martes, 7 de enero de 2014

LA POESÍA ES HIJA DEL HORROR Y LA BELLEZA

PALABRAS COMO CUERPOS,
La poesía es hija del horror y la belleza


Por: Saúl Gómez Mantilla

La poesía es el uso bello del lenguaje, en ocasiones es un documento que nos habla del pasado, como sucede con los poemas épicos, con las tradiciones griegas, nórdicas, hindúes, mayas, que usaron el lenguaje bello para trascender, para que hoy día supiésemos de ellos, de sus historias y su legado a través del lenguaje. La poesía es un hecho intimo que nos habla de los otros, que nos emparenta.

La memoria es conocimiento y re-conocimiento, es historia nuestra y de otros, cercana y lejana. La memoria no es la acumulación de información, es la capacidad de establecer conexiones entre los recuerdos, esa exploración que nos habla del pasado. La memoria tiene  un ser catalizador que la activa, que tiene la posibilidad de establecer relaciones, causas y efectos, que puede analizar y decidir qué es suyo, y qué puede hacer suyo.

En ocasiones poesía y memoria van en la misma dirección, el poeta, decide tomar el lenguaje, las palabras, y hacer con ellas el recuento de su pasado, trascender su dolor existencial para acercarse al dolor del otro, ir más allá de las penas y el canto ensimismado, para tocar fondo, para estremecer las fibras del dolor, para hablar de lo no dicho, de lo vetado, del horror.

En la primera mitad del siglo XX, Anna Ajamatova, poeta rusa, escribe su poema REQUIEM, que habla de manera fragmentada de los sucesos ocurridos durante la Unión Soviética, del veto hacía ella y sus amigos artistas, de las injusticia y asesinatos selectivos de muchos de sus amigos, de la privación de la libertad y de la supresión de toda dignidad para quien no mirase en la misma dirección del régimen. Muchos creían que Ajmatova había muerto, no se sabía nada de ella, no podía publicar sus escritos y mucho menos hablar de lo que pensaba sobre su época. Al morir Stalin salen a la luz sus poemas, muchos de ellos escritos décadas antes y publicados por primera vez. Pero cuando se dan las lecturas de esos poemas, muchas personas los sabían de memoria, los reconstruían, los leían para sí, como si fuesen oraciones. Esto ocurrió porque sus amigos sentían un compromiso para con las futuras generaciones, esos bellos poemas que hablaban de su tiempo, debían ser un regalo para el porvenir, por ello cada persona que tenía en sus manos un libro manuscrito de Ajamatova y muchos otros autores, no solo lo leía a escondidas, lo transcribía, para que ese libro, ese documento, no se perdiese.

Había un compromiso del poeta para con su tiempo, el de cantar bellamente ese horror, para que la belleza cubriese el dolor, no para ocultarlo, para protegerlo y que en tiempos futuros, éste pudiese ser develado. Los lectores tenían un compromiso, no debían solo contemplar y solazarse con el horror y la belleza, debían hacérselo llegar a otros que necesitaban de esos poemas para sobrevivir, para alimentar su espíritu y fortalecerse, para identificarse con el otro y, en cierta medida, para saber que todo aquello no sería olvidado.

Tiempo después, en Alemania, en los últimos años del nazismo, Paul Celan, poeta judío alemán, a través de su poesía empieza a dar cuenta del sufrimiento de su pueblo, pero no lo hace cantando de forma colectiva, lo hace hablando de su dolor ante la pérdida de sus padres asesinados en los campos de concentración. Celan, quien estuvo en un gueto y sufrió por su condición de judío, se llenaba de valor en su encierro traduciendo una y otra vez los sonetos de William Shakespeare y compartiéndolos con sus compañeros de tragedia. Celan traducía esos sonetos por una razón específica, era una forma de rendir homenaje y hacer memoria por otro poeta, Osip Mandelsan, poeta ruso que el régimen condenó y asesinó en un gulag en Siberia. Mandelstan traducía una y otra vez los sonetos de Shakespeare para que la esperanza no muriese. De la misma forma Celan intentaba salvarse, como en un intento por lograr a la vez salvar a Mandelstan, terminar su tarea.

En la poesía de Celan están presentes los cabellos de su madre que nunca llegaron a ser de plata, estan los amores que fueron truncados, están las tumbas en el aire, las fosas cavadas mientras sonaba la música de un maestro alemán. Al leer la poesía de Celan, el holocausto trasciende más allá de un periodo histórico, ya que ese hecho se convierte en el leiv motiv de su obra, como una forma de sacar fuera esos recuerdos, de compartir el horror para aliviar la carga de esos espantosos años.

