sábado, 8 de julio de 2017

EL CONFLICTO ENTRE EL POETA Y LA SOCIEDAD EN LA POESÍA DE CHARLES BAUDELAIRE

EL CONFLICTO ENTRE EL POETA Y LA SOCIEDAD
EN LA POESÍA DE CHARLES BAUDELAIRE


Por: Saúl Gómez Mantilla

Charles Baudelaire es considerado el poeta moderno por excelencia, y se ha llegado a clasificar como un poeta del mundo moderno, pero ser un poeta moderno y ser un poeta en el mundo moderno son consideraciones que se alejan entre sí.   Baudelaire abre con su obra las posibilidades para que la poesía encuentre su realización en una sociedad dominada por la mentalidad burguesa*, donde priman los intereses económicos y la idea de progreso alejada de la realización espiritual del hombre.    Baudelaire es el poeta pionero,  quien  alcanza a ver cómo será la poesía en una época donde el hombre ha sido cosificado y su vida está determinada por la economía de mercado, por su producción dentro de una sociedad marcada por la división del trabajo.  En palabras de Arthur Rimbaud, Baudelaire es: “el primer vidente, rey de los poetas, un verdadero Dios”[1].

En Las flores del mal y en los Pequeños poemas en prosa Baudelaire nos muestra al poeta en la vida moderna, al poeta en una sociedad donde no tiene cabida, pues su producción no es aprovechable facticamente por la sociedad a la que pertenece.  Por lo tanto en la obra de Baudelaire vemos a un poeta sin asidero, paria en su ciudad y rechazado por el mundo en que vive,  y que a su vez rechaza el mundo en que vive.  En palabras de Baudelaire esta idea de progreso es: “progresiva decadencia del alma y progresivo predominio de la materia”[2].

Entendemos por la palabra moderno: “que ha sucedido recientemente”, para Baudelaire significa en palabras de Félix de Azúa “lo que todavía no es, lo insólito[3]. En el libro El pintor de la vida moderna, Baudelaire plantea lo que entiende por moderno: “lo que pueda contener de poético dentro de lo histórico, de extraer lo eterno de lo transitorio”[4].  De esta forma la poesía y el arte en general para lograr su realización deben nacer de la eternidad presente en las cosas efímeras, el poeta debe escudriñar y encontrar lo eterno en el mundo que lo rodea, y más aún, en la sociedad en la que no tiene cabida, ya que en palabras de Baudelaire esta escisión es irreconciliable: “la poesía y el progreso son como dos hombres ambiciosos que se odian mutuamente.  Cuando se encuentran en el mismo camino, uno u otro debe ceder el paso”[5].

Un rasgo importante que se presenta en la poesía de Baudelaire es la despersonalización, porque “la palabra lírica ya no nace de la unidad de poesía y persona empírica”[6], el yo del poema es un sujeto alejado de quien escribe los poemas. Estos no hacen referencia directa a una experiencia personal; el distanciamiento entre el poeta y el poema es consecuencia del alejamiento del poeta con su sociedad, pues su único punto de encuentro es a través del poema. 



En el poema Bendición, Baudelaire une la simbología religiosa a temas no religiosos.  En él plantea que: “por orden de fuerzas supremas, / el poeta aparece en este mundo hastiado[7].  Baudelaire nos presenta al poeta como un ser designado por los dioses con un destino especifico, no como un ser que se hace a sí mismo, sino como un ser tocado o iluminado.  A esto le sigue la idea del spleen,  planteada en el poema introductorio “al lector”, pero este hastío ha abarcado al mundo y no sólo es condición del hombre, también de la naturaleza.  Es interesante la analogía que hace Baudelaire del poeta con Cristo, pues ambos vienen al mundo a sufrir, a darse a los demás y este sufrimiento y entrega les dan su salvación.  Baudelaire toma la concepción cristiana del mesías porque, a la manera de Cristo, el poeta nace de una madre elegida entre todas las mujeres pero, a diferencia de Maria, esta mujer sí tuvo una “noche de placeres efímeros / en que mi vientre concibió mi castigo[8].  La madre del poeta es la primera que lo rechaza, ya que ella prefiere haber “concebido un nido de víboras[9].  Ella odia a Dios por lo que considera un castigo y  trata de arruinar la vida de su hijo, pero éste, protegido por un ángel, “se embriaga de sol / y  todo cuanto bebe y todo cuanto come / se trueca en ambrosía y en rojo néctar[10], logrando su destino a pesar del mundo que lo rodea. 

