domingo, 13 de marzo de 2016

FIGURAS INFERNALES EN LA DIVINA COMEDIA DE DANTE ALIGHERI

FIGURAS  INFERNALES  EN LA DIVINA COMEDIA DE DANTE ALIGHERI


Por: Saúl Gómez Mantilla
EL  INFIERNO

La idea de un infierno como lugar de castigo en el más allá, con el único objeto de castigar a las almas, para que retornen a la justicia divina que violaron en vida, es una creencia muy antigua, vinculada a culturas como la egipcia, la hindú, la persa y la griega.  Este infierno es el resultado de la imaginación, que se desarrolló con las visiones y las necesidades de cada época, así, en la Edad Media la idea del infierno traía consigo angustia y miedo.

Esta concepción de un lugar donde se reside después de la muerte, ha sufrido no pocas variaciones, dependiendo de las necesidades que se han tenido en diferentes épocas.  En el hemisferio occidental, la idea del infierno ha evolucionado considerablemente en la literatura, si bien en algunos mitos griegos y en Homero se nos muestra un infierno algo desdibujado, con la presencia de seres monstruosos y de hombres que sufren penas impuestas por los dioses al violar su autoridad.  Ya en Virgilio esta concepción se esquematiza y se organiza, dando origen a diversos lugares y sitios específicos para cada ser que habita este lugar.  Pero es si duda con Dante, donde el infierno logra su máxima expresión, ya que se muestra totalmente estructurado, con un orden lógico, racional, dándole características especiales a cada uno de sus recintos, definiendo cada castigo que allí se sufra, de acuerdo a tres sentidos: el moral, el histórico-político y el topográfico.


EL INFIERNO VIRGILIANO

El capitulo VI de la Eneida es considerada la primera guía turística del infierno.  Eneas guiado por la Sibila pasa en el hades un día entero, un viaje peligroso, donde es más fácil bajar que volver a subir. 

La entrada al infierno es una especie de caverna, luego en el vestíbulo esperan lúgubres personajes: el duelo, los remordimientos, la enfermedad, el hambre, la pobreza, la guerra, el sufrimiento, la muerte, la discordia.  Todos ellos son alegorías mediante los cuales el infierno se prolonga a la tierra.

Al interior del infierno se encuentra una serie de monstruos heredados de la mitología griega, como los centauros, las harpías, las górgonas; sin embargo, estas criaturas son presentadas como sombras que atemorizan a los visitantes.   Al llegar a las orillas del río Aqueronte, cuyas aguas fangosas se atraviesan en la barca de Caronte, el barquero, que sólo recibe a  aquellos que recibieron sepultura en tierra, los que no, deben permanecer cien años en ese lugar para poder atravesar el río.

Una vez atravesado el río, a la otra orilla se halla Cerbero, el perro guardián de los infiernos, feroz monstruo de tres cabezas.  Comienza entonces la visita a las diferentes moradas que han sido asignadas a las almas por el tribunal de Minos.  Nos encontramos con los niños muertos en la infancia antes de haber podido cometer algún mal, los condenados a muerte por error y los suicidas que en vida fueron justos. Se llega luego al campo de los lamentos, allí las almas sufren la continuación de sus penas terrestres.  Cerca de allí se encuentran los guerreros ilustres muertos en combate.

Eneas y la Sibila llegan a una bifurcación, a un lado se encuentra el Elíseo, lugar para las almas bienaventuradas y al otro lado el Tártaro, donde se levanta una enorme fortaleza de hierro, con una enorme puerta y columnas de acero, rodeada de llamas.  En este lugar no pueden entrar los hombres puros, por ello Eneas se resiga a escuchar las explicaciones de la Sibila. Al interior de la fortaleza se encuentra Radamantis quien ejerce su dominio sobre este lugar, obligando a los condenados a confesar sus fechorías.  Tisífone que flagela a los culpables.  Más al interior se encuentra Ticio, cuyo cuerpo ocupa nueve arpendes y un buitre con el pico curvo le roe el hígado. Teseo está sentado  eternamente.  Flegias le advierte a todos con su ejemplo a respetar la justicia y no despreciar a los dioses. 

En el infierno virgiliano se encuentran todos aquellos que atentaron contra las prerrogativas de Júpiter.  También se hallan los culpables habituales, como los adúlteros, codiciosos, glotones, avaros, etc.  Teniendo en cuenta que estas fechorías están ligadas con el derecho romano.

Un factor importante, es que el infierno de Virgilio es provisional, pues cuando las almas han sido purificadas, permanecen un tiempo en el Eliseo, después, mil años más tarde, tras hacer bebido el olvido en las aguas del Leteo, reencarnan en otro cuerpo.  Muchos aspectos de los infiernos futuros serán variantes del de La Eneida, al cual el cristianismo le añadirá la eternidad, para dar origen al sufrimiento total.



EL INFIERNO TEOLÓGICO

El infierno teológico avanza con el desarrollo del dogma, los teólogos desprecian la idea popular del infierno, declarando que todo aquello debe tomarse en sentido simbólico.

Para Alberto Magno, el infierno está ubicado en el centro de la tierra y corresponde a una situación de sufrimiento.  La entrada al infierno se produce al morir, las almas que son culpables del pecado original irán al limbo de los niños, donde la pena es la privación de Dios.  Las almas que son culpables de un pecado personal irán al purgatorio a sufrir su pena de manera temporal, donde se purgaran mediante el fuego, que es el único elemento que puede purificar.