Como ellos, muchos poetas han cantado a la memoria ante la amnesia colectiva. Intentando a través de las palabras denunciar, acercar al otro, al lector, al compatriota, al vecino, al ser amado, a esos recuerdos que hacen memoria, que buscan no caer en el olvido cotidiano, no desaparecer ante el afán del día a día.

En Colombia, ante el horror del conflicto armado, muchos artistas han decidido acercarse al dolor de las víctimas, han tomado una posición frente a los hechos, han decidido contar su parte del conflicto, a la vez que le han cantado a las víctimas, no solo a quienes han sido asesinados, también a aquellos que han sobrevivido y llevan el peso de los recuerdos, a quienes de una u otra forma han sido afectados y son víctimas indirectas de este flagelo.

Lo curioso en este contexto es que en zonas tan afectadas por el conflicto, como es Norte de Santander, encontrar artistas que hagan de su obra un pronunciamiento, un lugar de defensa de la dignidad por encima del ego, encontrar obras que se acerquen al dolor de los otros, que cuenten la historia de otros, ajena y oscura, pero a la vez cercana y transparente, no es muy común. Por ello surge la necesidad de publicar un libro que hable de las víctimas y que más allá de buscar una catarsis en el lector, muestre como la poesía logra convertirse en una institución política frente al olvido, como la poesía puede usar el poder que le transfiere la palabra para contar una historia, en este caso tres historias, que permanecían ocultas, invisibilidades a nuestra región y al país y que solo en los aniversarios, en lo secular, eran vagamente recordadas.

Palabras como cuerpos, poemas en memoria de Edwin López, Gerson Gallardo y Tirso Vélez, artistas asesinados por los grupos paramilitares en el año 2003, busca re-crear el mundo; por medio de la poesía se piensa y se recuerda, se plantea una mirada crítica ante los hechos y se comparten con una comunidad, que en este caso, es el país entero. Aquí pasado, presente y futuro se fusionan, hablamos de un tiempo circular que confluye en unos textos, en unos poemas que dan cuenta de los hechos, de la vida y del futuro truncado, que desenmascaran a los victimarios y que repudian el homicidio y sus formas de terror; Palabras como cuerpos intenta hacer memoria para que esos hechos no se repitan, ya que al atentar contra una persona se atenta contra la humanidad entera.

En este caso, hagamos memoria: cito en extenso la presentación del libro:

Hace 10 años integrantes del Bloque Catatumbo de las AUC, con apoyo de las Fuerzas Militares y la Policía Nacional, desaparecieron y asesinaron a los activistas estudiantiles de la Universidad Francisco de Paula Santander (UFPS) Gerson Gallardo Niño y Edwin Ariel López Granados, y desplazaron forzadamente además a otros integrantes de la comunidad académica.

Entre el 3 y 13 de abril de 2003, Gerson Gallardo Niño y Edwin Ariel López Granados fueron víctimas de desaparición forzada. Dos meses después de su retención, sus cuerpos sin vida y con señales de tortura fueron encontrados en el kilómetro 18 de la vía que del municipio de Tibú conduce al corregimiento de La Gabarra.

El 4 de junio del año 2003, paramilitares asesinaron en el centro de Cúcuta al poeta y político de izquierda Tirso Vélez, sobreviviente del genocidio contra la Unión Patriótica, partido por el cual obtuvo la embestidura de Alcalde del municipio de Tibú. Para la fecha del crimen, Tirso era precandidato a la Gobernación de Norte de Santander por el Polo Democrático.

Estos tres homicidios se han mantenido en la total impunidad, al igual que ha ocurrido con la mayoría de los más de 5.200 asesinatos atribuidos a las AUC en el periodo 1999 – 2004 en Cúcuta y su área metropolitana. Según organizaciones defensoras de derechos humanos, el número de víctimas de las AUC en Norte de Santander llega a los 16 mil, en sucesos frente a los cuales no se ha obtenido verdad, justicia y reparación. Peor aún, la historia hoy en día es contada desde los victimarios, a través de la televisión privada, justificando el accionar de éstos, en un hecho que, parafraseando a Isabel Obregón, viuda de Tirso Vélez, “es como si a las víctimas las mataran dos veces”.  