En el poema, las personas que rodean al poeta ensucian su alimento, a la manera de la comunión, El pan y el vino que le ofrecen está sucio, ha sido profanado.  El poeta se encuentra cercado por el mundo donde vive, su madre lo odia,  las personas a las que quiere amar desean su caída y su esposa espera el momento oportuno para clavarle sus uñas en el corazón.  Pero, el poeta a la manera de Cristo ama el sufrimiento y sabe que Dios tiene un sitio para él, pues en un mundo moderno, dominado por los intereses terrenales, el poeta con su mirada en lo etéreo y su sufrimiento, tiene ganado un sitial en el cielo.   Este cielo es poco para las ambiciones y deseos del poeta,  “los metales ignotos, las joyas del mar, / aunque por tu mano montadas, no bastarían / para esta corona deslumbrante y clara[11],  Allí se presenta la diferencia del poeta con Cristo, pues su corona, su diadema está hecha “con la luz más pura obtenida del fuego de los santos rayos primitivos[12],  el poeta pertenece a un más allá que no se determina, perteneciente a las alturas celestes.



Esta idea del poeta como ser que habita las alturas la desarrolla Baudelaire en el poema El albatros. En el poema se hace la analogía del poeta con el ave, una característica interesante es que el albatros sólo se acerca a la tierra para engendrar. Así mismo, el poeta se acercará a la tierra para cumplir con su función biológica de procrearse.  Baudelaire se centra en cómo el poeta en este medio es agredido “Uno con su pipa le quema el pico, / otro, cojeando, remeda al lisiado que volaba[13].  Cómo su condición del rey de las alturas no es valorada en la tierra y cómo ésta cualidad es objeto de burlas y es poco practica en el mundo moderno “Que débil es  y qué inútil el alado viajero[14].  No es el caso cuando se encuentra en el esplendor de su vuelo,  allí es el rey.  Para Baudelaire el poeta está destinado a las alturas, pero mientras se encuentra en la tierra “sus alas de gigante le impiden volar”. 

Otro rasgo importante en la obra de Baudelaire es la nueva mirada o el nuevo tratamiento que da a los temas.  Crea una estética propia que consiste en hacer bello lo desagradable, “el privilegio maravilloso del arte consiste en que al expresar artísticamente lo feo lo convierta en bello y que el dolor ritmado y articulado llene el alma de plácida satisfacción”[15].  Rasgo que se percibe claramente en los poemas la musa enferma, y la musa venal.  Baudelaire entabla un diálogo con ella y nos presenta a la musa no como un ente puro que dicta los versos al oído del poeta, sino como un ser afectado por el mundo moderno.  Ella se encuentra ajada y sus ojos “llenos de visiones oscuras están[16].  Baudelaire sabe que en los tiempos modernos, la musa está alejada del reino de Febo y ahora debe “para ganar tu pan de cada día, (...) cantar Tedeum en los que apenas creas, servir de evasión a la gente vulgar”[17],  la musa ingresa a los sistemas de producción; debe trabajar para obtener un “tizón para calentar tus pies amoratados[18]; debe rendir productivamente, y entrar a formar parte del engranaje económico, dejando atrás su pasado glorioso,  lleno de palacios y de  mármol.


