domingo, 19 de enero de 2014

DIALOGO DE LOS QUE DESCENDIERON AL INFIERNO

DIáLOGO  DE  LOS  QUE  DESCENDIERON  
AL  INFIERNO


Por: Saúl  Gómez  Mantilla



A la memoria de Cesare Pavese

“No encontrarás otra tierra, otro mar.
La ciudad te perseguirá.
Caminarás las mismas calles,
envejecerás en los mismos barrios,
en las mismas casas encaneceras.
Aquí terminarás, no esperes nada mejor”
                                                                                  K.  Kavafis


“Nunca más el bramar de los vientos calmarás,
ni el granizo, las rachas de nieves y lluvias,
ni el mar estruendoso.
Pues te han muerto.
Deplorándote mucho las hijas de la memoria,
y en extremo tu madre Calíope.
¿Qué plañimos por hijos difuntos, cuando ni aún los dioses
tienen el poder de librar a los suyos del Hades”
Anth. Pal.  7.8.


DIALOGO DE LOS QUE DESCENDIERON AL INFIERNO
(Hablan Odiseo y Orfeo)

ODISEO:  Si bien,  al abandonar  a  Circe,  veía más de cerca el regreso a Itaca; sólo una cosa me atormentaba, era el viaje al reino del Hades, allí debía interrogar al adivino Tiresias, él me diría cómo evadir los peligros con que me amenazaba Poseidón.

ORFEO: ¿Temías por la injuria causada a Poseidón al haber herido a su                              hijo Polifemo? No, tú no temes a los dioses; temías por tu reino, por los sucesos que acaecían en tu ausencia; temías por ti, porque del reino del Hades no saliese Odiseo rey de Ítaca, sino otro, al que la visión de los muertos hiciese cambiar a Ítaca en su corazón.

ODISEO: El horror que me causo el reino del Hades, fue el ver el suplicio de tantos héroes caídos en la guerra; fue el ver a mi madre, escuchar sus palabras, recordar a Penélope, a Telémaco, allí mi amada Ítaca se hizo más viva en mi corazón.  Mi espanto fue el no regresar a mi isla, que el descenso al Hades al igual que la flor de loto, me hiciese olvidar mi patria.

ORFEO: ¿No eres pues Odiseo, el mismo que descendió a los infiernos?

ODISEO: Al encontrarme de nuevo en mi amada Ítaca, comprendí que debía vivir con la visión de ese reino oscuro.  Más que la guerra y los años de naufragio, el descenso al Hades me hizo valorar lo que más amo, mi isla y los míos.  Aquel Odiseo, héroe de la guerra, no volverá a luchar fuera de su patria; pues el temor que lo envuelve ahora, es naufragar nuevamente.  No soy aquel del que se enamoró Penélope, no soy el rey que Ítaca esperaba de regreso. Un eco taciturno me toma en las noches. Temo a la oscuridad, al rostro de los muertos, temo que mi corazón lleno de espanto no vuelva hacia la luz.                 

ORFEO: El miedo lo llevas dentro, el naufragio pervive en ti, sigues perdido entre los mares, todos tus esfuerzos son una condena.  Buscas la felicidad con los tuyos; has de saber que se es feliz consigo mismo, con los recuerdos, con las negras ruinas de tu vida.

ODISEO: ¡No¡ se es feliz en Ítaca, no basta con llevarla en el corazón y recordar, amo los momentos que paso con Penélope.

ORFEO: Amas el recuerdo que esos momentos dejan en tu corazón, mas no la amas a ella, uno sólo se ama a sí mismo.

ODISEO: ¿Acaso no amabas a Eurídice al descender a los infiernos?


ORFEO: Eso creía, mas, al descender al reino del Hades comprendí que no amamos a los seres que nos rodean, nos amamos recordando, nos vemos a nosotros mismos realizando grandes hazañas.  No se ama a quien está muerto, a quien no pertenece al reino de los vivos.

ODISEO: Querías recobrar tu pasado, por ello le cantaste a Hades, estremeciste al infierno con tu lira, porque querías reunirte de nuevo con Eurídice.

ORFEO: La única forma de reunirme nuevamente con Eurídice es muriendo, ingresar como es debido al Hades.  He forjado mi destino en los bosques de Tracia, en el culto a Dioniso...

ODISEO: Nadie puede forjarse su destino.  El mío es el naufragio y el regreso a Ítaca; el tuyo es recuperar lo que amabas.

ORFEO: Cada cual desciende a su infierno, el mío es la soledad, no disfrutar las fiestas; lo vivo y lo padezco por voluntad propia, ningún dios puede tocar mi destino.  Recuerda Odiseo, los mortales nos debatimos entre la noche y la luz.

ODISEO: Aunque nada puede soportar la marcha del tiempo, tengo a Penélope, a Telémaco, a mi amada Ítaca, para soportar mi destino; envejezco en mis calles, busco vencer el olvido en esta angosta esquina del mundo.

ORFEO: Eso lo dices tú, porque aún vive lo que amas, mi corazón murió con Eurídice.  ¿Qué nos incitaba a la batalla, al canto?, no eran nuestros seres amados.  Tú no fuiste a la guerra para recuperar la honra del rey Menéalo, fuiste en busca de tu grandeza, no te importó abandonar a los tuyos, a tu isla, sólo te importaba tu gloria.

ODISEO: El afán que me llevó a Troya, fue el mismo que me hizo regresar a Ítaca, el amor por los míos me hizo emprender el largo viaje, enfrentar a hombres, dioses y monstruos.  Pero tú, Orfeo, no temes a los muertos, al olvido.

ORFEO: No temo a aquello que carece de vida.  Amo a Tracia, sus montes y mi canto.  En el Hades comprendí que la muerte nos hace más humanos; recuerda Odiseo, están los montes, mi canto, Eurídice ya no está.

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