A través de la poesía se pretende que la memoria individual, la mirada del poeta, trascienda y se convierta en una memoria colectiva que ayude a construir esa memoria histórica, no una verdad, sino las muchas verdades que confluyen en cada mirada, en cada recuerdo y reflexión que es convertido en poema. Porque esos recuerdos vienen de un contexto social determinado, de una comunidad y grupo de personas que comparten un espacio y un tiempo. Palabras como cuerpos busca organizar, mediante la poesía, esos otros relatos, que desde lo íntimo llegan a lo colectivo, que reconocen, escuchan, compilan y sacan a la luz aquello que no se había dicho, por miedo o porque había sido guardado como un dolor propio, permanecía oculto, pero que ahora es nuestro, que ahora nos compromete.

Freddy Ñañez en su poema LA PUNTERIA DE LOS HIJOS DE DIOS  cuestiona el orden divino, para contar y reflexionar sobre ese 4 de junio de 2003, de esa tarde en que Tirso Vélez  caminaba con su esposa en pleno centro de la ciudad y una bala dio en el blanco. En el poema el cuestionamiento también es al hombre, a lo vacuo de las oraciones, al pecado del no obrar, del no reaccionar. Todo el poema nos pone en un contexto social, que se construye por las creencias que son puestas en duda ante la inminencia de los hechos, ante lo absurdo de la religión y el mundo actual.

LA PUNTERÍA DE LOS HIJOS DE DIOS

¿Qué sucede, no cabe
DIOS en su nombre?

Palabra
efímera de
                        larguísima huella

Bautizado así por el mutismo de una flor
Sonando como el tack del martillo
apenas nombrado en el vacilante soplo de aire
(el aire negro que es pólvora añeja)

D-i-o-s que dura lo que dura
una bala en ponerse vieja
            ¿No cabe en su propia herida
TAMPOCO?

Cuando el hijo se le vuelve bala
y no queda nada de ambos…
más que el aire roto contra el suelo

¿Quién silba la brisa… quién todavía?
¿Qué sucede luego?
            Simple:
            el monosílabo se acorta
            queda la voz pero escasamente. Sin palabra.

Y entonces he aquí que no cabe el hombre en su
DIOS tampoco como la bala no entra ya
                                   en su larguísima herida
dios  sin huella
sin balas
Medio herido
INSOMNE

Tan inexacto en todo… Tan inexacto siempre
En cambio entre el gatillo de tus hijos y el
abdomen de Tirso  ¡Cuánta puntería… (D-I-O-S)
        Cuánta precisión!


Cae Tirso Vélez a manos de un sujeto, de un asesino, que encomendándose a Dios da en el blanco, que es infalible y nos sume en la perdida no solo de un amigo, también de un futuro, de uno sueños. El poema nos cuestiona en nuestro actuar diario y nos impele a cubrir ese cuerpo, a detener esa bala, a sanar esa herida.

Norwell Calderón en el poema AQUELLOS QUE DESVISTE EL MAR, reconstruye ese último día de muchas víctimas, nos muestra la cotidiana ingenuidad del asesinado que contrasta con el mal de quienes juegan con nuestras vidas, establece un paralelo entre la intimidad del hogar, las acciones sencillas que serán significativas en los recuerdos de los otros, nuestros seres queridos, porque serán la última vez que nos vieron despertar, tomar un café, y salir donde la muerte impaciente esperaba.

AQUELLOS QUE DESVISTE EL MAR

Te fugas del sueño 
mudo
ahogado
como aquellos
que desviste el mar
carne dulce
blanda y pálida

Despiertas
abandonado otra vez
sobre la cama en desorden
Entre los gritos del barrio
y el crepitar de murmullos secos
el día se acomoda
la luz vuelve a torturar sus colores

Con cólera bebes el agua impura
en el cuenco de la humillación
en las manos donde la eternidad aún forma
las figuras que persiguieron tu niñez
de ojos abiertos bajo las sabanas

Ellos ya te buscan
No lo sabes
El espejo esquivará tu mirada
La barbera morderá tu cuello

Vienen por ti

En otra casa desayuna la muchacha
que te llorará más tarde
y tu
bebes café

Ellos recorren la avenida ventosa
Tu caminas un instante
que comenzó hace años
abres la puerta
y no ves a tus hermanas
—Rezan con un alfiler
                      que quema y cura
                                      debajo de la lengua—               
Cierras la puerta
caminas
Miras distraído y eres visto
por los animales del cielo
que rugen tormentas
y presagian un dibujo que aún no has visto 

En el cruce de las avenidas
el viento te acorrala
se acerca con ellos
en contravía
entre la gente
que apretuja un secreto en cada puño
que se aparta
que se aterra seis veces
que te mira caer
con asombro con lastima con miedo

No sabes morir
y sin saberlo
has visto caer el casquillo de tu última mañana.