Santo Tomás de Aquino intenta depurar la noción que se tenía del infierno rechazando los relatos populares, las visiones y las historias de quienes volvieron del otro mundo.  Para Tomás de Aquino al infierno van los hombres por culpa de un pecado mortal, haciendo diferenciación por la naturaleza del pecado, entre pecado venial y pecado mortal.  Quien no crea estará condenado al infierno, pues los no creyentes serán condenados como enemigos a quienes se extermina; pero aquellos que jamás oyeron la palabra de Cristo porque nacieron en tierra de infieles y buscan sinceramente su salvación, no serán condenados, puesto que nadie es condenado por lo que no puede evitar.  Todo hombre tiene la posibilidad de evitar el infierno, si sigue los pasos de la razón natural para hacer el bien y evitar el mal, puesto que Dios se le revela en su interior.  Aquino afirma que Cristo descendió a los infiernos y estuvo allí el tiempo que duró en el sepulcro, en ese tiempo trasmitió su luz a aquellos que compartieron su caridad.

Para Santo Tomás el alma va al infierno en el momento de la muerte, porque no hay posibilidad de arrepentimiento después de la muerte, puesto que hay un juicio particular después de la muerte y el juicio final es una inmensa ceremonia donde todos harán públicos sus pecados. En el infierno las almas son desgarradas por pasiones  contradictorias, puesto que conocen su pecado, son concientes del error que cometieron y se desesperan por no poder cambiar nada. 

Quien muere en estado de pecado mortal no tiene posibilidad de arrepentimiento, los roe el remordimiento y en el juicio final los condenados verán la dicha de los elegidos, lo que intensificara sus penas.  La representación de las penas son metáforas de los sufrimientos espirituales, siendo la pena por excelencia el fuego, que afectará al espíritu porque es una imagen del dolor verdadero, este fuego es especial, creado por Dios, y tiene la característica de penetrar y actuar sobre las almas.  Los cuerpos de los condenados serán pesados, torpes, insoportables para el alma, opacos y tenebroso porque están privados de la luz del divino conocimiento.

Aquino afirma que la eternidad de las penas se deriva de los pecados mortales, porque el pecado al quebrantar el orden, lleva consigo la obligación de una pena eterna, al ser cometido el pecado crea un desorden irreparable.  En cuanto a los demonios afirma que ellos optaron por voluntad propia alejarse de Dios, ya no pueden recibir su gracia, porque  son espíritus puros y sus decisiones son definitivas.


EL INFIERNO DANTESCO

Ninguna visión antigua sobre el infierno logra la magnitud, que le otorga Dante en la Divina Comedia.  La obra de Dante es la unión de la idea del infierno popular y teológico.  Dante organiza, ordena, clasifica y estructura su infierno, lo hace geométrico, formado por círculos concéntricos, le otorga una entrada y una salida, un vestíbulo, salas y pasillos custodiados por guardianes, ordena ríos y lagos; dependiendo del lugar, se viaja en barcas, sobre un centauro, en la espalda de un monstruo, por las manos de un gigante.

El infierno de Dante es una construcción intelectual, que sigue el modelo de las sumas teológicas de su tiempo; en especial la de Santo Tomás de Aquino.  El infierno es un recinto para quienes están condenados perpetuamente, su estructura esta demarcada de la siguiente forma:

El infierno tiene la forma de un cono invertido, que se abre desde el hemisferio boreal hasta el centro de la tierra, éste cono fue formado por la caída de Lucifer, que desplazó la tierra al lado opuesto, creando el monte del purgatorio.  Alrededor del abismo infernal, se encuentra el río Aqueronte, que debe ser atravesado en la barca de Caronte para llegar al anteinfierno, lugar donde se encuentran los cobardes e indecisos.  Los pecados están divididos en tres malas disposiciones: la incontinencia, la bestialidad y la malicia, de acuerdo a ello son ubicadas las almas en el infierno.  

La primera sección infernal está compuesta por cinco círculos, en el primero se encuentra el Limbo, donde están los niños muertos antes del bautismo y los hombres que vivieron antes de Cristo. Del segundo al quinto círculo se encuentran los pecadores por incontinencia, ubicados en orden según la gravedad de su culpa: los lujuriosos en el segundo círculo, los glotones en el tercero, los avaros y pródigos en el cuarto y en el quinto los iracundos y acidiosos. 

La segunda sección, está compuesta por tres círculos, allí se encuentran los pecadores por bestialidad.  En el sexto círculo hallamos a los heréticos, en el séptimo a los violentos, éste último está repartido en: violentos contra el prójimo, en su persona y en sus bienes; violentos contra ellos mismos (suicidas, dilapidadores de sus bienes); violentos contra Dios (blasfemos), contra la naturaleza (sodomitas) y violentos contra el arte (usureros).  El séptimo círculo encierra a quienes perjudicaron a otros mediante la fuerza y los que obraron injustamente. Para llegar al octavo círculo se necesita de la ayuda de Gerión, quien sobre su espalda lleva a los viajeros donde se encuentran los fraudulentos, los que dañaron mediante el fraude a personas que les habían otorgado su confianza; éste círculo esta dividido en diez fosas, ocupadas respectivamente por los seductores, aduladores, simoniacos, adivinos, barateros, hipócritas, ladrones, malos consejeros, sembradores de discordia y falsificadores.

