PAISAJES DE LA MEMORIA
Juan Camilo Lee Penagos
Entre la palabra y la realidad se alza un abismo. A
esas honduras caen tantas cosas que, al chocar con el fondo, suenan como una
palabra sorda, un poema, como la música del olvido. Y allí también está el
cuerpo, como parte sintiente de ese abismo. Los poemas de Saúl pretenden
comunicar esa música inaudible, ese olvido del mundo que recorre las venas, que
duele en el pasado, que constituye, en últimas, la vida. Saúl apunta a la
sencilla exactitud de los momentos íntimos en donde los seres sufren el tiempo:
calca con palabras el mapa del dolor, la imposibilidad del recuerdo. Y allí,
cuando la destreza del poeta logra definir una silueta, una forma, aparece una
niebla densa para recordar que la vida es otra cosa: algo que siempre, siempre
duele más. Y luego nos damos cuenta que Saúl ha elegido la transparencia de sus
poemas precisamente para convocar esa niebla. Para magnificar la oscuridad de
la vida, Saúl crea poemas de palabras casi transparentes: en sus poemas el
recuerdo es apenas una silueta que se define contra la inmensidad sofocante del
olvido.
ÁRIDOS PAISAJES DE LA MEMORIA
Fredy Yezzed
Buenos Aires, enero de 2017
Áridos
paisajes de la memoria de Saúl Gómez Mantilla es una obra tocada por el
dolor y el desamparo, pero también por el amor y la esperanza. De los poetas
nacidos en la década del setenta en Colombia es, quizá, el que más se adentra
en la oscuridad de su país. La tragedia, lamentablemente, ha tocado a la puerta
de su generación y él ha sabido soportarla e interpretarla con paciencia y
lucidez. “Venimos desde las vastas praderas a compartir tu sollozo”, le dice al
amigo asesinado. Su poesía es un complejo entramado de ausencias y de belleza
que no hace otra cosa que sembrar el gran árbol de la reconciliación y la
Memoria.