La poesía como un hogar, un espacio de familia, de
rostros conocidos. Cerca se escuchan pasos y golpes a una puerta que al abrirla
nos permite ver, entre páginas y letras, un reflejo de lo que somos.
En ese reflejo hay poemas que se convierten en un
refugio, un lugar seguro para resguardarse del dolor, de la tristeza y la
soledad; donde el poema es un abrazo y permite respirar, es tacto y vida.
Este libro es esa puerta, en él llegan las palabras
adecuadas en medio de las sombras y la desazón. El poema es compañía, oración a
un dios que no castiga, que muestra un camino donde otros seres, en otra época,
sienten, transpiran y contemplan la vida que pasa.
En El azul de
las cosas la poesía nos identifica, nos hermana, por eso los nombres y
personajes como un conjunto de soledades que habitan el hogar forjado a través
de las palabras, que ahora llegan al lector para hacer del poema un refugio, un
lugar para siempre regresar.
Saúl Gómez Mantilla
Frente
a un cuadro de Pollock
Vivimos
con rabia
apretando
los puños y los dientes
esperando
la llamada que nos salve
del
disparo en el espejo
el
abrazo
que
soporte una cabeza a punto de explotar.
Compramos
libros
vamos
al cine
visitamos
museos, restaurantes
ciudades
y cuerpos
buscando
que algo bello nos sorprenda.
Vivimos
entre la niebla y el abismo
vemos
pasar navidades, cumpleaños
temblores
y conciertos.
Gritamos
porque
estamos cansados
pero
seguimos
comprando
sombreros y máscaras
emborrachándonos
hasta perder el control.
Regresamos
del naufragio
para
intentar terminar un cuadro
que
al final,
quedará
colgado junto a Modigliani y el Bosco
en
la memoria de quienes nos amaron.
Si
frente a ese cuadro
algo
les conmueve
entonces
valió la pena
cerrar
los ojos
y saltar.
Fátima Mernissi
Fátima de estrellas, mientras tú crecías danzándole
a Alá, yo trataba de ordenar una serie de milagros y estigmas, material del
Jesús en el que me correspondía creer. Sentí miedo de los patios que me
hablaste, pues mi infancia no tuvo budud
que controlara mis juegos, ni Amed que
custodiara mis puertas. Envidié las visitas clandestinas al cine, la fuerza de
una madre que se resistía a convertirse en estatua, esas ventanas prodigiosas
que se abrían cada vez que te reunías con los tuyos a escuchar las mil y una
noches.
Fátima de lunas, algunas veces me cansó, quiero
detenerme, ¿Te pasa lo mismo verdad? Algunas veces no queremos amar, sino que
nos amen, no queremos volar sino quedarnos tendidas en un prado fresco,
respirando lento a esperar que la noche tienda sus sorpresas sobre nuestro
lecho.
Fin
de año
El
héroe nace cuando muere
y la
hierba verde renace de los carbones.
Ernesto
Cardenal
Los juegos pirotécnicos anuncian el año rojo
espigas de fuego caerán
para limpiar la casa y la mirada.
Vendrá el mar
a sanar promesas y cartas muertas
quedarán las hojas en blanco
los sobres vacíos
el pincel creador de un nuevo calendario.
Quedaremos tú y yo
sobrevivientes del incendio de la vida
habitando una esfera
donde levantaremos la ciudad de los arqueros
las brujas y las olas.
Trapecistas de finales
improvisadores
héroes del holocausto de nuestro tiempo.
El
abrazo de los días grises
Siempre he preferido el abrazo de los días grises
esos que dejan barro y nostalgia en la memoria.
Esos donde los mendigos y las ganas de luchar
se esconden.
Esos de guantes y paraguas negros
donde se desea un aguardiente.
Esos que me recuerdan la soledad de Ledezma
y la fragilidad de la humanidad.
Preferido los días grises
la ciudad desfigurada
el aguacero eterno
porque en el frío
la vida se me hace más fácil
porque así contemplo
el paisaje de la vejez.
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