A la tercera sección se llega mediante la ayuda de los gigantes, el noveno círculo es el centro de la tierra, allí se encuentran los traidores, los que perjudicaron a las personas que habían depositado en ellos su confianza. Está dividido en cuatro zonas: la Caína (traidores a familiares), la Antenora (traidores políticos), la Tolomea (traidores a los huéspedes) y la Judea (traidores a la iglesia y al imperio).  El centro de la tierra es el mismo Lucifer, todo este conjunto converge hacia el ombligo de él.   Al otro lado, por la espalda del demonio se encuentra un camino que conduce al purgatorio.

La forma del infierno que nos presenta Dante representa la penetración cada vez más profunda del mal en el alma. Los condenados están allí como resultado de un castigo divino, pero como consecuencia de su propia elección, lo que les tortura es su mismo pecado.  La pena a purgar corresponde a la falta, los condenados se encuentran allí por su persistencia en el pecado, lo que justifica la eternidad de la pena.

FIGURAS  INFERNALES

La visión infernal de Dante es una síntesis de las ideas de los infiernos que existían en la época heredades por la tradición cultural, es la unión del infierno mitológico y el infierno teológico.  Dante elige a Virgilio como su guía, por la gran admiración que le profesa y porque él ya conocía el camino, sin duda el infierno dantesco es diferente del infierno virgiliano, aunque Dante conserva mucho de sus características y personajes.

Los ríos infernales proceden de la mitología griega: el Aqueronte, la laguna Estigia, el Flagetonte y el Cocito, sin embargo Dante les introduce algunos cambios.  Las personas que habitan el infierno son tanto paganos como cristianos, héroes legendarios y personajes históricos.  Los gigantes ubicados en la entrada del noveno círculo tienen un sentido alegórico, Efialto simboliza la rabia insensata, Nembrot la estupidez jactanciosa y Anteo la vanidad atolondrada.

Veamos algunas de estas figuras y su desarrollo en la Divina Comedia.


CARONTE

En el canto III, nuestros viajeros deben cruzar el río Aqueronte, que quiere decir “río del dolor”, el primero y el más grande de los ríos infernales con que se encuentra Dante, pues circunda toda la boca del primer círculo, siendo su cruce un paso imprescindible a los mundos infernales.

Virgilio no tolera la ansiedad de Dante por saber por qué las almas están tan ansiosas de cruzar, le dice que espere, pues le contara cuando hayan cruzado el río.  Versos 76 al 78.


Y él repuso “La cosa he de contarte 
cuando hayamos parado nuestros pasos 
en la triste ribera del Aqueronte”.


Dante aparece siempre en toda su simpleza: sus dudas, temores y errores, lo muestran anonadado por un viaje cuya realidad no alcanza a comprender. Dante narra su encuentro con el barquero que le grita al acercarse a la orilla.  Versos 84 al 89.


“!Ay de vosotras, almas pravas¡

No esperéis nunca contemplar el cielo;
vengo a llevaros hasta la otra orilla,
a la eterna tiniebla, al hielo, al fuego.

Y tú que aquí te encuentras, alma viva,
aparta de estos otros ya difuntos”.



El nombre de Caronte alude a sus llameantes ojos. Su misión es pasar las almas a través de las lívidas aguas del Aqueronte hasta la orilla opuesta al río de los muertos. En la mitología se lo representa viejo, feo, de barba gris e hirsuta, vestido de harapos. Fue ferozmente castigado por Hércules cuando descendió vivo a los infiernos por no querer cruzarlo en su barca.[1]

Caronte intuye que se trata de un ser vivo, y le dice a Dante que cuando muera no vendrá a montar en su barca que le llevara al infierno, sino en otra que le llevara hasta el purgatorio. Versos 91 al 93.


“Por otra vía y otros puertos
a las playas has de ir, no por aquí;
más leve leño tendrá que llevarte”.


Virgilio, sin explicarle nada, le informa a Caronte que así es la voluntad divina, y por lo tanto debe  llevarlos. Versos 94 al 96.


“Caronte, no te irrites:
así se quiere allí donde se puede
lo que se quiere, y más no me preguntes”.


Dante finaliza su encuentro con Caronte describiéndolo, pues cuando se encuentra en la barca lo toma un profundo sueño y despierta ya en la otra orilla. Versos 97 al 99.


Las peludas mejillas del barquero
del lívido pantano, cuyos ojos
rodeaban las llamas, se calmaron.



Y en los versos 109 al 111.


Carón, demonio, con ojos de fuego,
llamándolos a todos recogía;
da con el remo si alguno se atrasa.


Virgilio en la Envida, capitulo VI, hace una bella descripción del viejo barquero.  Tanto Virgilio como Dante prestan atención a los ojos del barquero y a su aspecto añoso.  Versos 297 al 303.