Aquellos que desviste el mar, son una gran cantidad de seres, de historias que narradas parecen una sola.  La poesía parte de un recuerdo individual, pero ese recuerdo es cercano a muchos que ven en ella el último día del padre, del hermano, del amigo. La poesía revive, re-crea y carga de significado aquellas acciones que se han convertido en únicas, que han sido interpretadas como presagios, que nos cuestionan por no percibir en ellas las señales de la despedida.

Javier Cortés, en el poema INTERROGATORIO EN EL CUARTO DE HIELO, ficcionaliza el cautiverio, y crea un diálogo hueco entre el victimario y la víctima, en el que las respuestas del retenido, de Edwin López y Gerson Gallardo en este caso, dan cuenta de un estado de impotencia, más no de sumisión, ya que la libertad se encuentra en las palabras, en la inteligencia que es negada en esas condiciones, en la sospechosa inteligencia a la que tanto temen los victimarios, ya que no hay argumentos que justifiquen el horror, solo acciones bárbaras ante la pobreza de un discurso. 


Interrogatorio en el cuarto de hielo

Vos preguntas a dónde ir
si la marisma hunde la sabiduría
si este odio que se traga todas las miradas,
enquistando el silencio hasta la desaparición,
conecta tan imposiblemente todos los teatros del hombre.

Vos preguntas con tu mirada turbia,
con las armas preparadas,
con esta suerte de actitud que representa
todas las posibilidades negadas
por si acaso la respuesta es un enfrentamiento.
Y en tu pregunta se van tras los árboles,
hundiéndose sin más remedio en el olvido,
la sonrisa y el quehacer de una esperanza sin crecer.

Vos preguntas qué hacer con esta rabia que puede más que el miedo
y sin embargo tan atada, tan sin manos, tan sin voz.


En este interrogatorio, en el que las preguntas se infieren, en el que las respuestas serán una condena, en el que las palabras son escape y a la vez caída, ya que al igual que el cuerpo las  palabras se encuentran atadas, sujetadas a una sola interpretación, la esperada por el asesino, quien también inmoviliza la mente mediante la muerte, quien a través de la tortura va matando toda esperanza, va menguando la voluntad, dejando el silencio como testigo de la vida que cae.

Para Saúl Gómez, las victimas merecen llevar su nombre, que trasciende de un individuo a una colectiva que se representa en ese nombre. En PEQUEÑO CONTEO DE LOS GRITOS, hace un recuento de los amigos muertos, muchos de ellos asesinados entre 1998 y 2003. En el poema se hace una pequeña referencia a las causas del deceso, las víctimas son nombradas para dar cuenta de sus acciones últimas y de sus sueños truncados. Uno a uno estos seres dan testimonio de su vida y dan paso al otro, como una procesión de ausencias que reclaman su sitio en el cotidiano vivir, en el cotidiano recordar.

PEQUEÑO CONTEO DE LOS GRITOS

A Fabio lo mataron saliendo de su casa un 18 de diciembre. Roberto no soportó su juego y se hundió en sus miedos. James en lo profundo de una fosa recibe el abrazo de su hermano. Luis viajó y no dejó noticias de su impenetrable paradero. A Mireya el tedio de sus pulmones la arrojaron fuera del escenario. Alexander quedó en la autopista de Villa del Rosario esperando con ansia la fecha de su grado. Javier espera tendido en medio de una emboscada. Arturo no pensó que el miedo de sus vecinos pesara tanto. Tirso vio a su esposa envolver su cuerpo. Gerson dibujaba sobre los árboles pensando en sus abuelos. Edwin reía y sentía al bailar como se le iba el cuerpo.

Los demás como débiles sombras se alejan lastimeramente.

Todos ellos me reciben en sueños, toman mis libros y desordenan mi ropa. Todos ellos reclaman mi silencio, penan por mi olvido y esperan un encuentro que no se mida en lágrimas.