En los Pequeños poemas en prosa, Baudelaire hace de la ciudad el espacio donde se realizan sus poemas, en ellos está más latente la escisión entre el poeta y la sociedad.  En la cotidianidad del mundo moderno el poeta no logra encontrar un lugar.  Un caso particular es el poema las muchedumbres, allí Baudelaire plantea que el poeta puede estar sólo entre la multitud.  No se acopla a la masa que camina uniformemente hacia el trabajo o que hace recorridos determinados a horas determinadas, ya que al poeta “tuvo un hada que le insufló el gusto por el disfraz y las máscaras[19].  Este camuflaje hace la diferencia entre el poeta y las personas que lo rodean.  Aunque parezca un miembro común de las multitudes el poeta “adopta como suyos todos los oficios, todas las alegrías y todas las miserias que las circunstancias del momento le brindan[20],  pero este estar en todos lados es un estar en ningún lado, es un no pertenecer, un evadirse haciéndose igual en lo superficial, pero siendo consciente de su ruptura y de su alejamiento para con las personas que lo rodean.  La multitud es el refugio del poeta, pues ella es “el asilo más reciente para el desterrado; además es el narcótico más reciente para el abandonado[21]

En el poema Cada cual con su quimera,  el narrador del poema ve a varios hombres encorvados caminando por “una gran llanura polvorienta, sin caminos, sin yerba, sin un solo cardo, una sola ortiga[22], esta imagen árida se acerca a la ciudad a la que se enfrenta el poeta a diario, sin un lugar de descanso para con su quimera.   La quimera hace parte de ellos mismos, de su ser, lo curioso es que el narrador es poseído por la indiferencia que le hace dirigir su atención a otras cosas.  El hombre moderno no posee una quimera que lo lleve a algún sitio.  No tiene un destino, ni una meta.  Los otros hombres, poetas, caminan porque “les empujaba una invencible necesidad de caminar[23]. Sin saber a dónde se dirigen, pero con un impulso que les es propio, que los va acercando a su destino.

Para Walter Benjamin, el acercamiento entre el poeta y la sociedad se dió en el bulevar, y es allí donde tiene lugar el encuentro de un poeta despojado de su aureola con un ciudadano común,  Baudelaire como ningún otro poeta nos muestra: “cómo la modernización de la ciudad inspira e impone a la vez la modernización de las almas de sus ciudadanos”[24],  las almas modernas se reflejan en el poema la aureola perdida, donde el poeta pierde su hado y se mezcla como una persona normal y goza de los placeres por los cuales antes sería señalado.  Ahora posee el anonimato que lo protege del señalamiento, pero sin lograr esgrimir su distanciamiento para con el progreso “Amigo mío, ya sabe cuanto me aterrorizan los coches y los caballos[25], en el bulevar el poeta despojado de su aureola, se encuentra a gusto, pues no es reconocido y puede ser sarcástico para con los poetas menores, “pienso con alegría que algún mal poeta la recogerá y se la encasquetara descaradamente[26].

A pesar de que se de este acercamiento no se resuelve la escisión entre el poeta y la sociedad y la posibilidad de que el poeta ocupe un lugar dentro de ella.  No se presenta una especie de cura para la herida que produce el mundo moderno en el corazón del poeta.

Años más adelante el problema de la escisión entre poeta y sociedad encontró una posible solución con el auge de la industria cultural,  el poeta mediante sus libros entra en juego con el mercado, haciendo productivo y rentable su ejercicio profesional.  Pero en la sociedad moderna, el hombre está cada vez más cercano a lo inmediato, a lo fácil y lo rápido, alejándose de las búsquedas y experimentos que ha realizado la poesía con cada nuevo movimiento estético (el surrealismo por ejemplo), o cada búsqueda personal (el caso de T. S. Eliot).  De esta forma la industria cultural asimiló los cambios estéticos producidos por Baudelaire y sus continuadores, tratando de cubrir superficialmente las rupturas que plantean los nuevos escritores, asimilando sus propuestas estéticas y abriendo espacios de mercado para ellas, pero sin llegar a tocar en profundidad el problema.