Guarda el paso y las aguas de este río un horrendo barquero, Caronte;
espanta su escamosa mugre.  Tiende por su mentón
cana madeja su abundante barba.  Inmóviles las llamas de sus ojos.
Cuelga sórdida capa de sus hombros pendida con un nudo.
Él solo con su pértiga va impulsando la barca y maneja las velas
y transporta a los muertos en su sombrío esquife.  Es ya anciano,
pero luce la lozana y verdecida ancianidad de un dios.[2]

 

 CERBERO


Al iniciar el canto VI Dante recobra el sentido, lo había perdido mientras escuchaba la confesión de los amantes Paolo y Francesca. Se encuentra en el tercer círculo, donde se condena a los glotones, quienes sufren una incesante lluvia de granizo, agua sucia y nieve.  En esta descripción del círculo que hace Dante, se percibe el desprecio por los que en vida no tuvieron más horizonte que el placer de comer.  Versos 7 al 12.


Era el tercer recinto, el de la lluvia
eterna, maldecida, fría y densa:
de regla y calidad no cambia nuca.

Grueso granizo, y agua sucia y nieve
descienden por el aire tenebroso;
hiede la tierra cuando esto recibe.


Aparece Cerbero, guardián del tercer círculo.  Para la mitología clásica Cerbero es el perro del Hades, uno de los monstruos que guardaban el imperio de los muertos, vedaba la entrada a los vivos y, sobretodo, impedía la salida de los muertos. Tenía tres cabezas de perro, una cola de serpiente, y en el dorso multitud de cabezas erguidas de serpiente. Estaba encadenado en la puerta del Infierno y aterrorizaba a las almas. Cuando se opuso al ingreso de Hércules al infierno, este lo sujetó con una cadena, lo arrastró y lo sacó del infierno[3].  En el Canto IX, ante las puertas de la Ciudad de Dite, un ángel les recuerda a los que se oponen a su ingreso.  Versos 98 y 99:


“Vuestro Cerbero, si bien os recordáis,
aún hocico y mentón lleva pelados”


El nombre de Cerbero en griego significa devorador de carne.  Dante narra su encuentro con este monstruoso animal, lo describe detalladamente y habla del daño que produce a las almas que se encuentran en su recinto. Versos 13 al 18.


Cerbero, fiera monstruosa y cruel,
caninamente ladra con tres fauces
sobre la gente que aquí es sumergida.

Rojos los ojos, la barba unta y negra,
y ancho su vientre, y uñosas sus manos:
clava a las almas, desgarra y descuella.


Virgilio narra el encuentro de Eneas con Cerbero en el descenso al Averno, con la Sibila, conductora del héroe. (Eneida VI, versos 417 al 422).


El enorme Cerbero ensordece este reino con el ladrido de sus tres gargantas,
descomunal, tendido en su cubil frente a la entrada.
La Sibila, advirtiendo que se erizan las sierpes de su cuello, le arroja
una torta amasada con miel y adormideras.  Él con hambre voraz
abriendo sus tres fauces la arrebata, estira su monstruoso lomo
y se tiende en tierra y llena corpulento todo el antro.[4]


Es pues símbolo del ansia incontenible de comer, como una grosera avaricia de satisfacción del apetito. Los golosos igualmente son comparados con perros aulladores, destacando una vez más el desprecio que le merecen al Viajero. Versos 19 al 21.


Los hace aullar la lluvia como a perros,
de un lado hacen al otro su refugio,
los míseros profanos se revuelven.


Al igual que la Sibila, Virgilio le arroja a Cerbero un puñado de tierra en las bocas y Dante termina describiendo la actitud rabiosa de los perros ante la presa y su inmediata calma al poseerla.  Versos 25 al 30.


Extendiendo las palmas de las manos,
cogió tierra mi guía y a puñadas
la tiró dentro del bramante tubo.

Cual hace el perro que ladrando rabia,
y mordiendo comida se apacigua,
que ya sólo se afana en devorarla,

 


FLEGIAS

Al inicio del canto VIII, Dante y Virgilio deben cruzar la laguna Estigia para llegar a la ciudad de Dite.  La laguna Estigia es el quinto circulo del infierno, en sus fangosas aguas se encuentran sumergidos los iracundos, acidiosos, soberbios y envidiosos.  Dante dice que ve sobre las torres dos lucecitas y a lo lejos una que le responde.  Versos 3 al 6.


Se encamino a su cima nuestra vista,

porque vimos allí dos lucecitas,
y otra que tan de lejos daba señas,
que apenas nuestros ojos la veían.


En la Edad Media y después de la Vísperas Sicilianas, se usaban señales de fuego y humo desde las torres, para trasmitir comandos de Guerra, según un sistema y usanza de los moros. Según comentaristas, en ambas riberas de la Estigia había torres: de una se avisa a Flegias de la llegada de almas, de la otra se indica que ha llegado el mensaje. Nos acercamos a una ciudad duramente fortificada y gobernada por demonios, que en cierta forma, tienen la suficiente libertad como para decidir lo que hacen y poder rebelarse. Diríamos que esta ciudad es un lugar abandonado de Dios, y a merced de fuerzas malignas.

En los versos  16 al 18 se ve el resultado de las señales, en la llegada furiosa del barquero Flegias, que gritando les dice:


Por el agua venir hacia nosotros,
al gobierno de un solo galeote,
gritando: “Al fin llegaste, alma alevosa.”


Flegias, cuyo nombre significa “El Incendiario”.  Héroe de los flegieos, citado en la Ilíada.  Había sucedido a Eteocles en el trono de Orcómeno y fundado una nueva ciudad, Flegia, donde reunió a los griegos más belicosos. En un viaje al Peloponeso, como espía para preparar una expedición de rapiña, su hija, Corónide, fue seducida por Apolo. La leyenda narra que Flegias, en su furia, habría intentado incendiar el templo de Apolo de Delfos.[5]

Virgilio le dice a Flegias que sólo tendrá dominio sobre ellos en lo que se refiere a cruzar el río y él lo hace conteniendo la ira.  Versos 19 al 21.