Todas estas presencias aparecen para dar cuenta de sí, para evitar el olvido, para vivir en los recuerdos del poeta, quien los convierte en los recuerdos de sus lectores, porque cada lector tiene un Fabio, un Roberto, una Mireya, un Tirso, un Gerson, un Edwin, que lo exhorta a no olvidar, que lo invita a hacer del recuerdo un compromiso diario, que esté por encima del miedo y las obligaciones.

Cómo retratar a quienes se sienten ajenos al conflicto, a quienes son culpables por omisión, por evasión, por cerrar los ojos ante la barbarie, Johanna Rozo, nos muestra a esa espectadora del conflicto, a quien ha sido adormecida por los medios de comunicación y se siente ajena al dolor de las víctimas, puede compartirlo pero no interiorizarlo, no lo hace suyo, como una forma de evitar ser tocada, de ser una víctima indirecta.

  REFLEXIONES

Hablo por todos los
muertos que no podrán
ver a su asesino a los ojos
para reclamarle a gritos
la vida arrebatada.

Hablo por los que huyen
y no volverán atrás
porque el camino guarda todavía
demasiados miedos.

Hablo por mí, la cobarde,
la cómoda y resignada
televidente.

Estas reflexiones mediante la poesía le dan voz a aquellos que no creen hacer parte del conflicto y los cuestiona, a través de la palabra y de las acciones cotidianas condena esa supuesta  comodidad, ese no hacer que en cierta medida es un apoyo para quienes ostentan el poder, ya que ellos se alimentan de la pasividad de muchos colombianos, quienes por no tomar partido, terminan sin desearlo, legitimando el orden de las cosas, no generando un cambio, no generando acciones que frenen, desde su cotidianidad, el horror que viven otros.

Para terminar, citaré un poema dedicado a una víctima, escrito por alguien que luego sería otra víctima en este conflicto. Tirso Vélez, en ese entonces militante de la Unión Patriótica, al enterarse del asesinato de su compañero de partido José Antequera escribe un poema con la esperanza de que este asesinato sea el último, que se acaben los crímenes, que lo sueños no sean truncados por las balas y que ese sueño llamado Colombia no siga siendo manchado de sangre y lágrimas.


EPITAFIO PARA JOSÉ ANTEQUERA

El que su vida cambió
por un día de lluvia
porque su pueblo moría
de sol
Ali Primera

Que seas el último
dolor que se nos queda
como un hueso atravesado
en la garganta.

Que seas el último
cóndor luchador
que da sus plumas
para vestir la Patria.

Que seas el último
clarín que irrumpe
y en mil silencios
la noche despedaza.


Esta especie de cadena, de eterno retorno, deja un sabor amargo en los lectores porque la esperanza cae abaleada entre el miedo y la indignación de todo un país. Pareciese que esta forma de terror, planeada y ejecutada con la venia del estado, busca mantener el status quo, la desigualdad, evitando que otras formas de ver la vida y de soñar un país puedan ser visibilizadas y expuestas. En este caso la poesía es un refugio, una forma de llorar y de desahogar la rabia ante la impotencia del crimen.

La poesía tiene el deber, la responsabilidad de darle voz a quienes se les ha negado, la poesía en tiempos de penuria, debe dar cuenta de ello, debe por medio del dolor dar esperanza, debe hacer memoria, hacer aparecer, así sea en el papel, a tantos desaparecidos, debe reconstruir el cuerpo mutilado. La palabra tiene un compromiso con el hombre, tiene que hacer retornar los recuerdos, debe avivar la llama de la memoria, hacer que ese fuego que hoy nos congrega no se extinga. De esta manera, la poesía hace parte del coro histórico del que muchos colombianos hacen parte, ya que cada víctima es un símbolo de grandeza y dignidad, cada cuerpo asesinado es un pasado vivo.

Palabras como cuerpos, busca hacer un reconocimiento a través de la poesía, de tres poetas de Norte de Santander, busca contar la historia de tres hombres que fueron callados y a quienes no se les permitió cumplir sus sueños. El libro pretende subvertir los conceptos de verdad que se han manejado ante los hechos, busca poner en debate las causas por las cuáles fueron asesinados, busca re-construir sus últimos días, busca desenmascarar a los victimarios, a todos aquellos que participaron del crimen, que fueron cómplices del  horror.

Ante la pregunta: ¿por qué diez años después?, no tememos ratificar nuestra única respuesta, porque teníamos miedo. Porque dejamos que otros contaran nuestra historia, pero ahora no vamos a callar.


Muchas gracias por escuchar esta historia, que en cierta medida, es la historia de todos.

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