BIBLIOGRAFÍA


Azua de Felix.  Baudelaire.  Editorial Anagrama.  Barcelona.  1999. 
Baudelaire Charles.  El pintor de la vida moderna.  El ancora editores.  Bogota.1995.
Baudelaire Charles.  Las flores del mal.  Circulo de Lectores.  Barcelona.  1966. 
Baudelaire Charles.  Pequeños poemas en prosa.  Bosch Casa Editorial.  Barcelona.  1975.
Benjamin Walter.  Poesía y capitalismo.  Editorial Taurus.  España.  1999.
Berman Marshall. Todo lo sólido se desvanece en el aire.  Siglo Veintiuno Editores.  España.  1997.
Friedrich Hugo.  La estructura de la lírica moderna.  Seix Barral.  Barcelona.  1974. 
Horkheimer Max y Adorno Theodor. La dialéctica de la ilustración.  Editorial Trotta.  España.  1998.
Rimbaud Arthur.  Carta del Vidente.  Monte Avila Editores. Caracas.  1986.
Romero José Luis.  Estudio de la mentalidad burguesa.  Alianza Editorial.  España.  1987.

  


BENDICIÓN

Cuando, por un decreto de potencias supremas,
el Poeta aparece en este mundo hastiado,
espantada su madre, y llena de blasfemias
crispa hacia Dios sus puños, y éste de ella se apiada:

—«¡Ah, que no haya parido todo un nido de víboras,
antes que a esta irrisión tener que alimentar!
¡Maldita sea la noche de efímeros placeres,
aquélla en que mi vientre mi expiación concibiera!

¡Puesto que me escogiste de todas las mujeres
para que fuese el asco de mi pobre marido,
y no puedo arrojar alas llamas de nuevo,
cual billete de amor, a este monstruo esmirriado,

haré yo reflejarse tu odio que me abruma
en el maldito agente de tus malignidades,
y torceré tan bien este árbol desmedrado,
que avivar no podrá sus yemas corrompidas!»

Así vuelve a tragarse la espuma de su odio,
y como no comprende los eternos designios,
ella misma prepara en la honda Gehena
las piras a los crímenes maternos consagrados.

Mientras, bajo el cuidado invisible de un Ángel,
el niño despojado se emborracho de sol,
y en todo lo que come y todo lo que bebe,
encuentra el néctar rojo, y la dulce la ambrosía.

Conversa con las nubes y juega con el viento,
y se embriaga cantando camino de la cruz;
y el Soplo que le sigue en su peregrinar
llora viéndola alegre cual un ave del bosque.

Le contemplan con miedo los que él amar desea,
o bien, se envalentonan con su tranquilidad,
buscan a alguien que logre arrancarle una queja
y su ferocidad sobre él ejercitan.

En el pan y en el vino destinados a sus labios,
impuros salivazos y cenizas entremezclan,
hipócritas arrojan al suelo cuando él toca,
y se acusan de haber en sus pisadas.

Su mujer por las plazas públicas va gritando:
«Pues me encuentra él bastante bella para adornarme,
cumpliré la tarea de los antiguos ídolos,
y quiero que como a ellos me recubra de oro.

¡Y yo me saciaré de nardo, incienso y mirra,
de viandas, de vinos y de genuflexiones,
y sabré si en un pecho que me admira yo puedo
riéndome usurpar el divino homenaje!

Y cuando de esas farsas impías yo me aburra,
colocaré sobre él mi mano fuerte y débil;
y mis uñas parejas a las de las arpías,
hasta su corazón sabrán salirse paso.

Igual que un pajarillo que palpita y que tiembla,
su rojo corazón robaré de su seno,
y para que se sacie mi fiera favorita,
yo se lo arrojé con desdén por el suelo!»

Hacía el Cielo en que él ve un espléndido trono,
sereno alza el Poeta sus dos piadosos brazos,
y los vastos destellos de su espíritu lúcido
le esconden el aspecto de los pueblos furiosos:

—«¡Os bendigo, Dios mío, que dais el sufrimiento
cual divino remedio de nuestras impurezas,
y como la mejor y la más pura esencia
que a los santos deleites a los fuertes prepara!