“Flegias, Flegias, en vano estas gritando
—díjole mi señor en este punto—;
tan sólo nos tendrás cruzando el lodo.”


En castigo de su impiedad, Virgilio lo ubica en el Tártaro, preconizando sin cesar, a quienes lo escuchan, lo opuesto de su proceder y el de su hijo Ixión que intento seducir a Juno.  Eneida VI, versos 618 al 620.


Y Flegias en su inmensa desdicha
advierte a todos atestiguando a voces en las sombras: “Escarmentad en mí
y aprended a ser justos y a no mofaros de los dioses”.[6]


Dante ubica a Flegias a la cabeza el círculo de los furiosos e iracundos, porque no pudo contener su ira contra los dioses.  Al cruzar la laguna y llegar a los muros de la ciudad de Dite, el iracundo Flegias les grita.  Verso 81.


“salid –gritó con fuerza- aquí es la entrada”




EL  MINOTAURO

Al inicio del canto XII, Dante y Virgilio llegan a la pendiente que separa el sexto círculo del séptimo, este recinto corresponde a los violentos.  El lugar está obstruido de escombros. Dante lo ejemplifica con un derrumbe ocurrido en tiempos antiguos en la orilla izquierda del río Adigio, viajando de Verona a Trento, del cual Dante ignora la causa precisa. Lo cierto es que el desmoronamiento dejó el campo sólo posible para quien se arriesgara a cruzar por entre las ruinas, como lo expresa Dante. Versos 4 al 9.


Como son esas ruinas que al costado 
 de acá de Trento azota el río Adigio, 
 por terremoto o sin tener cimientos,
que de lo alto del monte, del que bajan 
 al llano, tan hendida está la roca 
 que ningún paso ofrece a quien la sube;

Así Dante nos lleva a imaginar el estado calamitoso del sitio. Hacia arriba, en un promontorio, yace tendido el Minotauro.  Versos 11 al 13. 


y allí en el borde de la abierta sima,                                                                                                     el oprobio de creta estaba echado
que concebido fue de una falsa vaca;


El Minotauro, era un monstruo de cabeza de hombre y cuerpo de toro. Su verdadero nombre era Asterio o Asterión, y era hijo de la esposa del rey Minos, Pasifae, y fruto de la unión contra natura de ésta con un toro. Horrorizado Minos del engendro mandó construir a un artista ateniense, Dédalo, un inmenso palacio, el Laberinto, formado por inextricables salas de cuyo centro, donde fue encerrado el Minotauro, nadie podía salir, pues sólo Dédalo conocía el camino. Cada cierto número de años, Atenas pagaba en tributo siete mancebos y siete doncellas que entraban al Laberinto y eran la comida del Minotauro. Hasta que el héroe Teseo, se integró en la comitiva, y gracias a la ayuda de Ariadna, hermana del Minotauro, consiguió matarlo y salir indemne gracias a un ovillo que fue deshaciendo mientras entraba al Laberinto.[7] Ovidio lo narra en metamorfosis, libro VIII, versos 169 al 174.


Luego que Minos encerró allí la doble figura, de hombre y de toro,                                               y derrotó al monstruo, dos veces cebado con sangre actea,                                                             el tercero de los contingentes sorteados cada nueve años,                                                               y una vez que con la ayuda de una joven la difícil puerta,                                                               que jamás antes cruzó nadie dos veces, fue encontrada rebobinando                                           el hilo, al punto el hijo de Egeo rapto a la hija de Minos,[8]
                                                                                            

El Minotauro es símbolo de la violencia y de las muertes violentas que son el ambiente del círculo.  En los versos 13 al 15 al ver a los viajeros lo posee la ira.


Cuando nos vio, a sí mismo se mordía,                                                                                             tal como aquel que en ira se consume.

Virgilio grita al Minotauro el recuerdo de su muerte por Teseo, al que llama "el duque de Atenas", y le hace ver que no viene a atacarlo, sino a visitar los sitios infernales. Y aprovechando la furia de la bestia, logran franquear el paso al séptimo círculo.  Versos 17 al 21.

Mi sabio entonces le grito: “Por suerte                                                                                        piensas que viene aquí el duque de Atenas,                                                                                     que allí en el mundo la muerte te trajo?
Aparta, bestia, porque éste no viene                                                                                      siguiendo los consejos de tu hermana,                                                                                           sino por contemplar vuestros pesares


En los versos 34 al 45 Virgilio recuerda su primer descenso a los infiernos y que entonces todavía no estaba tan ruinoso. Pero cuando Cristo descendió al primer círculo a rescatar a los patriarcas del infierno, fue tal el temblor que sacudió al lugar que se partieron las piedras y quedaron en ruinas. 


Has de saber que en la otra ocasión                                                                                            
que descendí a lo hondo del infierno,                                                                                       
esta roca no estaba aún desgarrada; 
Pero sí un poco antes, si bien juzgo,                                                                                          
de que viniese Aquel que la gran presa                                                                               
quito a Dite del círculo primero,
Tembló el infecto valle de tal modo
que pensé que sintiese el universo amor,


La escena recuerda al paso del Evangelio de San Mateo, capitulo 27, versículos 50 al 53.



