lunes, 20 de enero de 2020

EL AZUL DE LAS COSAS



La poesía como un hogar, un espacio de familia, de rostros conocidos. Cerca se escuchan pasos y golpes a una puerta que al abrirla nos permite ver, entre páginas y letras, un reflejo de lo que somos.
En ese reflejo hay poemas que se convierten en un refugio, un lugar seguro para resguardarse del dolor, de la tristeza y la soledad; donde el poema es un abrazo y permite respirar, es tacto y vida.
Este libro es esa puerta, en él llegan las palabras adecuadas en medio de las sombras y la desazón. El poema es compañía, oración a un dios que no castiga, que muestra un camino donde otros seres, en otra época, sienten, transpiran y contemplan la vida que pasa.
En El azul de las cosas la poesía nos identifica, nos hermana, por eso los nombres y personajes como un conjunto de soledades que habitan el hogar forjado a través de las palabras, que ahora llegan al lector para hacer del poema un refugio, un lugar para siempre regresar.

                                                                                                                                                                                          Saúl Gómez Mantilla


Frente a un cuadro de Pollock


Vivimos con rabia
apretando los puños y los dientes
esperando la llamada que nos salve
del disparo en el espejo
el abrazo
que soporte una cabeza a punto de explotar.
Compramos libros
vamos al cine
visitamos museos, restaurantes
ciudades y cuerpos
buscando que algo bello nos sorprenda.
Vivimos entre la niebla y el abismo
vemos pasar navidades, cumpleaños
temblores y conciertos.
Gritamos
porque estamos cansados
pero seguimos
comprando sombreros y máscaras
emborrachándonos hasta perder el control. 
Regresamos del naufragio
para intentar terminar un cuadro
que al final,
quedará colgado junto a Modigliani y el Bosco
en la memoria de quienes nos amaron.


Si frente a ese cuadro
algo les conmueve
entonces valió la pena
cerrar los ojos
y saltar.




Fátima Mernissi


     Fátima de estrellas, mientras tú crecías danzándole a Alá, yo trataba de ordenar una serie de milagros y estigmas, material del Jesús en el que me correspondía creer. Sentí miedo de los patios que me hablaste, pues mi infancia no tuvo budud que controlara mis juegos, ni Amed que custodiara mis puertas. Envidié las visitas clandestinas al cine, la fuerza de una madre que se resistía a convertirse en estatua, esas ventanas prodigiosas que se abrían cada vez que te reunías con los tuyos a escuchar las mil y una noches.
    Fátima de lunas, algunas veces me cansó, quiero detenerme, ¿Te pasa lo mismo verdad? Algunas veces no queremos amar, sino que nos amen, no queremos volar sino quedarnos tendidas en un prado fresco, respirando lento a esperar que la noche tienda sus sorpresas sobre nuestro lecho. 




Fin de año


El héroe nace cuando muere
y la hierba verde renace de los carbones.
Ernesto Cardenal

Los juegos pirotécnicos anuncian el año rojo
espigas de fuego caerán
para limpiar la casa y la mirada.
Vendrá el mar
a sanar promesas y cartas muertas
quedarán las hojas en blanco
los sobres vacíos
el pincel creador de un nuevo calendario.
Quedaremos tú y yo
sobrevivientes del incendio de la vida
habitando una esfera
donde levantaremos la ciudad de los arqueros
las brujas y las olas.

Trapecistas de finales
improvisadores
héroes del holocausto de nuestro tiempo. 




El abrazo de los días grises


Siempre he preferido el abrazo de los días grises
esos que dejan barro y nostalgia en la memoria.
Esos donde los mendigos y las ganas de luchar
se esconden.
Esos de guantes y paraguas negros
donde se desea un aguardiente.
Esos que me recuerdan la soledad de Ledezma
y la fragilidad de la humanidad.
Preferido los días grises 
la ciudad desfigurada
el aguacero eterno
porque en el frío
la vida se me hace más fácil
porque así contemplo
el paisaje de la vejez. 





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