Yo sé que reserváis una plaza al Poeta
en las filas dichosas de las santas legiones,
y que le convidáis a la fiesta eterna
de las Dominaciones, las Virtudes, los Tronos.

Conozco que el dolor es la sola nobleza
que jamás morderán la tierra y los infiernos,
y que para trenzar mi mística corona,
preciso es someter universos y edades.

Mas las joyas perdidas de la antigua Palmira,
los ignotos metales, las perlas de la mar,
que vuestra mano engasta, no serían bastantes
para esta bella diadema, resplandeciente y clara;

¡porque no será ésta más que de luz sin mácula,
hecha en el santo fuego de los primeros rayos,
de la cual nuestros ojos, en todo su esplendor,
son sólo quejumbroso y empañados espejos!»

CHARLES BAUDELAIRE
Traducción de Alain Verjat y Luis Martínez de Merlo

  


LA MUSA VENAL

Oh musa de mi alma, amante de palacios,
¿tendrás, cuando a su Bóreas deje escapar enero,
en los negros hastíos de las noches nevosas,
un tizón que caliente tus pies amoratados?

¿Reanimarás entonces tus hombros como el mármol
con los rayos nocturnos que horadan los postigos?
¿Y tu bolsa tan seca como tu paladar,
recogerás el oro de bóvedas azules?

Para ganar tu pan de cada día, debes
igual que un monaguillo, mover el incensario,
y cantar los Te Deum en que crees apenas?

o, saltimbanqui hambriento, desplegar tus encantos
y tu risa empapada por un llanto invisible,
para hacer que la chusma se parta en carcajadas.

CHARLES BAUDELAIRE
Traducción de Alain Verjat y Luis Martínez de Merlo

  



LAS MUCHEDUMBRES

     No a todos es dado tomar un baño de multitud: gozar de la muchedumbre es un arte; y únicamente puede, a expensas del género humano, permitirse un exceso de vitalidad aquel a quien un hada insufló ya en su cuna el gusto por el disfraz y por la máscara, el odio al domicilio y la pasión por el viaje.
     Multitud, soledad: términos equivalentes, y equiparables para el poeta activo y fecundo. Quien nos sabe poblar su soledad, tampoco entiende de andar solo en medio de una muchedumbre ajetreada.
     El poeta goza del incomparable privilegio de poder ser, a su antojo, él mismo y otro. Al modo de esas almas errantes en búsqueda de un cuerpo, el poeta entre, cuando bien le parece, en la persona de cada cual. Para él, sólo para él, todo está libre; y si algunos puestos parecen estarle negados, ello es debido a que, en su apreciación, no  merecen ser frecuentados.
     El paseante solitario y pensativo extrae una singular borrachera de esta universal comunión. Aquel que con facilidad se desposa con la muchedumbre experimenta goces febriles de los que por siempre se verán privados el egoísta, aherrojado como caja caudales, y el perezoso recluido cual molusco. El paseante solitario adopta como suyas todas las profesiones, todas las alegrías y todas las miserias que las circunstancias le deparan.
     Lo que los hombres llaman amor es algo muy pequeño, restringido y débil, comparado con esta inefable orgía, con esta santa prostitución del alma que se entrega por entero, poesía y caridad, a lo imprevisto que se presenta y a lo desconocido que pasa.
     Es bueno, en ocasiones, hacer ver a los bienaventurados de este mundo, aunque sólo sea para humillar por un instante su necio orgullo, que existen dichas superiores a las suyas, más vastas y refinadas. Los fundadores de colonias, los pastores de pueblos, los sacerdotes misioneros exiliados en el último rincón del mundo saben probablemente algo de estas misteriosas borracheras; y en el seno de la amplia familia que su genio se ha labrado, deberán alguna vez reírse de quienes sienten compasión por su suerte tan agitada y por sus vidas tan castas.