Y Jesús con un gran grito entregó su espíritu. 
Y entonces se rasgó en dos el velo del templo de arriba abajo, 
y la tierra tembló, y las rocas se partieron, 
y los sepulcros se abrieron: 
y muchos cuerpos de santos, que dormían en la muerte, 
se levantaron y salieron de la sepultura...[9]


GERION

Al inicio del canto XVII del infierno aparece Gerión, guardián del octavo círculo y emblema de los fraudulentos, quien conducirá a Dante y Virgilio montados sobre él, en descenso desde el séptimo circulo al octavo.

Según la mitología clásica Gerión es un gigante de tres cabezas y de cuerpo triple hasta las caderas, nacido de Crisaor, hijo de Gorgona y Poseidón, y de Calírroe, hija de Océano y Tetis, por donde participa de la ferocidad y horror de Medusa y del temible poder del Dios del rey del mar. Habita en la isla de Eritia, en las brumas de Occidente, "más allá del Océano inmenso". Poseía bueyes, un boyero Euritión y un perro Orto. Heracles fue a robarle los bueyes dando muerte primero al perro y después al boyero. Acudió entonces Gerión, pero fue vencido y muerto por Heracles[10]. Dante modifica la figura en un solo cuerpo con cola de escorpión y rostro humano para adaptarlo al octavo círculo de los fraudulentos. Virgilio narra en la Eneida VI, el encuentro de Eneas con los monstruos infernales, entre ellos Gerión.  Versos 287 al 290.


Acampan a sus puertas los centauros, las Escilas biformes, 
Briáreo, el gigante de cien brazos, la hidra de Lerna, de silbidos horribles,
la Quimera, arbolada de llamas, las Górnonas, las Harpías,
y la traza de sombra con tres cuerpos,[11]


En los versos 1 al 3 tenemos el primer acercamiento al monstruo, donde Virgilio le dice a Dante:


"Mira la bestia con la cola aguda,                                                                                               
  que pasa montes, rompe muros y armas;                                                                                    mira aquella que apesta a todo el mundo.”


Ya que el fraude penetra en todas partes y puede, con su astucia y sus trampas, destruir familias, fortunas, ciudades y ejércitos. Virgilio la domina como a un cachorro.

En los versos 10 al 27 Dante describe a Gerión. Magnífica descripción dantesca del fraude: apariencia benigna y generosa, pero alma de reptil, versos 10 al 12.


Su cara era la de un buen hombre,                                                                                              
tan benigno tenía lo de afuera,                                                                                                       
y de serpiente todo lo restante.


En los versos 13 al 15 nos dice de la infinidad de astucias y ardides simbolizadas en las ruedas y nudos que la bestia lleva pintados en todo el cuerpo.


Garras peludas tiene en las axilas;                                                                                                 
 y en la espalda y el pecho y ambos flancos                                                                            pintados tiene ruedas y lazadas.




El variado colorido de la bestia muestra que el fraude puede tomar todas las formas y se encuentra en todas partes, versos 16 al 18.

Con más color debajo y superpuesto                                                                                           
no hacen tapices tártaros ni turcos,                                                                                             
ni fue tal tela hilada por Aracne.


La fiera se acerca mansamente a la orilla donde se encuentran los viajeros, ostentando su cola con la que esta dispuesta a aniquilar a sus victimas.  Versos 25 al 27.

Al aire toda su cola movía,                                                                                                        cerrando arriba la horca venenosa,                                                                                             
que a guisa de escorpión la punta armaba

Mientras Virgilio conversa con Gerión, le concede tiempo a Dante para que contemple el castigo que se le impone a los moradores de este recinto, Dante entabla conversación con los usureros.  Cuando regresa donde Virgilio, lo encuentra montado sobre la espalda de Gerión. Virgilio le dice en los versos 81 al 84.

“Se fuerte y arrojado.                                                                                                            
 Ahora bajamos por tal escalera:                                                                                               
 sube delante, quiero estar en medio,                                                                                      
porque su cola no vaya a dañarte”

Virgilio le recomienda a Dante que sea fuerte y arrojado para el viaje que van a emprender, el  descenso  hacía  el octavo  círculo.  Virgilio cabalga  en medio de la espalda de Gerión e invita a Dante  que se le siente delante. Cabalgarán de a dos,  como en el emblema  de los caballeros templarios: dos sobre un caballo.

Los versos 85 al 90 poseen una bellísima y ajustada descripción. El temor de Dante vivamente comparado con la dura expectativa del enfermo de cuartanas. Su vergüenza ante las exigencias de Virgilio que lo obliga a subir donde no desearía. Un nudo en la garganta, y un paternal Conductor que tiernamente lo abraza y lo sostiene en tan peligroso paso. Gerión que flota en el aire tenebroso como si estuviera en un mar, y parte como lo hace una barca de la orilla.


Como está  quien tiene los temblores                                                                                            
de la cuartana, con las uñas pálidas                                                                                               
 y tiembla entero viendo ya el relente,
me puse yo escuchando sus palabras;                                                                                         
pero me avergoncé con su advertencia,                                                                                        
que ante el buen amo el siervo se hace fuerte.


El miedo de Dante es tan grande, al darse cuenta que esta flotando en el aire que lo compara con el miedo que sintieron Faetón e Icaro, versos 106 al 111.


No creo que más grande fuese el miedo                                                                                 
cuando Faetón abandono las riendas,                                                                                          
por lo que el cielo ardió, como aún parece.
Ni cuando la cintura el pobre Ícaro                                                                                                
sin alas se noto, ya derretidas,                                                                                             
gritando el padre: “¡Mal camino llevas!”;


Faetón, es hijo del Sol y de la oceánida Clímene. Su madre lo crió ocultándole quien era su padre, pero se lo reveló en su adolescencia. Entonces el muchacho reclamó un signo de su nacimiento pidiéndole al Sol, su padre, que le permitiera conducir su carro, a lo que el Sol accedió luego de mil recomendaciones. Comenzada la marcha por el camino solar de la bóveda celeste, se apoderó de Faetón tal terror por la altura y la visión de los animales del Zodíaco que transitaba, que abandonó el camino, y tanto descendió que por poco no incendia la Tierra. Luego subió tanto que se quejaron los astros a Zeus, quien para evitar una catástrofe universal, lo fulminó con su rayo[12]. Ovidio no lo presenta en el segundo libro de Metamorfosis, versos 304 al 313.


El padre todopoderoso, tras poner por testigos a los dioses
y al mismo que había concedido el carro, de que si él
no acude en socorro todo perecería con funesto destino,
sube a la elevada fortaleza, desde donde suele lanzar las nubes 
 sobre la vasta tierra, desde donde descarga los truenos
y blande y arroja los rayos.
Pero entonces no tenía nubes que poder lanzar 
 sobre la tierra ni lluvias que despachar desde el cielo; 
 truena y blandiendo un rayo junto a su oreja 
derecha lo lanzo contra el auriga y lo arrojo de la vida
y del carro, y con cruel fuego pago el fuego.[13]


Ícaro, es hijo de Dédalos y de Náucrate, una esclava del rey Minos. En razón de que Dédalo había enseñado a Teseo cómo dar muerte al Minotauro, Minos, furioso, lo encerró con su hijo en el Laberinto. El ingenioso Dédalo sin embargo fabricó para sí y para Ícaro unas alas de cera con las que salir del Laberinto, recomendándole a su hijo no volar ni muy alto ni muy bajo. Pero Ícaro, orgulloso, elevóse por los aires tanto que se acercó al Sol. Se le soltaron las alas derretidas por el calor, y cayó al mar donde murió. Desde entonces ese mar se llama Icaria, y es el que rodea a la isla de Samos[14]. Lo narra Ovidio en Metamorfosis libro VIII, versos 223 al 232.


...cuando el muchacho empezó a recrearse en su atrevido vuelo, 
abandonó a su guía, y, arrastrado por sus ansias de cielo,
remontó el vuelo. La proximidad del abrasador sol 
 ablanda la aromática cera que sujetaba las plumas. 
 La cera se ha derretido; agita Ícaro sus brazos desnudos, 
 y, desprovisto de alas, no puede asirse en el aire, 
 aquella boca que gritaba el nombre de su padre es engullida 
 por las azuladas aguas, que de él tomaron nombre. 
 Su desdichado padre, que no lo era ya, gritó: “Ícaro, 
 Ícaro, ¿donde estas? ¿En qué lugar debo buscarte?”[15]


El abismo hasta el octavo círculo es extenso, y tan oscuro que nada se puede ver. Resuenan extraños ruidos debajo, y Dante comienza sin embargo a percibir fuegos y oír llantos que lo estremecen tanto que se adhiere aún más fuertemente a la montura recogiéndose, para finalmente de todos lados ver los horrores del círculo octavo. Versos 118 al 120.


Oía a mi derecha la cascada 
 que hacía por encima un ruido horrible, 
 y abajo miro y la cabeza asomo


Como desciende el halcón luego de mucho volar en vano, así furioso y ceñudo posase Gerión en el fondo del valle, y descargada su carga, desdeñoso se retira con la celeridad que parte una flecha del arco.  Versos 133 al 135.


de tal modo Gerión se posó al fondo,
al mismo pie de la cortada roca,
y descargadas nuestras dos personas,
se disparó como de cuerda tensa.



LA CIUDAD DE DITE

En su trayecto por la laguna Estigia, Virgilio le dice a Virgilio que se acercan a la ciudad de Dite.  En los versos 70 al 75, Dante y Virgilio entablan un dialogo descriptivo sobre la ciudad de Dite, allí se castigan a los pecadores por malicia, no por incontinencia.


Y yo dije: “Maestro, sus mezquitas
en el valle distingo claramente,
rojas cual si salido de una fragua

hubieran.” Y el me dijo: “El fuego eterno
que dentro arde, rojas nos las muestra,
como estas viendo en este bajo infierno.”


Los viajeros finalmente llegan ante la ciudad de Dite. Dite es el nombre latino del dios Plutón, que a su vez es el nombre ritual de Hades, dios de los muertos. Con Zeus y Poseidón es uno de los tres dioses olímpicos que se distribuyeron el imperio del Universo después de su victoria sobre los Titanes. Reina sobre los muertos, amo despiadado que no permite a ninguno de sus súbditos regresar al mundo. Es asistido por demonios y genios varios. Su nombre significa "el invisible" porque los Cíclopes lo armaron con un casco que lo volvía invisible. Nombrarlo equivalía a excitar su cólera, por eso se lo designaba con eufemismos, y el sobrenombre más corriente era Plutón "el rico", en alusión a las riquezas que proceden de la profundidad de la tierra.[16]

Al estar cerca de la entrada de la ciudad un millar de demonios le grita a Dante al ver que se encuentra vivo.  Versos 84 y 85.