CHARLES BAUDELAIRE
Traducción de Francisco Torres Monreal



PERDIDA DE AUREOLA

—¡Cómo¡ ¡Usted por aquí, querido amigo!  ¡Usted en este ruin paraje!  ¡Usted, el bebedor de quintaesencias!  ¡El catador de ambrosías!  En verdad, la cosa es para sorprenderse.
—Amigo mío, ya conoce el terror que me inspiran los caballos y los vehículos.  Hace un momento, cuando apresuradamente atravesaba el bulevar, deslizándome por entre el lodo y a través de ese movible caos, en el que la muerte a galope tendido desemboca por infinitos sitios a la vez, a un brusco movimiento que hice desprendióseme la aureola de la frente y rodó por el fangoso pavimento.  No he tenido valor para recogerla y he considerado menos desagradable la pérdida de mis angustias que la rotura de mis insignias que la rotura de mis huesos.  Además —como me he dicho—no hay mal que por bien no venga.  Ahora, puedo pasearme de incógnito, cometer acciones ruines y entregarme a la crápula como cualquier simple mortal.  Y aquí me tiene, como está viendo, ni más ni menos que usted.
—Por lo menos, debería anunciar la pérdida o reclamarla por medio del comisario.
—¡De ninguna manera!  Me va muy bien así.  Sólo usted me ha reconocido.  Por otra parte, el estiramiento me aburre, y agregue a esto lo mucho que me regocija pensar que cualquier poetastro se encuentre la aureola y que impúdicamente se la ciña.  ¡Hacer dichoso a alguien!  ¡Qué alegría!,  ¡Y, sobre todo, cuando ese alguien me hará reír!  ¡Piense en X… o en Z…!  ¡Sí que será gracioso!  ¿eh?

CHARLES  BAUDELAIRE
Traducción de Oscar Torres Duque
  

* Según José Luis Romero la mentalidad burguesa esta construida por las formas de pensar que se hacen inconscientes y parecen naturales.
[1] Rimbaud Arthur.  Carta del Vidente.  Monte Avila Editores. Caracas.  1986.  Pg.  130.
[2] Friedrich Hugo.  La estructura de la lírica moderna.  Seix Barral..  Barcelona.  1974.  Pg.  57.
[3] Azua de Felix.  Baudelaire.  Editorial Anagrama.  Barcelona.  1999.  Pg.  37
[4] Baudelaire Charles.  El pintor de la vida moderna.  El ancora editores.  Bogota. Pg. 43.
[5] Citado por Marshall Berman en Todo lo sólido se desvanece en el aire. Siglo Veintiuno Editores.  España.  1987.  Pg. 139.
[6] Op.  Cit.  Friedrich Hugo.  Pg.  49.
[7] Baudelaire Charles.  Las flores del mal.  Circulo de Lectores.  Barcelona.  1966.  Pg.  33.
[8] Ibid.  Pg.  33
[9]  Ibid.  Pg.  33.
[10] Ibid.  Pg.  34.
[11] Ibid.  Pg.  36.
[12] Ibid.  Pg.  36.
[13] Ibid.  Pg. 37.
[14] Ibid.  Pg.  37.
[15] Op. Cit. Friederich Hugo.  Pg. 54.
[16] Op. Cit.  Las flores del malPg.  44.
[17] Ibid.  Pg.  45.
[18] Ibid.  Pg.  45.
[19] Baudelaire Charles.  Pequeños poemas en prosa.  Bosch Casa Editorial.  Barcelona.  Pg.  101.
[20] Ibid.  Pg.  103.
[21] Benjamin Walter.  Poesía y capitalismo.  Editorial  Taurus.  España.  199.  Pg.  71.
[22] Op. Cit. Pequeños poemas en prosa.  Pg. 149.
[23] Ibid.  Pg.  151.
[24] Op. Cit.  Berman Marshall.  Pg.  146.
[25] Op. Cit.  Pequeños poemas en prosa.  Pg.  299.
[26] Ibid.  Pg.  301.