“¿Quien es este que sin muerte
va por el reino de la gente muerta?


Virgilio interviene para hablar con los demonios, los cuales aceptan que el guía se acerque pero le piden que despache a Dante, que regrese solo por el camino en que vino. Versos 89 al 93.


“Ven solo y que se marche
quien tan osado entre por este reino;

que vuelva solo por la loca senda;.
pruebe, si sabe, pues que tú te quedas,
que le enseñaste tan oscura senda”


La ciudad de Dite, tiene las puertas cerradas a Dante, porque allí la mala voluntad ha cegado a quienes la habitan, están privados de la libertad que el hombre goza en la tierra de elegir su camino.  Los que habitan en Dite sólo quieren el mal, viven en la ceguera de su corrupción.  Por ello debe un ángel, mensajero divino, abrir las puertas a Dante.

Nuestro viajero  experimenta los primeros miedos ante la maldad pura, tema que será del siguiente canto, donde el miedo se convertirá en terror. Dante piensa ya en abandonar la empresa. y ante su súplica porque no le abandone.  Virgilio ante la turbación que le produce a Dante las palabras de los demonios, le consuela.  Versos 103 al 108.


“No temas –dijo- porque nuestro paso
nadie puede parar: tal nos lo otorga.

Mas espérame aquí, y tu ánimo flaco
conforta y alimenta de esperanza,
que no te dejaré en el bajo mundo”


La ciudad de Dite es como un castillo medieval: muros, defensas, fosos, torres. Dante lo llama mezquita porque en la oscuridad percibe las agujas de sus torres, en oposición a iglesias, como el mal se opone al bien. La ciudad entera es de hierro, y sus muros, sus puertas, sus torres tienen el color del hierro incandescente, bermejas, debido al fuego que las habita.

En su esquema Dante recuerda la ciudad infernal virgiliana.  Eneida VI, versos 547 al 558.


Mira Eneas de pronto hacia atrás y ve al pie de una roca,
a mano izquierda, un enorme recinto envuelto en triple muro.
Los ciñe en borbollones de llamas el Flegetonte del Tártaro,
cuya rauda corriente va rodando
peñascos resonantes.  En frente hay una puerta gigantesca
con columnas de sólido adamante, tales que ni los hombres ni los mismos
habitantes celestes lograrían descuajar con su embate.
Una torre de hierro se alza firme a los aires.
Tisífone sentada allí ceñida de sanguinoso manto
guarda la entrada en vela noche y día.
Desde allí oyen gemidos y el hórrido restalla de vergas
Y el rechinar de hierros y arrastrar de cadenas.[17]



BIBLIOGRAFÍA

Alighieri  Dante.  Divina Comedia.  Editorial Cátedra.  Madrid. 1998.

Auerbach  Erich.  La Estructura de la Divina Comedia.  Traducción de Maria Teresa Cristina.

González Aurelio y Walde Moheno Lillian.  Discursos y Representaciones en la Edad Media.  UNAM.  México.  1999.

Homero.  Odisea.  Editorial Gredos.  Madrid. 1993.

Minois  George.  Historia de los Infiernos.  Editorial Paidos.  Barcelona.  1994.

Ovidio.  Metamorfosis. Alianza Editorial.  Madrid.  2000.

Richepin  Juan.  Mitología Clásica.  Dos tomos. Editorial Hispano Americana.  México.  1957.

Sagrada Biblia.  Editorial Nomos. Colombia. 1986.

Virgilio.  Eneida.  Editorial Gredos.  Madrid.  1997.

Xella Paolo.  Arqueología del Infierno.  Editorial Ausa.  Barcelona.  1987.






[1] Richepin Juan.  Mitología Clásica.  Editorial Hispanoamericana.  México.  Tomo I.  Pg 370.
[2] Virgilio.  Eneida.  Editorial Gredos.  Madrid.  1997.  Pg 311.
[3] Op. Cit. Richepin.  Tomo I.  Pg 370.
[4] Op. Cit. Virgilio.  Pg 315.
[5] Op. Cit. Richepin. Tomo I.  Pg 156.
[6] Op. Cit. Virgilio.  Pg 322.
[7] Op. Cit. Richepin. Tomo I.  Pg 267.
[8] Op. Cit. Ovidio. Pg. 252.
[9] Sagrada Biblia.  Editorial Nomos. Colombia. 1986. Pg. 910
[10] Op. Cit. Richepin.  Tomo II.  Pg 138 y 139
[11] Op. Cit. Virgilio.  Pg 311.
[12] Op. Cit. Richepin. Tomo I.  Pg 129.
[13] Op. Cit. Ovidio.. Pg 102.
[14] Op. Cit. Richepin. Tomo I.  Pg 268.
[15] Ibid.  Pg 253 y 254.
[16] Op. Cit. Richepin. Tomo I. Pg. 269 y 274.
[17] Op. Cit. Virgilio.  Pg. 320.

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